Ha sido necesario un importante giro, de 180 grados, para que el presidente Joe Biden dé finalmente su aprobación al suministro de aviones de combate F-16 a Ucrania. Aun así, dados los desmesurados retrasos que han afectado a otros compromisos de su Administración en el suministro de armamento avanzado a Kiev, sigue preocupando si los aviones llegarán realmente a tiempo para marcar la diferencia en el esfuerzo bélico de Ucrania.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y sus asesores militares llevan meses pidiendo a sus aliados occidentales que les den acceso a aviones de guerra, para poder infligir una derrota decisiva a sus enemigos rusos.
Aunque las fuerzas aéreas ucranianas han superado las expectativas a la hora de resistir a los bombardeos rusos, se han planteado dudas sobre la capacidad de su vetusta flota de cazas MiG, de la era soviética, que han sufrido importantes pérdidas durante el conflicto, de un año de duración ya, para seguir proporcionando a las operaciones militares la cobertura aérea necesaria.
Se dice que la escasez de aviones de combate es una de las razones clave por las que Kiev ha pospuesto su esperada ofensiva de primavera para liberar Crimea y el este de Ucrania de la ocupación rusa.
Como admitió recientemente el propio Zelenski, sin superioridad aérea, las fuerzas ucranianas podrían sufrir grandes bajas en caso de que avanzaran sin la protección adecuada. "Perderemos a mucha gente", dijo el dirigente ucraniano en una entrevista reciente.
La decisión de Biden de respaldar los esfuerzos occidentales para dotar a Ucrania de cazas F-16, avión de combate muy superior a los MiG con que cuentan los ucranianos, tiene por tanto el potencial de ser un game changer para Kiev, aunque el titubeo característico de la Administración Biden sobre el tema signifique que podrían pasar meses antes de que algún F-16 ucraniano entre realmente en combate.
La dilación y el equívoco han sido elementos definitorios de la respuesta de Biden a la crisis de Ucrania, con el supuesto líder del mundo libre aparentemente incapaz de tomar una decisión sobre la mejor manera de proporcionar a los ucranianos el armamento que necesitan para derrotar a sus adversarios rusos.
Al principio del conflicto, Biden dudó a la hora de procurar a Kiev los sistemas de cohetes de largo alcance Himars, que, cuando finalmente se introdujeron en el escenario, permitieron a los ucranianos lograr una serie de espectaculares avances en el campo de batalla. Luego, el presidente estadounidense retrasó la toma de una decisión sobre el suministro de carros de combate occidentales.
Un patrón similar de dolo imperdonable ha definido la respuesta de Biden a la petición de Kiev –realizada a principios de año– de que se le proporcionen aviones de combate occidentales de vanguardia.
Tras el llamamiento público de Zelenski para que se le suministraran cazas como los F-16, Biden respondió inicialmente descartando el envío a Ucrania de unos aparatos que, al haber sido desarrollados por Estados Unidos, requieren la aprobación de Washington antes de ser entregados a terceros.
En febrero, en una entrevista con David Muir, de la cadena ABC, Biden declaró que Ucrania "no necesita ahora F-16" y que por el momento descartaba el envío de los mismos, mientras que al mes siguiente Colin Kahl, un alto cargo político del Pentágono, dijo a los legisladores estadounidenses que, aunque el presidente aprobara el envío de los F-16, podría llevar hasta dos años formar y equipar a los pilotos ucranianos.
Sólo después de que una serie de aliados europeos clave, entre ellos el Reino Unido, Francia, Alemania y Polonia, respaldaran la creación de un "coalición de jets" para impulsar el esfuerzo bélico de Ucrania accedió Biden finalmente a que la transferencia de los aviones de combate siguiera adelante, suponiendo, eso sí, que hubiera un número suficiente para donar a la causa ucraniana.
Al hacer el anuncio en la reciente cumbre del G7 celebrada en Japón, el consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan dijo que Biden "informó a sus homólogos" del mencionado grupo, y que EEUU también supervisaría el entrenamiento de los pilotos ucranianos.
Al mismo tiempo, la Administración se apresuró a desalentar las expectativas de que los aviones fueran a ser entregados en breve y que, cuando se materializaran, era poco probable que supusieran una diferencia significativa en los esfuerzos bélicos de Ucrania, lo que no es exactamente el apoyo rotundo que esperaba Kiev.
El secretario de la Fuerza Aérea estadounidense, Frank Kendall, fue uno de los altos funcionarios que pidieron cautela ante el anuncio, sugiriendo que podría llevar varios meses limar los detalles. "En el mejor de los casos, tardarán varios meses en tener esa capacidad, y habrá que resolver muchos detalles", dijo. "Dará a los ucranianos una capacidad incremental que ahora no tienen. Pero no va a suponer un cambio drástico de la situación".
Uno de los grandes obstáculos que hay que superar es encontrar F-16 que puedan donarse a Ucrania. Estados Unidos, aunque dispuesto a proporcionar formación y apoyo, había indicado que no quería enviar aviones de guerra estadounidenses a Ucrania, principalmente por la aversión de la Administración Biden a disgustar al presidente ruso, Vladímir Putin.
Mientras tanto, países europeos como Holanda, Bélgica, Dinamarca y Polonia, que operan con F-16 y han liderado la campaña para que se envíen a Ucrania, afirman que no disponen de un número suficiente de estos aviones para dárselos a los ucranianos.
Todo ello sugiere que, en lugar de proporcionar un aumento tangible de las capacidades de combate de Ucrania, el anuncio de Biden sobre el envío de F-16 a Kiev podría resultar poco más que un gesto vacío que plantea serias dudas sobre si su Administración tiene realmente algún interés genuino en que Kiev gane esta sangrienta guerra.