Si hace un año alguien les hubiera preguntado cuál sería la forma más eficiente de provocar una gran guerra en Oriente Medio, la respuesta bien podría haber sido: dar a los mulás de Irán la oportunidad de conseguir armas convencionales, misiles balísticos intercontinentales, armamento nuclear y decenas de miles de millones de dólares con los que poder financiar organizaciones terroristas y desestabilizar a otros países de la región. Podrían haber argumentado que un régimen que no vacila en atacar objetivos en Washington o Berlín podría no ser la elección más prudente cuando se trata de inmensas cantidades de dinero y las armas más mortíferas.
Si alguien sabe algo del régimen iraní, es difícil entender cómo el acuerdo del presidente estadounidense, Barack Obama, con Teherán pueda provocar algo que no sea el caos y la guerra en Oriente Medio.
El contenido del acuerdo nuclear crea las condiciones perfectas para una gran guerra en Oriente Medio; una que podría extenderse e iniciar un conflicto regional a gran escala.
Pese a lo que le gusta decir al presidente Obama, no es cierto que el acuerdo impida "permanentemente a Irán conseguir un arma nuclear", o que cierre "todos los caminos que conducen a Irán a una bomba". El acuerdo implica que Estados Unidos ha aceptado que al cabo de 15 años, o antes, los iraníes podrán construir todas las bombas que quieran.
La República Islámica de Irán, desde su fundación en 1979, tiene una ideología que pretende "exportar la revolución islámica". Esta frase no es sólo un eslogan para los mulás. La han llevado a la práctica; con la fuerza, si ha sido necesario. Tras llegar al poder en 1979, el líder de la revolución, el ayatolá Ruholá Jomeini, llamó a los musulmanes chiíes de Irak a la revolución y al establecimiento de una república islámica. El intento de los mulás de exportar la revolución islámica a Irak fue una de las causas de la guerra irano-iraquí, que duró ocho años y causó, probablemente, un millón de muertes. Pese a la intensa resistencia de los países árabes, la revolución islámica de Jomeini ha sido exportada con éxito al Líbano, Gaza, el Yemen, Siria e Irak.
Irán no es un país que luche por tratar de conservar su soberanía nacional. En cambio, socava la de otros países. En el caso de Israel, el régimen iraní amenaza su misma existencia. Aún más sorprendente es el hecho de que el presidente de Estados Unidos se irrite (y amenace a los judíos norteamericanos) cuando el primer ministro israelí recuerda eso a la opinión pública.
El régimen iraní ha llevado a cabo atentados contra estadounidenses en el Líbano y en ciudades europeas. Un tribunal alemán ha declarado que el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, organizó atentados en Alemania. Agentes iraníes han sido detenidos en Europa mientras trataban de organizar ataques terroristas.
Irán estuvo tras los atentados del World Trade Center.
Bien recientemente, en 2011, Irán planeó asesinar al embajador de Arabia Saudí y atacar las embajadas israelí y saudí en Washington.
Fuerzas iraníes, tanto directamente como a través de Hezbolá, han sido responsables de más de 1.000 muertes de militares estadounidenses durante la última década y media. Irán ha respaldado constantemente al grupo terrorista libanés Hezbolá, al que ha suministrado fondos, adiestramiento y armas.
El régimen iraní, al contrario de lo que se rumorea, es extremadamente pragmático: ve que, haga lo que haga, su supervivencia no está amenazada en lo más mínimo. El régimen se da cuenta, como todo el mundo, de que incluso sus peores delitos son, al contrario, recompensados.
Teherán no hace más que seguir la idea original de Jomeini: "exportar la revolución" y combatir la influencia occidental, a la que llamaba "occidentoxicación".
El régimen iraní siempre ha hecho lo que ha anunciado. La experiencia demuestra que cuando los mulás dicen "¡Muerte a América!" lo hacen en serio, con consecuencias reales. Cuando gritaron por vez primera ese eslogan, acuñado en 1978-79 como respuesta al apoyo norteamericano al sah, a continuación hicieron que Hezbolá, apoyado por Irán, matara a 241 soldados estadounidenses en Beirut, el 23 de octubre de 1983. Posteriormente, el régimen siguió asegurándose de que murieran norteamericanos en Irak y Afganistán durante las guerras libradas en esos países.
En esa misma línea, cuando los mulás gritan "¡Muerte a Israel!", envían armas y recursos a Hamás y Hezbolá, mientras organizan una conferencia para antisemitas de todo el mundo que niegan el Holocausto.
Éste es el régimen iraní con el que la actual Administración estadounidense querría sellar un acuerdo, según el cual, al cabo de 10 o 15 años, o incluso antes, Irán podría enriquecer legítimamente suficiente uranio como para fabricar muchas armas nucleares.
En los 36 años que lleva en el poder, y pese a la fuerte resistencia opuesta por países árabes, Turquía, Israel y Estados Unidos, el régimen iraní ha aumentado su influencia y sus ambiciones. No hay motivo para creer que con una inyección de 150.000 millones de dólares Teherán no vaya a ser más agresivo y fabrique su propia bomba atómica.
El régimen no ha demostrado que planee volverse menos radical, establecer una democracia o siquiera liberar a los rehenes norteamericanos a los que sigue reteniendo, bajo falsas acusaciones, en unas prisiones iraníes indescriptibles.
Parece incluso que parte del triunfo del régimen consista en humillar a Estados Unidos todo lo que pueda.
El P5+1 (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, además de Alemania) ha acordado que Irán pueda adquirir armas convencionales al cabo de cinco años, y misiles balísticos intercontinentales al cabo de ocho. ¿Pero por qué una nación civilizada iba a permitir que un país que arma a grupos terroristas como Hezbolá y Hamás compre armas convencionales avanzadas? Los mulás se las pasarán a esos grupos, sin más; Irán ni siquiera niega que los apoye.
Irán ya posee misiles que pueden alcanzar Israel y zonas de Europa. Ya ha suministrado algunos, del tipo Fajr 5, a Hezbolá. ¿Por qué alguien permitiría que un país que suministra misiles a terroristas se hiciera con misiles intercontinentales?
También es una política oficial iraní que Israel sea destruido. ¿Por qué Estados Unidos quiere permitir que un régimen que desea destruir a su mayor aliado en Oriente Medio consiga armamento convencional más avanzado, y luego armas nucleares?
Si hacemos caso a los mulás de Teherán, los objetivos son los norteamericanos y los israelíes. Por eso, esas armas convencionales apuntarán a ellos, estén donde estén.
Que los mulás, merced a este acuerdo, obtengan 150.000 millones de dólares no es lógico. Cuando un país o una organización apoyan el terrorismo, lo que se hace es congelar sus activos. Irán sigue apoyando abiertamente el terrorismo; con el dinero al que tendrá acceso gracias al acuerdo lo apoyará aún más.
Según el acuerdo, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) puede inspeccionar sólo las instalaciones nucleares iraníes declaradas, y sólo tras un plazo de 24 días; además, tiene que revelar a los iraníes qué pruebas han causado que la instalación sea inspeccionada.
Pero el OIEA, incluso en el mejor de los casos, nunca ha encontrado nada. El programa nuclear secreto iraní fue descubierto por un grupo opositor iraní, el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), en 2002. No hay nada que indique que Irán no tenga más programas nucleares secretos a los que el OIEA no tenga acceso.
Todo el acuerdo se basa en que estos mulás muestren buena voluntad hacia Occidente, al que, sin duda, consideran una amenaza que podría alejar a su pueblo del camino recto del islamismo. El presidente Obama parece basarse en la esperanza de que uno de los regímenes más fanáticos del mundo de pronto se vuelva honrado y pacífico; en que el mismo régimen que grita "¡Muerte a América!" muestre todas sus instalaciones militares y secretos a su archienemigo, Estados Unidos, merced al buen hacer del OIEA.
No pidamos al presidente Obama que se preocupe de todos los que cada año son injustamente encarcelados, torturados y colgados en Irán. No le pidamos que se preocupe por los iraníes a los que les gustaría tener esas mismas democracia y libertad que le suplicaron en 2009. Obama sólo necesita mantener la paz y la estabilidad en Oriente Medio. Pero permitir a estos mulás que tengan armas convencionales avanzadas dentro de cinco años, misiles intercontinentales dentro de ocho y armas nucleares dentro de 15 –o antes– supone crear las condiciones para un conflicto regional a gran escala que, en esta era de globalización, seguramente se extenderá a Occidente.
Si este acuerdo es de paz, ¿por qué los iraníes necesitan más armas? Si Irán quiere la paz, ¿por qué no desmantela su programa de misiles y deja de apoyar a organizaciones terroristas que pretenden destruir Israel? Si Irán quiere la paz, ¿para qué necesita armas que pueden alcanzar otros continentes? ¿Qué país amenaza la soberanía iraní actualmente para que Teherán quiera armas más avanzadas?
Si alguien tiene misiles balísticos intercontinentales y grita "¡Muerte a América!", ¿qué creen que hará con ellos?
Hay quienes comparan el acuerdo iraní con los Acuerdos de Múnich de 1938; el de ahora es mucho peor. Hitler engañó a Chamberlain y se presentó como un hombre de paz. Nadie ha engañado al presidente Obama. Los mulás gritan abiertamente "¡Muerte a América!" y "¡Muerte a Israel!" y han respaldado con acciones sus palabras.
Fueron los iraníes los que tuvieron el detalle de poner de manifiesto inconsistencias en el acuerdo nuclear, que seguramente el Gobierno estadounidense esperaba poder ocultar a los norteamericanos, como los acuerdos bilaterales que Irán tiene con la OIEA.
¿Por qué haría esto un presidente estadounidense? ¿No sabe a quién apuntarán los iraníes con sus misiles intercontinentales?
Este acuerdo, junto a las políticas expansionistas de la República Islámica, sólo puede conducir a la mayor guerra del siglo XXI, la guerra de Obama, aunque él ya no siga en el cargo. Los mulás no van a empezar a amar a Israel. Los saudíes, los turcos, los egipcios y los emiratíes no se van a quedar de brazos cruzados mirando cómo Irán fabrica armas nucleares. Ningún país árabe quiere ser la próxima Siria, o el próximo Líbano, Yemen o Irak, y los israelíes no sienten el menor deseo de ser borrados del mapa, como se les ha amenazado con hacer.
La alternativa es retirarse del acuerdo. En vez de hacer que una gran guerra se convierta en el único escenario posible, el peor escenario sería una campaña de bombardeos limitados ahora para impedir que el régimen iraní consiga armas nucleares.
Aunque los resultados duraran sólo dos o tres años, como sostienen los críticos, al menos Irán (y los observadores internacionales) entenderían que la conducta criminal tiene consecuencias reales, y que siempre podrá haber más asaltos en el futuro, si es necesario.
Como mínimo, el daño masivo causado a una serie de instalaciones nucleares escogidas no sería considerado una recompensa. En el peor de los casos, retirarse del acuerdo aún deja al mundo en una posición disuasoria que le brinda mejores posibilidades antes de que Irán se vuelva nuclear, no después.
Incluso la ausencia de acuerdo con Irán hace que haya un Oriente Medio más pacífico y estable que el mal acuerdo del presidente Obama.