Menos de una semana después de que echara a andar, el Gobierno de unidad de Hamás y Fatah afronta ya su primera crisis: no está claro qué parte pagará los salarios de las decenas de miles de empleados de Hamás en la Franja de Gaza.
Resulta que Hamás esperaba que el acuerdo de reconciliación firmado con Fatah en abril, el cual condujo a la formación del Gobierno de unidad, libraría al movimiento islamista de sus obligaciones financieras para con sus empleados.
Dicho plan era, de hecho, el principal motivo por el que Hamás accedió a reconciliarse con Al Fatah. En los últimos años, el Movimiento Islámico de Liberación ha afrontado una grave crisis financiera, especialmente a raíz de la decisión egipcia de destruir los túneles de contrabando que atraviesan la frontera entre Egipto y la Franja de Gaza.
Hamás afirma que el nuevo Gobierno de unidad es el responsable de pagar los salarios de sus empleados, pero Fatah y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, insisten en que no es responsabilidad suya.
La discusión entre ambas partes se volvió violenta la semana pasada, cuando cientos de iracundos empleados de Hamás atacaron una serie de bancos en la Franja de Gaza tras descubrir que el Gobierno de unidad no había abonado sus salarios.
Dichos empleados agredieron también a funcionarios de la Autoridad Palestina que llegaban para recoger sus salarios, los cuales sí habían sido transferidos a sus respectivas cuentas bancarias por el Gobierno.
Como respuesta, miles de funcionarios de la AP que no pudieron retirar sus salarios llevaron a cabo una protesta en la Franja, en la que acusaron a las "milicias" de Hamás de cerrar los bancos e impedirles recibir su dinero.
El general Adnán Damiri, portavoz de las Fuerzas de Seguridad de la Autoridad Palestina en la Margen Occidental, criticó duramente los ataques contra bancos y funcionarios, los cuales, según él, fueron llevados a cabo por "matones" de Hamás.
A comienzos de la semana pasada, el presidente Abás añadió leña al fuego al declarar, durante una visita a El Cairo, que no pretendía pagar los salarios de los empleados de Hamás hasta que ambas partes alcanzaran un acuerdo sobre quién es el que, en definitiva, debe pagarles.
Abás afirmó que más del 58% del presupuesto de la Autoridad Palestina iba ya a parar a la Franja de Gaza. Reveló que la mayoría de los fondos se destinaba a pagar salarios de funcionarios de la AP que perdieron sus empleos después de que Hamás tomara el control de Gaza en 2007.
La discusión por el dinero entre Hamás y Al Fatah muestra que ambos grupos firmaron el acuerdo de reconciliación por sus propios intereses respectivos.
Hamás esperaba que el Gobierno de unidad lo librara de su crisis económica y cargara con ella a Abás. El movimiento islamista le dice ahora al rais:
Si quiere un Gobierno de unidad encabezado por su primer ministro, Rami Hamdalá, entonces también tendrá que ocuparse de pagar los salarios de nuestros empleados, especialmente en vista de nuestro acuerdo de disolver el Gobierno de Hamás.
Por su parte, Abás esperaba que el acuerdo de reconciliación con Hamás le permitiera mostrarle al mundo que él no sólo representa a la Margen Occidental, sino también a la Franja de Gaza.
En otras palabras: el acuerdo de Abás con Hamás pretendía demostrarle al mundo que él es un presidente legítimo que representa a todos los palestinos, no sólo un impotente líder de las zonas de la Margen Occidental que controla su Autoridad Palestina.
Una cosa es segura: tanto Hamás como Al Fatah esperan servirse del Gobierno de unidad como ardid para atraer ayuda económica de la comunidad internacional, sobre todo de donantes occidentales. El Gobierno, respaldado por Fatah y por Hamás (considerado una organización terrorista por Estados Unidos), sirve, en realidad, como fachada para recibir fondos de la comunidad internacional destinados a ambas organizaciones.
Sin embargo, Abás se ha dado cuenta de que los donantes occidentales no financiarán a un Gobierno que pague los salarios de miles de empleados de Hamás, entre ellos, miembros del brazo armado del movimiento, las Brigadas de Ezedín al Qasam.
Mientras, la AP y Hamás se han dirigido a algunos países árabes en busca de ayuda. Según fuentes palestinas, el emir de Qatar, el jeque Tamim ben Hamad, ha prometido pagar los sueldos de mayo de los empleados de Hamás. Pero no está claro si, en los próximos meses, el emir seguirá inyectando fondos al Gobierno de unidad.
Hamdalá, primer ministro del nuevo Gobierno, afirma que está planeando una gira por diversos países árabes en un intento de convencer a sus dirigentes de que proporcionen ayuda económica a los palestinos.
Incluso si Hamdalá lograra obtener algunos cientos de millones de dólares de Arabia Saudí y de otros países del Golfo, la crisis de los salarios de los empleados de Hamás seguiría pendiendo sobre su cabeza.
Esto, naturalmente, no augura nada bueno para el futuro del acuerdo de reconciliación entre Hamás y Fatah. Todo lo que le resta a ambas partes es tratar de convencer a los donantes occidentales para que incrementen su ayuda financiera al Gobierno de unidad y así poder solucionar la crisis de los sueldos.
Queda por ver si los contribuyentes europeos y norteamericanos accederán a pagar los salarios de miles de funcionarios y milicianos de Hamás en la Franja de Gaza, los cuales no han renunciado a sus intenciones de cometer actos terroristas ni a destruir a Israel.