El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, trata de convertir lo que parece ser el movimiento estratégico más importante de la historia de la OTAN en una compraventa de alfombras en el Gran Bazar de Estambul. En la imagen, Erdogan llegando a la cumbre de la OTAN en Watford, Inglaterra, el 4 de diciembre de 2019. |
Una vez más, Turquía es el elemento perturbador en la OTAN. El caudillo islamista del país, Recep Tayyip Erdogan, trata de convertir lo que parece ser el movimiento estratégico más importante de la historia de la OTAN en una compraventa de alfombras en el Gran Bazar de Estambul.
El pasado día 13 Erdogan afirmó que Turquía no era "favorable" al ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN, sugiriendo así que Ankara podría vetar la admisión de esos dos países europeos en la alianza militar occidental.
Erdogan justificó su oposición aludiendo al supuesto apoyo de Suecia y otros países escandinavos a los militantes kurdos, a los que Ankara considera terroristas. Esa denuncia no puede tomarse en serio. Erdogan tiene la costumbre de llamar terrorista a todo aquel que no comparte sus ideas políticas y religiosas.
En los últimos años, en la arbitraria lista de terroristas de Erdogan encontramos gente que invirtió en dólares, agencias calificadoras internacionales, partidos de la oposición, ayuntamientos gobernados por partidos de la oposición, el principal líder opositor (Kemal Kiliçdaroglu), turcos que votan contra sus deseos, políticos y periodistas kurdos. En febrero de 2021 acusó de terrorismo a unos estudiantes que acabaron siendo detenidos por protestar contra la designación a dedo por parte del propio Erdogan del rector de una de las universidades más importantes del país.
Al año de celebrarse las elecciones municipales de marzo de 2019, en más de la mitad de los 65 ayuntamientos que consiguió controlar el partido prokurdo HDP los alcaldes fueron sustituidos por administradores, y varios de esos primeros ediles incluso fueron detenidos, acusados de tener vínculos con el terrorismo. Los administradores de marras son gobernadores y autoridades locales designados por Erdogan.
En la actualidad, encuestas fiables colocan al bloque opositor muy por encima de Erdogan. Según ORC Research, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del caudillo islamista conseguiría en estos momentos el 28% de los votos, frente al 42,5% que cosecharían los dos principales partidos de la oposición. En el mundo de Erdogan, eso quiere decir que dos tercios de los turcos (unos 56 millones de personas) son terroristas.
Salvo por los seis meses de colapso que siguieron al derribo turco de un caza ruso en la frontera de Turquía con Siria (noviembre de 2015), Erdogan ha sido el hombre en la OTAN del presidente de Rusia, Vladímir Putin, desde hace veinte años.
Ahora que Erdogan está chantajeando a la OTAN porque Suecia y Finlandia están "apoyando a los terroristas kurdos", veamos qué hacen al respecto sus amigos rusos.
La organización militante kurda que lucha contra Turquía desde 1984 es el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK en sus siglas kurdas. El PKK está en la lista de organizaciones terroristas de Turquía, la UE y EEUU. Turquía también anda enfrentada con las YPG, siglas kurdas de las Unidades de Protección del Pueblo, rama siria del PKK. ¿Y qué pasa con Rusia? Pues que no reconoce como entidades terroristas ni al PKK ni a las YPG. Y Erdogan no ve el menor problema en ello.
Dice Michael A. Reynolds:
El nexo ruso-kurdo viene siendo un componente de la geopolítica mesoriental desde hace más de doscientos años, desde que Catalina la Grande encargó la publicación de una gramática kurda en 1787. El interés de Catalina en los kurdos no era meramente académico. Tal y como reconocían los oficiales zaristas, las tribus kurdas eran actores importantes en las fronteras meridionales de Rusia. Desde 1804, los kurdos desempeñaron papeles importantes en las guerras rusas contra la Persia de los Kayar y la Turquía otomana. A medida que avanzaba el siglo, el Ejército ruso hizo un uso creciente de las unidades kurdas en la lucha contra los persas y los turcos.
Todo eso tiene un eco en la Rusia de Putin. En 2016 Erdogan acusó a Moscú de procurar armamento y cohetes antiaéreos a los militantes del PKK. En 2020 el Ministerio de Exteriores turco condenó oficialmente a Rusia por mantener conversaciones con una delegación de las YPG, todo un trato preferencial para los "terroristas" de Erdogan. Más recientemente, el pasado noviembre, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lávrov, se reunió con una delegación de las YPG en Moscú. Más trato preferencial para los "terroristas".
Las muestras rusas de contemporización hacia los "terroristas kurdos" no son un secreto. Rusia hace lo que puede por sus amigos kurdos sin esconderse, y Erdogan calla. El mismo Erdogan que anda chantajeando a la OTAN vetando el ingreso a dos países occidentales sobre la base de que estos, amenazados por Rusia, están apoyando a los terroristas kurdos...
La alianza militar occidental debería ser lo suficientemente fuerte para poner a Erdogan en su sitio.