El Kurdistán iraquí está repleto de sorpresas. Probablemente el descubrimiento más inesperado es lo normal que es la vida en su capital, Erbil. Pese al susto que, a finales del verano, supusieron los avances territoriales del Estado Islámico al norte de Mosul y las amenazas de atentados con terroristas suicidas, la disciplina social de los ciudadanos del Kurdistán resulta admirable. Hay un relajado estado de tensión. Se vive "como si no pasara nada".
También hay un ambiente de optimismo contagioso y que lo inunda todo. El espíritu empresarial está vivo y coleando. Aunque hubo un éxodo de empresarios extranjeros tras los primeros avances territoriales del EI, los inversores internacionales están regresando. El Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) ya ha esbozado planes a gran escala para mejorar las infraestructuras. Por todas partes hay maquinaria pesada de construcción. El proyecto más visible es la circunvalación que se está construyendo en torno a la capital.
El pluralismo político también ha llegado al norte kurdo. Aunque el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) siguen siendo los principal motores políticos, ahora tienen mucha compañía. No hay un único partido que domine el Parlamento. Hay mucha negociación por diversas cuestiones, coaliciones efímeras, y se escucha a nuevos personajes políticos. Sin embargo, los líderes más influyentes y respetados siguen procediendo de la amplia familia Barzani, que controla el PDK. El difunto Mustafa Barzani (1903-1979)es venerado como padrino-guerrero del Kurdistán moderno.
En su mayoría, los kurdos son una gente hospitalaria. Para poder asentar rápida y metódicamente a decenas de miles de refugiados procedentes del Irak controlado por el EI hizo falta un audaz liderazgo por parte del Gobierno dirigido por Barzani y, sobre todo, por parte de la jerarquía católica kurda. Este éxito refleja también la compasión de un pueblo con confianza en sí mismo. La población de la región de Dohok, por ejemplo, se ha duplicado debido a la llegada de refugiados. No hay tensiones perceptibles entre los recién llegados y la población anfitriona. Pese al inveterado resentimiento por los excesos de regímenes árabes anteriores, el Kurdistán es una sociedad multiétnica y multirreligiosa; y lo es ahora más aún debido a la inmigración, procedente de otros lugares de Irak, de turcomanos, yazidíes, cristianos asirios y árabes. También es una sociedad que rechaza el fanatismo religioso. La mayoría de los kurdos son musulmanes suníes, y se puede escuchar cinco veces al día la llamada a la oración, pero suena atenuada y la mayoría la ignora.
La mayoría de quienes andan por las calles de Erbil, Dohok y Zako son hombres, sobre todo por la noche, pero el Kurdistán no posee una sociedad en la que se reprima a las mujeres. Hay muchas de ellas en el Parlamento, y son muy claras respecto a la cuestión de la violencia hacia las mujeres en la sociedad kurda. En una conferencia celebrada a mediados de noviembre, al menos la mitad de los ponentes eran mujeres destacadas del Kurdistán. Las militares voluntarias son muy admiradas. Los medios kurdos loan a las combatientes peshmergas. Una veterana de la feroz batalla para evitar que Kobane, ciudad sido-kurda próxima a la frontera con Turquía, cayera en manos del Estado Islámico, visitó recientemente Erbil, donde fue recibida como una heroína nacional. Las yazidíes que han escapado tras ser torturadas por miembros del EI también son enormemente admiradas.
Zako, que antaño fuera el centro de la población judía del Kurdistán, sigue invitando a que regresen los descendientes de quienes, hace ya mucho, partieron rumbo a Sión. Las aisladas poblaciones de Zako son el salvaje Oeste kurdo. Su agreste belleza, con las cadenas montañosas que la rodean como fondo, podría convertirse en un imán para los turistas, tanto por los atractivos de su remota antigüedad como por sus posibilidades para el ocio.
Por todas las razones expuestas, el Kurdistán recuerda a Israel. Como éste, no está dominado por los árabes ni por el islam. También es más democrático que cualquiera de sus vecinos, y está rodeado por unos enemigos que desearían que no existiera. Al igual que Israel, el Kurdistán mira hacia Occidente, y, como el Estado judío, ha mantenido un equilibrio interno pese a que todo el mundo lo traicione.