Tras las numerosas agresiones chinas de los últimos 50 años, la contención militar del expansionismo chino y del objetivo declarado de dominación mundial del presidente del Partido Comunista del gigante asiático, Xi Jinping, ha de ser la principal prioridad de la política exterior del Mundo Libre. En la imagen (Mark Schiefelbein/AFP, vía Getty Images), el Larga Marcha 10, un nuevo submarino nuclear de la clase Jinn, participa en un desfile naval en la provincia de Shandong el 23 de abril de 2019. |
Tras las numerosas agresiones chinas de los últimos 50 años, entre las que se cuentan el robo anual de propiedad intelectual norteamericana por valor de 600.000 millones de dólares, el encubrimiento maligno del covid-19, los intentos de cegar a los aviadores estadounidenses con láser, la construcción de islas militares en el Mar del Sur de la China o el envío –el mes pasado– de una flota descomunal de 250 pesqueros a las inmediaciones de las Islas Galápagos, por poner sólo unos ejemplos, la contención del expansionismo chino y del proclamado objetivo del presidente del Partido Comunista, Xi Jinping, de dominar el mundo ha de ser la más alta prioridad de la política exterior del Mundo Libre.
El objetivo fundamental habría de ser impedir agresiones de la China comunista contra los Estados independientes de la región Indo-Pacífico y de otros lugares.
Sin duda, la ilegal y facilísima absorción china de Hong Kong ha servido para excitar el apetito expansionista de Pekín.
En primera instancia, la contención militar de China podría consistir en un vasto perímetro defensivo en un arco que vaya desde las costas japonesas hasta Australia y la frontera sino-india en el Himalaya, donde Pekín ya ha intentado una invasión terrestre. Su conducta deplorable en los últimos tiempos ha provocado la ira de muchos, pero China es alentadoramente vulnerable. Catorce Estados comparten frontera terrestre con el gigante asiático, que de hecho mantiene disputas territoriales con 18 países.
Los líderes del Partido Comunista chino se han mostrado claros acerca de las reclamaciones territoriales de su país, particularmente en el Mar del Sur de China. Si se materializaran, darían a Pekín en torno al 85% de las aguas y la mayoría de los archipiélagos del referido mar. EEUU debe dejar meridianamente claro que bloqueará físicamente cualquier esfuerzo chino por hacer efectivas sus infundadas afirmaciones de soberanía. La determinación norteamericana ha de ser manifiesta para que los líderes chinos no duden de ella en caso de que tengan la tentación de ponerla a prueba por medio de un incidente violento.
La firmeza del secretario de Estado, Mike Pompeo, en su declaración del 13 de julio, en la que dijo que EEUU rechazaría las infundadas reclamaciones chinas en el Mar del Sur de China como mayormente ilegales serán vistas con toda probabilidad como "meras palabras". Quizá Washington haya de convencer a Pekín de que EEUU y sus aliados tienen la voluntad política de ejecutar la contención. Asimismo, Pompeo trazó una línea asegurando que EEUU defenderá la soberanía de los Estados más pequeños del Mar del Sur de China, algo que entra en conflicto con las demandas chinas.
Para que EEUU se asegure el apoyo de los Estados del archipiélago del Sudeste Asiático, estos deben primero estar absolutamente seguros de que EEUU va a defender soberanía de manera inequívoca y permanente.
Numerosos países de la región se han visto amenazados por efectivos militares chinos y forzados a abandonar sus actividades pesqueras y de prospección en aguas reclamadas por Pekín. A mediados de junio, por ejemplo, un buque chino arrolló a un pesquero vietnamita en aguas objeto de disputada próximas a las Islas Paracelso, archipiélago reclamado por Vietnam y por China. En 2019-2020, China ha seguido soliviantado a Indonesia reclamando su soberanía sobre aguas situadas en la zona económica exclusiva indonesia (200 millas) y sobre las Islas Natuna. A mediados de abril, Malasia se dio de bruces con la realidad de las agresivas demandas chinas cuando un buque chino y varios navíos de la Guardia Costera china irrumpieron en aguas que claramente estaban en su zona económica internacionalmente reconocida.
La embestida y posterior hundimiento de un pesquero filipino en el Banco Reed, en el Mar de Filipinas, tuvo derivaciones políticas. El incidente se produjo poco después de que el presidente filipino, Rodrigo Duterte, cambiara de opinión y decidiera mantener el pacto militar de defensa con EEUU, que permite a los norteamericanos acceder a las bases navales y aéreas filipinas. Así, se ha preservado un tratado defensivo que tiene ya décadas de duración. EEUU y Filipinas tienen un vínculo importante para cualquier muro de contención contra China.
Dados los numerosos casos de conducta agresiva contra sus vecinos por parte de China, y con Taiwán siendo abiertamente amenazado por Pekín, otra manera norteamericana de conferir solidez al muro militar antichino es enviar más buques militares a la región, para reforzar sensiblemente la seguridad en el Mar de la China Meridional, la americana isla de Guam, Ecuador y cualquier otro lugar que pueda ser puesto en la mira por China.
Un plan diplomático podría incluir una petición para que Australia –que no sólo se ha mantenido incólume pese a las presiones chinas, sino que tiene lazos de amistad con todos los Gobiernos de la zona– albergue una conferencia a la que asistan líder políticos y militares de la región. Podrían acudir delegados de EEUU, Japón, la India y Taiwán, y la anfitriona podría poner de manifiesto las impresiones y, es de desear, el compromiso con la contención de la amenaza.
Posteriormente, EEUU podría despachar delegaciones políticas y militares a varios Estados de la región para cerrar acuerdos bilaterales de defensa, que con el tiempo podrían vincular a organizaciones multinacionales de defensa ya existentes, como El Escuadrón, conformado por Japón, Australia, la India y EEUU. En septiembre puede que por primera vez todos ellos participen en las maniobras Malabar indias. Esta barrera de contención multinacional podría concretarse en maniobras regionales continuas, venta de armas, programas de adiestramiento militar, cuestiones operativas, así como en visitas de puertos, bases y aeropuertos. Asimismo, estos países podrían unirse y cancelar toda actividad comercial con China. ¿Por qué financiar y, en consecuencia, reforzar a un enemigo? Este planteamiento dio resultado con la Unión Soviética en la Guerra Fría.
Para que dicha iniciativa multinacional sobreviva y derive en un bloque formidable que frustre cualquier aspiración territorial china, EEUU debe liderar desde delante con frecuentes operaciones Libertad de Navegación en estrechos en disputa y otras vías marítimas, que reforzarían la legitimidad de la legalidad internacional en alta mar. Algunas de esas operaciones podrían llevarse a cabo en el Estrecho de Formosa, entre Taiwán y China. O en los estrechos de Tokara y Miyako, cerca de Japón y China.
Otra medida que podría adoptar EEUU en coordinación con otros países sería ampliar el programa de los Cinco Ojos (EEUU, Reino Unido, Canadá , Australia y Nueva Zelanda) de inteligencia compartida para dar cabida a otros países, quizá en un primer momento la India y Japón, en lo que ataña a China. EEUU y sus aliados deberían estar preparados ante cualquier provocación china contra uno o más Estados de la región y enviar buques de combate para hacer frente a agresiones o rescatar a los que precisen ayuda.
Si Pekín respondiera a las actividades aliadas de contención de una manera más robusta en términos militares, el masivo poder naval y aéreo de la VII Flota, radicada en Yokosuka, Japón, debería bastar para atajar cualquier maniobra china. La VII Flota podría ser asimismo reforzada sustancialmente por el Comando Indo-Pacífico, con base en Hawai. Cualquier decisión de contención militar que adopte EEUU ha de asumir que China podría tomar represalias. Los líderes chinos seguramente confían en que la aversión a la guerra de la actual Administración norteamericana les permita hacerse con nuevos territorios de manera relativamente sencilla; EEUU no debe permitir que se planteem siquiera esa posibilidad.
Los portavoces de los Estados miembros no deberían dudar en declarar que es un deber de los países libres oponerse a las ambiciones totalitarias del Partido-Estado de la República Popular China y su objetivo de eclipsar a EEUU; objetivo que queda claro en sus propias publicaciones, por ejemplo la declaración de "guerra popular" contra América aparecida en la agencia Xinhua y el Diario del Pueblo –órgano oficial de propaganda del PC chino– el 19 de mayo de 2019. El discurso del Partido sostiene que la Administración norteamericana está amenazando a todo el pueblo chino. Un presentador de la cadena estatal CCTV dijo que EEUU "lucha por avaricia y arrogancia", mientras que China lo hará "por un mundo nuevo". Si les dejamos, desde luego que lo harán.
El doctor Lawrence A. Franklin fue asistente para Irán del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Asimismo, sirvió en las Fuerzas Armadas norteamericanas y fue coronel de la Reserva de la Fuerza Aérea.