El atentado en Londres del 29 de noviembre fue una mezcla letal de disimulo religioso e ingenuidad occidental. También, espera uno, entierra todas las ilusiones británicas de desradicalizar a los yihadistas. En la imagen: Un agente de policía al lado de donde Usman Jan fue abatido tras su desenfreno asesino en el Puente de Londres. (Foto de Peter Summers/Getty Images) |
Fue una tragedia de buenas intenciones. "Jack Merritt murió en el ataque en el Puente de Londres. No olvidemos lo que él representaba", escribió Emma Goldberg en The New York Times. Merritt fue una de las dos víctimas de Usman Jan, un terrorista islámico que atentó en el Puente de Londres el 29 de noviembre. La otra víctima fue Saskia Jones, una estudiante que acudió a la conferencia que era objetivo del yihadista. Ambos soñaban con trabajar para salvar y proteger a su asesino.
Londres había acogido el quinto aniversario de Learning Together, un evento que reunía a expresidiarios, empleados, estudiantes y expertos criminólogos de todo el país para celebrar el éxito de su iniciativa para desradicalizar a los yihadistas. Jan había acudido como modelo del programa de recuperación. En 2012, Jan fue condenado a prisión por planear volar por los aires la Bolsa de Londres, primero, luego al alcalde de Londres de la época, Boris Johnson, y después la noria London Eye. Según el The Daily Telegraph, Learning Together utilizó a Jan como "caso de estudio" sobre cómo funcionan los programas de reinserción en la sociedad. Incluso había escrito un poema y una nota de agradecimiento a los organizadores, en un ordenador que le habían facilitado sus tutores.
Merritt, una de las dos víctimas, había trabajado con él cuando Jan estaba entre rejas en Cambridgeshire. Las imágenes del Fishmongers' Hall unos minutos antes del atentado atestiguan toda la buena voluntad del programa de rehabilitación. Merritt fue la primera persona que intentó detener a Jan durante su matanza. Momentos antes de atacar, Jan fue fotografiado sentado tranquilamente en una sesión de la conferencia. Muchos lo consideraron una especie de "alumno estrella" del programa de desradicalización.
También se habían recogido unas palabras de Jan en uno de los boletines de noticias de Learning Together, donde decía que la organización tiene "un lugar especial en su corazón":
"Es más que una organización, al ayudar a proveer el aprendizaje de materias académicas sueltas. Para mí, el principal beneficio es que une a las personas mediante el aprendizaje. Learning Together consiste en abrir mentes y puertas y dar voz a los que son acallados y escondidos del resto de nosotros. Ayuda a incluir a los que son por lo general excluidos. Eso es lo que Learning Together significa para mí."
Jan también dio una entrevista a la BBC, donde condenó la estigmatización que estaba sufriendo:
"Nací y me crie en Inglaterra, en Stoke-On-Trent, en Cobridge, y toda la comunidad me conoce y sabrán, si les preguntan, sabrán que se nos ponen estas etiquetas, como terrorista, esto, aquello, sabrán que no soy un terrorista."
El último atentado en Londres fue una mezcla letal de disimulo religioso e ingenuidad occidental. También, espera uno, entierra todas las ilusiones británicas de desradicalizar a los yihadistas. Como informó el Times, el Equipo de Comprensión del Comportamiento (BIT, por sus siglas en inglés), también llamado "unidad de empuje", antiguamente parte de la Oficina del Gabinete, analizó 33 programas de desradicalización de todo Reino Unido y descubrió que sólo dos habían sido supuestamente exitosos. El criminólogo británico Simon Cottee ha culpado a los "delirios mortales de los profesores de izquierdas respecto a curara los terroristas".
Francia ya lo había intentado. Un informe bipartidista del Senado francés había condenado el programa de desradicalización francés calificándolo de "fiasco total", en palabras de Philippe Bas, senador del partido Los Republicanos, de centroderecha. Cuando las senadoras Esther Benbassa y Catherine Troendlé, ambas al frente del grupo de trabajo, visitaron el centro de desradicalización albergado en el Château de Pontourny, se encontraron que sólo había un residente en el centro.
Francia también ha sufrido durante el fracaso del mecanismo de vigilancia. Muchos atentados de los últimos años han sido llevados a cabo por yihadistas que ya estaban señalados en la base de datos antiterrorista especial de Francia: el atentado en el mercado navideño de Estrasburgo, el de la iglesia en Normandía y el del supermercado en Trèbes, por recordar sólo algunos. Hace poco, tuvo lugar un ataque yihadista en el cuartel general de la policía en París. El terrorista, Mickaël Harpon, trabajaba, de hecho, en la unidad que seguía la pista de terroristas.
En toda Europa, ninguno de los programas de desradicalización ha demostrado ser eficaz. "No hay suficientes datos fiables para llegar a conclusiones definitivas sobre la efectividad a corto plazo, y mucho menos a largo plazo, de la mayoría de los programas de desradicalización existentes", concluyó un informe de RAND. Podría estar fuera del alcance de los Estados occidentales desradicalizar a personas que, como el terrorista del Puente de Londres, llevan un falso chaleco suicida para provocar que la policía los mate y convertirse en "mártires".
Así que, ¿qué hace uno con estos yihadistas? Confiar en ellos puede ser letal, como en Londres. Dejarlos en prisión podría significar que seguirán siendo parte de "uno de los lugares más importantes de radicalización". Europa no tiene una Bahía de Guantánamo, un limbo jurídico que, tras el 11-S, fue útil en la guerra estadounidense contra el terrorismo. Guantánamo también podría resultar útil ahora que Europa está lidiando con el retorno masivo de combatientes extranjeros del ISIS.
Según el informe anual de Europol, el 45% de los británicos que viajaron a Siria e Irak para unirse al ISIS ya ha regresado a su país de origen. De los 714 prisioneros detenidos en la Bahía de Guantánamo, 124 (16,9%) han retomado las actividades terroristas, mientras que la Agencia de Inteligencia de la Defensa sospecha que otros 94 han vuelto al terrorismo. Deportar a estos extremistas de Europa es sumamente controvertido para muchos políticos europeos. El líder del Partido Laborista de Reino Unido, Jeremy Corbyn, fue filmado mientras protestaba por la extradición de sospechosos de terrorismo británicos, entre ellos dos ayudantes de Osama ben Laden. Reino Unido ha luchado durante años con Europa por la deportación a Jordania del imam radical Abu Qatada.
Entonces, ¿cuál es la solución de Europa? Probablemente no nos podemos permitir cerrar los ojos y esperar lo mejor. Ya han muerto demasiadas personas en las calles de Europa.
"Ahora soy mucho más maduro y quiero vivir mi vida como buen musulmán y también como buen ciudadano británico", había escrito Jan antes de asesinar a dos jóvenes ciudadanos británicos.
Un reciente informe del Gobierno de Reino Unido advirtió de que los imanes británicos de 48 colegios islámicos habían promovido la violencia y la intolerancia. Es a la sociedad británica a la que hay que desradicalizar, no a los yihadistas. El predicador del odio británico más conocido, Anyem Chudary, fue excarcelado hace poco y ahora camina por las calles de Londres como un hombre libre. Recientemente, salió a la luz una imagen del terrorista del Puente de Londres, Usman Jan, con su "amigo personal", Anyem Chudary. El imán que presuntamente había radicalizado al terrorista que atentó contra el cuartel general de la policía en París reside en Gonesse y sigue predicando en libertad.
La desradicalización funciona sólo si desafía esta corrección política occidental abordando las verdaderas causas de este tipo de terrorismo, que se encuentran en los textos islámicos. "Mata a los no creyentes dondequiera que los encuentres", dice el Corán (9,5). Al parecer, Usman Jan vio a Jack Merritt y Saskia Jones como "no creyentes", y no como "rehabilitadores". Si no cambiamos nuestras reglas de enfrentamiento, seguirá pasando más de lo mismo.