Mientras el Congreso debate si autoriza que el presidente Obama lleve a cabo un ataque punitivo-disuasorio contra Siria, el régimen de Asad está adoptando lo que he denominado la estrategia del bebé muerto, perfeccionada por Hamás en sus batallas contra Israel. Este planteamiento es tan sencillo como brutal: obliga a Estados Unidos, como Hamás hizo con Israel, a matar a tantos civiles como sea posible, trasladando deliberadamente legítimos objetivos militares a áreas civiles, o a civiles a zonas militares. Las democracias, como la estadounidense y la israelí, que se preocupan por evitar las víctimas civiles, se ven entonces en la trágica disyuntiva de tener que renunciar a un ataque legítimo contra objetivos militares o, si los ataca, de ser culpado de causar víctimas entre la población, las cuales fueron provocadas por el empleo ilegal de escudos humanos por parte de sus enemigos.
Esta estrategia sólo puede funcionar en una época de cobertura televisiva inmediata y omnipresente de las acciones militares. Siria y Hamás saben que cada bebé muerto por un cohete estadounidense o israelí será exhibido ante las cámaras de televisión en brazos de dolientes madres y padres. Estas vívidas y escalofriantes imágenes son la meta de la estrategia del bebé muerto. Damasco y el Movimiento de Resistencia Islámica palestina saben bien que estas emotivas imágenes enmascararán la realidad: que esos niños muertos no son un "daño colateral", provocado por acciones militares legítimas, sino objetivos deliberados, elegidos por el régimen y por Hamás en un cínico intento de desviar las culpas de ellos a las democracias que hacen lo posible por evitar las víctimas civiles, incluso ante sus intentos premeditados de hacer que se multipliquen.
Que no haya ninguna duda respecto a las intenciones de Siria. Escuchemos al general retirado norteamericano David A. Deptula:
El tiempo extra brinda a Asad la ventaja potencial de complicar los blancos para Estados Unidos, al trasladar subrepticiamente hasta ellos personas, o incluso armas químicas, en un intento de provocar víctimas o una liberación de sustancias químicas como resultado directo de los ataques estadounidenses.
El general Martin E. Dempsey, jefe del Estado Mayor Conjunto, confirmó esta evaluación cuando dijo que las agencias de espionaje norteamericanas estaban "siguiendo ese movimiento", que incluye a prisioneros que podrían ser empleados como escudos humanos.
Si hay alguna duda de que Hamás ha empleado esta despreciable estrategia, oigamos Fathi Hamad, un representante de la organización en el Consejo Legislativo palestino:
Para el pueblo palestino, la muerte se ha convertido en una industria, en la que destacan las mujeres, como todos los que viven en esta tierra. Los ancianos sobresalen en ella, al igual que los muyahidines y los niños. Por eso han formado escudos humanos de mujeres, niños, ancianos y muyahidines, para desafiar a la máquina de bombardear sionista. Es como si le dijeran al enemigo sionista: 'Deseamos la muerte como tú deseas la vida'.
Cuando Hamás empleó esta estrategia del bebé muerto contra Israel, resultó un éxito rotundo. Pese a que la organización palestina lanzó cohetes deliberadamente desde patios de colegio, hospitales y zonas densamente pobladas, la comunidad internacional culpó al Estado israelí por tratar de evitar que los proyectiles alcanzaran a su población destruyendo los mismos y, ocasionalmente, matando civiles. Fue Israel, no Hamás, el acusado de "crímenes de guerra", pese a que está claro que emplear a civiles como escudos humanos es uno de esos crímenes. Jerusalén tenía pocas opciones, salvo proteger a sus ciudadanos de los ataques con cohetes, pero el mundo no se centró en la corrección moral de las decisiones israelíes, sino en las macabras imágenes de bebés palestinos muertos, pese a que algunos de ellos, en realidad, fueron víctima de proyectiles palestinos perdidos.
Al parecer, el presidente sirio Bashar al Asad ha aprendido bien esta lección, y ahora está preparado para ponerla en práctica. Esto planteará, de nuevo, una difícil elección para una democracia, en este caso Estados Unidos: renunciar a legítimos objetivos militares -aumentando así la probabilidad de que Siria siga gaseando a sus propios ciudadanos-, o atacar dichos objetivos, lo que causará, inevitablemente, algunas víctimas civiles y le hará caer en la trampa siria del bebé muerto.
Si los medios de comunicación y la comunidad internacional siguen haciendo el juego a estos regímenes tiránicos al caer en su cínica estrategia, ésta proseguirá y aumentará su alcance. Es un plan con el que los tiranos siempre salen ganando, ya que no les importa su propia población civil, y con el que las democracias, a las que sí les importa, siempre salen perdiendo.
Otra de las razones por las que esta estrategia funciona es que al mundo parecen importarle bastante menos las víctimas civiles causadas por las naciones árabes y musulmanas entre sus propios ciudadanos que las muertes provocadas por las democracias occidentales. Si las bombas norteamericanas mataran a 100 civiles sirios, se produciría un clamor mayor que cuando 100.000 sirios (incluidas decenas de miles de civiles) han muerto a manos de las fuerzas sirias de ambos bandos de esta guerra civil. Es puro y simple racismo: someter a las democracias occidentales a unos estándares más altos que a las tiranías y teocracias musulmanas. Es una historia ya vieja, pero que volverá a asomar su intolerante cabeza en el momento en el que las fuerzas norteamericanas maten a civiles sirios que habían sido situados deliberadamente en la línea de fuego como escudos humanos por el régimen de Damasco.
Para acabar con esto de una vez por todas, la comunidad internacional y los medios de comunicación deben cargar la culpa de la muerte de esos bebés donde deben: sobre los hombros de los tiranos que emplean deliberadamente a sus civiles como escudos humanos.