Los diputados de la República de Irlanda están mostrando un nivel insólito de hostilidad hacia Israel, sin parangón en ningún otro país miembro de la Unión Europea, lo que hace preguntarse sobre el largo y desagradable historial de antisemitismo de Irlanda, que claramente antecede al frecuente uso del pretexto para odiar al Estado de Israel. Imagen: Leinster House, sede del Parlamento irlandés (Foto de Peter Macdiarmid/Getty Images). |
Los diputados de la República de Irlanda están mostrando un nivel insólito de hostilidad hacia Israel, sin parangón en ningún otro país miembro de la Unión Europea, lo que hace preguntarse sobre el largo y desagradable historial de antisemitismo de Irlanda, que claramente antecede al frecuente uso del pretexto para odiar al Estado de Israel.
La "Ley de Control de Actividad Económica (Territorios Ocupados) 2018", apoyada por los partidos republicanos y nacionalistas Fianna Fáil, Sinn Fein y los Independientes, prohibió la importación de bienes de las comunidades israelíes ubicadas más allá de las líneas de armisticio de 1949 (la Margen Occidental, el este de Jerusalén y los Altos del Golán). La legislación irlandesa no sólo coincide irónicamente con la aprobación en el Senado de EEUU de una moción para impedir los boicots a Israel, también constituye una vulneración de las leyes sobre comercio europeas.
Más inquietante es la combinación de ignorancia y antisemitismo mostrada por los promotores de la ley, y evidente por su visión de la causa de la disputa palestino-israelí así como de los conflictos en todo el mundo.
Mientras dedican su ira y fanatismo a Israel —donde todas las religiones y razas son tratadas en pie de igualdad ante la ley—, estos autoproclamados defensores de los derechos humanos ignoran la Carta Nacional Palestina y la Carta Fundacional de Hamás. La primera llama a la liquidación de Israel, y la segunda al exterminio de todos los judíos, no sólo los israelíes. A estos "humanitarios" irlandeses tampoco parecen importarles el sufrimiento de los habitantes de la Autoridad Palestina y la Franja de Gaza, que siguen padeciendo maltratos y persecuciones a gran escala a manos de sus propios líderes despóticos.
Mientras, otros países realmente culpables de graves abusos contra los derechos humanos, crímenes de guerra y limpiezas étnicas, como Siria, Irán, China, Corea del Norte, Turquía, Rusia e Irán, por nombrar sólo algunos, se libran de la indignación y las leyes irlandesas. Si la ley antiisraelí de Irlanda se preocupase realmente de los derechos humanos, esos otros países serían sin duda sometidos a las mismas leyes propuestas, especialmente si se consideran los palestinos que han matado, encarcelado o torturado los sicarios del presidente sirio Bashar Asad en el transcurso de la guerra civil siria.
Históricamente, el antisemitismo siempre se ha cernido sobre la superficie de Irlanda. Por desgracia, a veces se posa en ella. Fijémonos, por ejemplo, en sus memoriales a dos colaboracionistas nazis, Sean Russell en Dublín, y Tom Barry en Limerick.
¿Cómo se puede aceptar que se muestren esos memoriales? ¿Por qué la Unión Europea guarda silencio?
Tan sólo 74 años después del Holocausto, el Gobierno irlandés y sus ciudadanos deberían estar profundamente avergonzados de apoyar a los islamistas y partidos políticos cuyos manifiestos tienen como núcleo el exterminio de los judíos y —en paralelo— intentar deslegitimar a la única democracia en Oriente Medio.
La legislación irlandesa, por lo tanto, parece tener menos que ver con una ayuda real a los palestinos para que tengan mejores vidas que con un intento de erradicar a Israel.