El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, las agencias de noticias turcas hablaron de la vida trágica y la muerte prematura de una recién casada siria menor de edad.
El pasado agosto, en Alepo, Mafe Zafur, de 15 años, se casó con su primo Ibrahim Zafur por el rito islámico. La pareja se mudó a Turquía, pero el matrimonio terminó al cabo de seis meses, cuando su marido la echó abruptamente de casa. Sin un lugar donde dormir, Mafe se cobijó, con su hermano de 19 años y otro primo de 14, en un camión abandonado.
El 8 de marzo, Mafe se suicidó, disparándose al parecer con una escopeta. Su única pertenencia, encontrada en su bolsillo, era su certificado de matrimonio manuscrito.
Mafe Zafur es sólo una de las muchas jóvenes sirias que han sido víctimas del matrimonio infantil. Organizaciones de defensa de los derechos humanos han denunciado abusos aún más graves perpetrados por bandas contra los cerca de tres millones de sirias que han huido a Turquía.
Un exhaustivo informe sobre las refugiadas, las solicitantes de asilo y las inmigrantes sirias en Turquía, publicado en 2014 por la Asociación por los Derechos Humanos y la Solidaridad con los Oprimidos (conocida en Turquía como Mazlumder), habla de matrimonios infantiles y matrimonios forzosos, poligamia, acoso sexual, trata de personas, prostitución y violación infligidos por los criminales a la migración siria en Turquía.
Según el informe de Mazlumder, los sirios son explotados sexualmente por quienes se aprovechan de su miseria. Los menores, y especialmente las niñas, son los que más sufren.
Las pruebas forenses y los testimonios presenciales indican que, en todas las ciudades donde se han establecido los sirios, la prostitución ha aumentado drásticamente. Las jóvenes de entre 15 y 20 años son las que más se prostituyen, pero también son explotadas niñas de tan sólo 13 años.
Secil Erpolat, abogado de la Comisión de Derechos de la Mujer del Colegio de Abogados en la provincia turca de Batman, dijo que muchas jóvenes sirias son ofrecidas por una cantidad de entre 20 y 50 liras turcas (entre 7 y 18 dólares). A veces sus clientes les pagan con comida u otros bienes que ellas necesitan desesperadamente.
Las mujeres que han cruzado ilegalmente la frontera y llegan sin pasaporte corren un alto riesgo de ser secuestradas y vendidas como prostitutas o esclavas sexuales. Las bandas criminales llevan a los refugiados a las localidades cercanas a la frontera o a las terminales de autobuses, donde el "tráfico de refugiados" se ha convertido en una gran fuente de ingresos.
Los profesionales del crimen convencen a los padres de que sus hijas tendrán una vida mejor en Turquía. Se les da a los padres entre 2.000 y 2.500 liras turcas (entre 700 y 1.700 dólares) como "precio de la novia" –una enorme suma para una familia siria pobre–, para llevar a sus hijas ilegalmente al otro lado de la frontera.
"Muchos hombres en Turquía practican la poligamia con las niñas y mujeres sirias, pese a que la poligamia es ilegal en Turquía", dijo el abogado Abdulhalim Yilmaz, director de la Comisión de Refugiados de Mazlumder, al Gatestone Institute. "Algunos hombres en Turquía toman a segundas o terceras esposas sirias sin siquiera inscribirlas en los registros oficiales. La escasez económica es uno de los factores principales de este sufrimiento, pero también es un fenómeno religioso y cultural, ya que la religión permite el matrimonio infantil".
Las mujeres y niños sirios en Turquía también sufren acoso sexual en el trabajo. Los que consiguen un trabajo ganan muy poco, acaso lo justo para comer, pero trabajan muchas horas y muy duro por ese poco dinero. También están expuestos a lo que otros quieran hacer con ellos mientras trabajan todas esas horas.
Una siria de 16 años que vive con su hermana en Izmir le dijo a Mazlumder que "como somos sirias que hemos venido aquí huyendo de la guerra, nos consideran personas de segunda clase. Mi hermana estudiaba Derecho en Siria, pero la guerra le obligó a dejar la facultad. Ahora, hombres en paro con hijos le piden que se 'case' con ellos. Intentan aprovecharse de nuestra situación".
Si son kurdos, son doblemente discriminados, primero como refugiados y después como kurdos. "Las organizaciones de ayuda humanitaria están aquí para ayudar únicamente a los refugiados árabes; cuando se enteran de que somos kurdos, se marchan, o nos dan muy poca cosa, y después no vuelven". La Red contra la Explotación Sexual Infantil y Adolescente (ECPAT, por sus siglas en inglés) ha elaborado un detallado informe sobre "La situación de las acciones contra la explotación sexual de los menores en Turquía". El informe de la ECPAT cita el Índice de Esclavitud Global de 2014, que calcula que la incidencia de la esclavitud en Turquía es la mayor de Europa, a causa sobre todo de la prevalencia de la trata de personas con fines sexuales y el matrimonio infantil.
El informe de la ECPAT cita también un estudio del Departamento de Estado de EEUU de 2013: "Turquía es un país de destino, tránsito y fuente de menores sometidos al tráfico sexual".
El informe de la ECPAT prosigue:
Existe un riesgo de que los jóvenes solicitantes de asilo desaparezcan de los centros de acogida y se vuelvan vulnerables a los traficantes. (...)
Se teme que lo que se denuncia en el campo de refugiados Zatari, dirigido por la ONU para los sirios en Jordania, también ocurra en los campos de Turquía: hombres mayores de Arabia Saudí y otros estados del Golfo que se aprovechan de la crisis siria para comprar por poco dinero novias adolescentes. (...)
Las pruebas indican que el tráfico de menores también se está produciendo entre Siria y Turquía, por "facilitadores" que trafican con chicas no refugiadas de Siria que han sido precompradas por su edad. A las chicas de entre 12 y 16 años se les llama pistachos, y a las que tienen entre 17 y 20, cerezas; a las de entre 20 y 22, manzanas, y a partir de esa edad, sandías.
Al parecer, el 85 por ciento de los refugiados sirios viven fuera de los campos de refugiados, y por lo tanto no pueden ser monitoreados por una agencia internacional.
Muchas refugiadas en Turquía, según la abogada y vicepresidenta de la Asociación por los Derechos Humanos de Turquía (IHD, por sus siglas en turco) Eren Keskin, son obligadas a prostituirse fuera e incluso dentro de los campos para refugiados construidos por la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD, por sus siglas en turco) del primer ministro turco.
"Hay mercados de prostitución en Antep. Son lugares controlados por el Estado. Cientos de refugiadas –mujeres y niñas– son vendidas a hombres mucho mayores que ellas", dijo Keskin. "Descubrimos que las mujeres se ven obligadas a prostituirse porque quieren comprar pan para sus hijos".
Keskin dijo que han recibido muchas denuncias de refugiados que han sido víctimas de violaciones, agresiones sexuales y violencia física en los campos de la provincia de Hatay y Antep. "Pese a todos nuestros intentos de entrar en esos campos, las autoridades no nos lo han permitido".
Las Asociación pro Derechos Humanos de Turquía ha recibido numerosas denuncias relacionadas con violaciones, asaltos sexuales y violencia física de refugiados sitios radicados en campos turcos. (Imagen: UNHCR). |
Los responsables de la AFAD, sin embargo, han negado rotundamente las acusaciones. "Proveemos educación y atención sanitaria a los refugiados. Es triste que, después de todo el trabajo y la dedicación de la AFAD para cuidar de los refugiados durante los últimos cinco años, se dirijan acusaciones tan poco fundamentadas y tan injustas contra nosotros", dijo un representante de la AFAD al Gatestone.
El número de refugiados en Turquía ha llegado hasta los 2,8 millones. Turquía tiene 26 centros de acogida, donde viven unos 300.000 refugiados. Esos centros son vigilados con regularidad por la ONU, y algunos oficiales de la ONU están destinados en ellos.
"A muchos refugiados se les podrían haber facilitado empleos adecuados para su formación o sus capacidades", dijo Cansu Turan, trabajadora social en la Fundación por los Derechos Humanos de Turquía (TIHV, por sus siglas en turco), al Gatestone.
Pero a ninguno se le preguntó por sus anteriores trabajos o sus estudios cuando los funcionarios turcos les inscribieron en el registro. Por lo tanto, sólo pueden trabajar de modo informal y bajo las condiciones más duras para poder sobrevivir. Esto también crea condiciones para la explotación sexual. (...)
La pregunta más importante es por qué los campos de refugiados no están abiertos al control civil. No se permite la entrada a los campos de refugiados. No hay transparencia en los campos. Hay muchas denuncias de lo que está pasando allí. Por lo tanto, nos preocupa lo que puedan estar escondiéndonos.
"En nuestros centros públicos ayudamos a los refugiados", dijo Sema Genel Karaosmanoglu, directora ejecutiva de la organización Support to Life, al Gatestone.
Nos hemos encontrado con personas que han sido víctimas del tráfico y la violencia sexual de género. (...)
Seguimos sin poder entrar en los campos, y no hay transparencia, ya que sólo es posible entrar si se consigue un permiso de las instituciones públicas pertinentes. Pero sí hemos podido acceder a los campos gestionados por los ayuntamientos en las provincias de Diyarbakir, Batman, Suruc y Urfa.
Sin embargo, un representante de la AFAD le dijo al Gatestone que "sí hay transparencia en los centros de acogida. Si las organizaciones quisieran entrar en ellos, nos lo pedirían y evaluaríamos sus solicitudes. Hasta ahora han entrado a los centros de acogida miles de medios de comunicación que han grabado y observado cómo se vive en ellos."
"El actual número de centros de acogida ya es demasiado elevado", dijo Abdulhalim Yilmaz, director de la Comisión de Refugiados de Mazlumder. "Pero muchos estados árabes, entre ellos Arabia Saudí y Bahréin, no han aceptado hasta ahora a ni un solo refugiado sirio. Y hay decenas de miles de refugiados esperando en las fronteras de Turquía."
Si esas mujeres y niños supieran lo que posiblemente les espere en Turquía, jamás pondrían un pie en el país.
Este es el resultado inevitable cuando una determinada cultura –la islámica– no tiene la menor consideración hacia los derechos de las mujeres, sino que es una cultura de violación, esclavitud, abuso y discriminación que a menudo explota incluso a los más vulnerables.
Lo terrible es que Turquía es el país en el que se está apoyando la UE para "resolver" el grave problema de los refugiados y los migrantes.
La comunidad internacional tiene que proteger a los sirios y acordonar partes del país para que haya más gente que no quiera abandonar sus casas y convertirse en refugiados o solicitantes de asilo en otros países. Tal vez muchos sirios incluso volverían a sus casas.
Occidente siempre ha abierto sus brazos a las atribuladas gentes de los países musulmanes –como el estudiante y periodista afgano de 25 años Sayed Pervez Kambaksh, torturado, encarcelado, y sentenciado a muerte en 2007 por descargar de internet un informe sobre los derechos de las mujeres y por cuestionar el islam.
Fueron Suecia y Noruega los que ayudaron a Kambaksh a huir de Afganistán en 2009, ayudándole a subir a un avión del gobierno sueco. Se cree que Kambaksh está ahora en Estados Unidos.
Varios países europeos se han convertido, sin embargo, en víctimas de violaciones, asesinatos y otros crímenes cometidos por las mismas personas que han entrado al continente como refugiados, solicitantes de asilo o migrantes.
Europa está atravesando un problema de seguridad, como se ha visto con los atentados en París y Bruselas. Muchos musulmanes tienen dificultades, e incluso aversión, a ser asimilados por la cultura occidental. Muchos parecen tener el propósito de importar a Europa la cultura de la intimidación, la violación y el abuso de la que huyeron.
Sería más justo y realista que los países musulmanes que comparten la misma cultura lingüística y religiosa con los refugiados sirios –y preferiblemente más civilizados y humanitarios que Turquía– pudieran responsabilizarse, al menos en parte, de sus hermanos y hermanas musulmanes. Aunque las desesperadas víctimas sean sus hermanos y hermanas musulmanes, los estados árabes ricos no aceptan refugiados. No hemos visto manifestaciones con pancartas que dijeran: "¡Bienvenidos, refugiados!" La gente sabe que los solicitantes de asilo acarrean problemas, tanto sociales como económicos. Para muchos musulmanes, como los ricos y envejecidos saudíes, es más fácil comprar niños sirios de Turquía, Siria o Jordania como esclavos sexuales baratos.
Las mujeres y las niñas no son, para muchos, seres humanos que merezcan ser tratados con humanidad. Son solamente objetos sexuales cuyas vidas y dignidad no tienen valor. Los sirios están allí para que se abuse de ellos y se los explote. Sólo piensan en las mujeres para "casarse" con ellas.