"Turquía es donde muchos periodistas pueden tener que pasar más tiempo en los despachos de sus abogados o en los tribunales que en las redacciones, donde deberían estar", bromeaba amargamente un diplomático occidental. "No me cite; no quiero que me declaren persona non grata", añadió, sonriendo.
Tenía razón. Según un informe de la Asociación de Periodistas Turcos, en 2015 fueron despedidos en Turquía 500 periodistas; otros 70 fueron víctima de violencia física. Treinta siguen en la cárcel, la mayoría acusados de terrorismo.
Ni que decir tiene que los desventurados periodistas, invariablemente, resultan ser críticos con Erdogan. También hay muchos periodistas entre los 1.845 turcos investigados o procesados por insultar al presidente Erdogan desde que fuera elegido, en agosto de 2014.
Uno de ellos es Sedat Ergin, redactor jefe del periódico más influyente del país, Hurriyet. El 25 de marzo Ergin tuvo que comparecer ante un tribunal de lo Penal acusado de insultar a Erdogan; la Fiscalía pidió hasta cuatro años de prisión para él. El veterano periodista dice que está desolado por haber tenido que comparecer ante un tribunal por primera vez en sus 41 años de profesión, y por semejante acusación. Tras el juicio, comentó a los reporteros:
(...) en el año 2016 los pasillos de los juzgados y las salas de audiencia se han convertido en el hábitat de los periodistas en Turquía. En 2016 la libertad de prensa está confinada a los pasillos de los tribunales.
Ese mismo día otros dos periodistas se encontraban ante un tribunal, pero no son tan afortunados como Ergin en lo que respecta a las penas que solicita para ellos la Fiscalía.
En mayo de 2015 el periódico laico Cumhuriyet publicaba en su portada pruebas fotográficas y videográficas de los envíos de armas de los servicios de inteligencia turcos a grupos islamistas en Siria. Un mes después el propio presidente Erdogan presentaba una querella contra el redactor jefe del periódico, el destacado periodista Can Dundar, y contra el jefe de la delegación en Ankara, Erdem Gul. En un discurso público, Erdogan afirmó: "Quien ha publicado esta noticia lo pagará caro".
Dundar y Gul fueron detenidos y permanecieron entre rejas más de 90 días, hasta que el Tribunal Constitucional turco dictaminó que su detención violaba sus derechos. Fueron puestos en libertad, pero ahora deberán ir a juicio acusados de espionaje y de colaborar con una organización terrorista que pretende derrocar al Gobierno de Erdogan. El caso supone una seria amenaza para la libertad de ambos periodistas, sobre todo si tenemos en cuenta que el peso de Erdogan sobre el tribunal sigue siendo fácilmente perceptible, aun cuando no se vea.
En la vista del 25 de marzo el tribunal de Estambul determinó que el juicio se celebrara a puerta cerrada. Un grupo de parlamentarios de la oposición protestó ante esa decisión y se negó a abandonar la sala. El tribunal decidió presentar una querella contra ellos por obstrucción a la justicia.
"Hoy hemos venido aquí a defender el periodismo. Hemos venido otras veces y hemos dicho lo mismo, que defenderíamos el derecho de la gente a la información. Defendimos eso y fuimos arrestados", dijo Dundar.
Parece que Erdogan no tiene intención de dejar en paz a los periodistas. El juicio también pone claramente de manifiesto cómo su autocracia se aleja de la cultura democrática occidental. El 25 de marzo un grupo de cónsules generales en Estambul asistió al juicio de los periodistas como muestra de solidaridad. Entre los diplomáticos se encontraba Leigh Turner, el cónsul general británico, que compartió en Twitter imágenes de fuera del tribunal y mensajes de apoyo a los periodistas. Ahora Erdogan cree que tiene nuevos enemigos.
El día después de la vista, Erdogan declaró:
La situación de quienes asistieron a esa vista es muy importante. Los cónsules generales en Estambul acuden a los tribunales. ¿Quiénes son ustedes y qué estaban haciendo allí? Éste no es su país, esto es Turquía (...) Los diplomáticos pueden actuar dentro de los límites de su legación; fuera de ellos tienen que obtener permiso.
¿Acaso estamos ante una nueva jurisprudencia en materia diplomática, que los diplomáticos extranjeros en Turquía deberán quedar confinados a sus legaciones y no asistir a los juicios políticos más importantes sin permiso del Gobierno turco? Aparte de que el tribunal oculte el caso Dundar-Gul a la vista del público, Erdogan quiere además que los periodistas queden incomunicados políticamente.
Al buscar de forma tan agresiva que los periodistas sean condenados a cadena perpetua Erdogan trata en realidad de alcanzar otro objetivo político: está lanzando mensajes a muchos niveles para cualquier otro periodista de investigación que en el futuro pueda publicar otro reportaje embarazoso para su Administración.
No, la verdad es que no corren tiempos de paz y libertad para el periodismo turco.