Quienes, en todo el mundo, están molestos por la victoria electoral del primer ministro Benjamín Netanyahu sobre la Unión Sionista deberían hacer responsable directo del giro israelí a la derecha a quien, en buena medida, lo es: la Autoridad Palestina.
En los últimos quince años, Israel ha ofrecido a los palestinos, al menos en dos ocasiones, soluciones extraordinariamente generosas para establecer dos Estados. La primera de ellas fue en 2000-2001, cuando Ehud Barak y Bill Clinton ofrecieron a los palestinos más del 90% de la Margen Occidental, toda la Franja de Gaza y una capital en Jerusalén. Yaser Arafat rechazó la oferta e inició una intifada en la que murieron cuatro mil personas. Esa herida autoinfligida por el líder de la AP contribuyó de forma extraordinaria al debilitamiento del sector israelí favorable a la paz, especialmente del Partido Laborista de Ehud Barak. La actual Unión Sionista, surgida del mismo, ha seguido acusando ese debilitamiento.
A su vez, Ehud Olmert ofreció a los palestinos, en 2007, unas condiciones aún más favorables, a las que Mahmud Abás no respondió afirmativamente. Ese fracaso contribuyó también al debilitamiento del centro-izquierda israelí y al fortalecimiento de la derecha.
Israel es una vibrante democracia, en la que la gente vota en función de sus experiencias, sus miedos y sus esperanzas. En 2000-2001 y 2007 la mayoría de los israelíes albergaba grandes esperanzas de alcanzar una solución pacífica para el conflicto palestino. Dichas esperanzas se vieron truncadas por el rechazo de Arafat y por la negativa de Abás a unas generosas ofertas de paz. Por tanto, no resulta sorprendente que tantos israelíes hayan votado ahora en función de sus miedos y no de sus esperanzas.
La Administración Obama también ha contribuido al resultado de estas elecciones al negarse a atender a las preocupaciones israelíes (compartidas por ciudadanos de todas las facciones) acerca del inminente acuerdo con Irán. Muchos israelíes han abandonado toda esperanza de influir sobre la Administración Obama para que les exija más a los iraníes. El actual acuerdo incluye una cláusula temporal que prácticamente garantiza que Irán tendrá armas nucleares dentro de una década. El líder de la Unión Sionista, Isaac Herzog, cometió un grave error al decir que confiaba en que el presidente Obama llegaría a un buen acuerdo con los iraníes. Pocos israelíes comparten esa esperanza, como tampoco lo hacen la mayoría de los congresistas estadounidenses ni la mayoría de los Gobiernos árabes suníes. Esa falta de confianza se ha visto reflejada en los votos a un primer ministro que ha sido menos confiado y más polémico.
Si bien los israelíes han votado en función de sus miedos, éstos no son completamente irracionales: se basan en la historia de la región.
La comunidad internacional, los medios de comunicación y el mundo académico tienden a tener poca memoria. Culparán a Netanyahu, y especialmente a su discurso electoral, de un resultado que no les gusta. Pero el discurso de Netanyahu ha encontrado una audiencia receptiva porque muchos votantes israelíes tienen buena memoria. Recuerdan lo que los líderes de la Autoridad Palestina, la Administración Obama, los mulás iraníes y Naciones Unidas han dicho y hecho en relación a Israel. Recuerdan las letales respuestas a anteriores ofertas de paz.
Así que, para entender cómo la democracia israelí ha producido este resultado electoral no miremos una foto del mismo, sino un vídeo de los últimos quince años.
Sólo el tiempo dirá si estos resultados dan lugar a una mejor solución a la amenaza iraní, al atolladero palestino y a otras cuestiones que preocupan al mundo. Pero la historia ha demostrado que los resultados positivos jamás se pueden alcanzar presionando unilateralmente al Gobierno israelí, y no a la Autoridad Palestina, a los mulás iraníes, a la Administración Obama y a la comunidad internacional.
Los portavoces de la AP ya han predicho que la reelección de Netanyahu supone el fin de cualquier proceso realista de paz, pero no le han recordado a su audiencia cómo la intransigencia palestina supuso el fin de anteriores procesos ni cómo ésta ha afectado a estas elecciones. Están amenazando de nuevo con presentar sus demandas ante la Corte Penal Internacional y otros organismos internacionales, lo que, desde luego, supondría un revés para cualquier perspectiva realista de solución.
Así que, en vez de culpar a Netanyahu y a la derecha israelí de todos los problemas de Oriente Medio, que todas las partes se miren en el espejo de la realidad y decidan cómo pueden contribuir ellas a hacer del mundo un lugar más seguro evitando que Irán pueda nunca conseguir un arsenal nuclear, y animando a alcanzar un solución al problema palestino que sea aceptable para ambas partes, en la que se asegure la seguridad de Israel y se brinde a los palestinos un Estado viable y desmilitarizado.