La segunda vuelta de las elecciones presidenciales turcas, celebradas el pasado día 28, no deparó ninguna sorpresa. El presidente islamista, Recep Tayyip Erdogan, ya en su tercera década en el poder, obtuvo el 52% de los votos, frente al 48% de Kemal Kiliçdaroglu, líder de la oposición. En la primera vuelta (14 de mayo), Erdogan y Kiliçdaroglu obtuvieron el 49,5% y el 45% de los votos, respectivamente.
En un artículo previo resumí el resultado de la primera vuelta como una victoria de las políticas identitarias nacionalistas sobre la miseria.
Como siempre ha hecho desde que llegó al poder en 2002, Erdogan hizo todo lo posible por utilizar los recursos del Estado y los medios de comunicación que controla para manipular a los votantes. Funcionarios del Estado que están obligados –por la Constitución– a mantenerse neutrales se unieron a su campaña, al tiempo que bloqueaban todos los esfuerzos de la oposición.
Kiliçdaroglu recurrió a Twitter el día 26 para expresar su exasperación: «Estoy sometido a un apagón total», decía en un vídeo; y añadía:
Calumnias constantes, mentiras, conspiraciones, irregularidades en las urnas, intentos de prohibir a los observadores, vídeos manipulados... Y ahora [las compañías de telecomunicaciones] incluso bloquean nuestra capacidad de enviar un mensaje corto para presentar nuestro programa a los periodistas (...) ¿Debo desistir de participar en las elecciones? ¿Es esto lo que queréis?
En un sorprendente tuit tres días antes de la votación final, Kiliçdaroglu acusó a Rusia de interferir en los comicios. Los rusos, dijo, estaban detrás del material difamatorio que había estado circulando durante los últimos días en las redes sociales. «Queridos amigos rusos, estáis detrás de los montajes, conspiraciones, deep fakes y grabaciones que ayer se expusieron en este país», dijo en turco, y también lo tuiteó en ruso.
El pasado día 7, en un mitin en el aeropuerto Ataturk de Estambul, Erdogan mostró unas imágenes de Kiliçdaroglu diciendo «Vamos juntos a las urnas» con un vídeo superpuesto de militantes kurdos coreando «¡Vamos, vamos!». Mientras se reproducía el vídeo, Erdogan dijo a la multitud:
Caminan hombro con hombro con el PKK [Partido de los Trabajadores del Kurdistán, organización terrorista para Turquía, Estados Unidos y la UE]. ¿Votarían mis queridos conciudadanos por algo así? Escuchen, esto es extremadamente importante.
Cuando un periodista le preguntó: «¿Cómo se grabó este vídeo?», Erdogan admitió que era un montaje, pero siguió insistiendo en la complicidad del PKK con la campaña de Kiliçdaroglu. «El presidente del CHP [Kiliçdaroglu] se ha aliado con la organización terrorista PKK», sentenció.
Hay unos vídeos de Kiliçdaroglu grabados en Kandil [región de Irak e Irán conocida por la actividad en ella del PKK]. Y los publicaron; esos en los que dicen "¡Vamos, vamos!". Se puede decir que son falsos, pero el PKK los ha respaldado haciendo circular esas imágenes.
El PKK difundió su propia versión, la original, que mostraba a sus militantes bailando y cantando, etcétera. En el mitin electoral, Erdogan mostró una versión manipulada que mostraba a Kiliçdaroglu bailando y cantando con militantes del PKK.
No es de extrañar, por tanto, que el Electoral Integrity Project, obra de dos académicos –Pippa Norris y Max Grömping– que estudian las malas prácticas electorales, sitúe a Turquía en su informe de 2019 en la categoría de «baja integridad», junto a países como Rusia, Irán y Bielorrusia.
Sea como fuere, el mensaje lanzado por los turcos en las urnas fue alto y claro: podemos estar muriéndonos de hambre; sabemos que vivimos en una democracia muy deteriorada; sabemos que tenemos un Gobierno corrupto; sabemos que hay un nepotismo generalizado. Pero este hombre nos protegerá a nosotros, a nuestra religión y a nuestra tierra, de terroristas, invasores extranjeros, infieles, traidores y ateos.
Si tenemos en cuenta que el turco medio abandonó los estudios en séptimo grado y que el 95% de los habitantes del país jamás ha viajado al extranjero, los resultados de las elecciones probablemente no sean tan sorprendentes.
Los resultados de las elecciones supondrán nuevos problemas en las relaciones de Turquía con Occidente. Aunque Erdogan intentará mantener una política equilibrada entre Rusia y Occidente, se inclinará a favor de Moscú hasta que tema que las sanciones occidentales golpeen a la maltrecha economía turca.
Putin seguirá bebiendo su champán mientras apoya a su caballo de Troya en la OTAN. Pero las relaciones de Turquía con la UE seguirán congeladas, como han estado durante los últimos años, sin prácticamente ninguna posibilidad de reactivar el proceso de adhesión de Turquía a la Unión.
Los turcos laicos y los aliados occidentales de Turquía deben prepararse para otros cinco años turbulentos. ¿Qué ocurrirá cuando Erdogan abandone la escena política? Lo más probable es que los turcos elijan rápidamente a otro líder islamista oportunista. A otro Erdogan.