Mientras los combates entre la cristiana Armenia y la musulmana Azerbaiyán ganan intensidad, Erdogan suministra a esta última armas y mercenarios en su campaña por el control del referido enclave. En la imagen (Aris Messinis/AFP via Getty Images), un sector de la ciudad de Stepanakert, en Nagorno-Karabaj, dañado por bombardeos de artillería, el pasado 8 de octubre. |
La emergencia de Turquía como actor fundamental en el más reciente estallido de violencia en la disputada región caucasiana de Nagorno-Karabaj ha de enmarcarse en el contexto de las ambiciones del presidente turco, Receo Tayyip Erdogan, de recrear el Imperio otomano.
Mientras los combates entre la cristiana Armenia y la musulmana Azerbaiyán ganan intensidad, Erdogan suministra a esta última armas y mercenarios en su campaña por el control del referido enclave. También se está sugiriendo que en los bombardeos sobre posiciones armenias se están empleando bombas turcas de racimo.
Además, se está acusando a Ankara de enviar rebeldes sirios a Azerbaiyán para que se sumen al esfuerzo bélico.
El apoyo turco a Azerbaiyán, que podría resultar decisivo, obedece a la determinación erdoganita de recrear la gloria del Imperio otomano, que hizo de Turquía el centro del mundo musulmán.
Aunque el territorio de la actual Azerbaiyán jamás estuvo bajo control directo otomano, las tribus locales estuvieron sometidas al influjo de los musulmanes turcos, al punto de que muchos azeríes hablan hoy una suerte de dialecto turco.
En tiempos más recientes, los vínculos entre Turquía y Azerbaiyán han resultado en la realización de frecuentes maniobras militares conjuntas.
Como no desperdicia una sola ocasión para expandir la influencia turca en el mundo musulmán, Erdogan se dispuso enseguida a respaldar a Azerbaiyán en su apuesta por controlar Nagorno-Karabaj. Sólo unas horas después de que estallara el conflicto, el presidente turco tuiteó: "Como siempre, el pueblo turco apoyará con todos nuestros medios a nuestros hermanos azeríes"; y añadió que Armenia es "la mayor amenaza a la paz regional".
La disputa sobre Nagorno-Karabaj se remonta al colapso de la URSS, a principios de los años 90 del siglo pasado, cuando el territorio, cuya población es mayoritariamente armenia, optó por liberarse del control de la vecina Azerbaiyán, de mayoría musulmana chií.
A resultas de ello hubo una acerba guerra entre Azerbaiyán y Armenia en 1992 –luego de que ambos países se independizaran de la URSS–, en la que se estima murieron 30.000 personas.
Desde el alto el fuego auspiciado por Rusia en 1994, en la región ha imperado una inestable tregua.
El actual estallido de violencia –el más grave desde la guerra– empezó a finales del mes pasado, luego de que Azerbaiyán fuera acusada de lanzar un ataque a gran escala contra posiciones armenias, lo que llevó a una movilización igualmente a gran escala de las fuerzas armenias.
Se estima que han muerto ya más de 300 personas y que miles han abandonado sus hogares.
El apoyo turco a Azerbaiyán no es sorprendente, dada la proverbialmente problemática relación de Turquía con el pueblo armenio, no en vano los turcos han sido acusados de la expulsión y el asesinato masivo de 1,5 millones de armenios en los últimos días del Imperio otomano, en los estertores de la Primera Guerra Mundial.
Aun así, la intervención de Erdogan en Nagorno-Karabaj le enfrenta con la otra gran potencia con aspiraciones a ganar peso en la región: Rusia.
Rusia ve en Armenia un aliado regional importante, y tiene una gran base militar en la segunda mayor ciudad del país caucasiano, Gyumri.
En consecuencia, Erdogan necesita proceder con cautela. De lo contrario, podría encontrar en los intereses rusos en el Cáucaso un obstáculo formidable para la recomposición de la gloria otomana.