Desde el genocidio armenio de 1915-1923, las autoridades turcas han negado con vehemencia que el genocidio tuviera lugar, o que los turcos lo llevaran a cabo, y ha castigado a quienes se han atrevido a afirmar otra cosa. En la imagen, civiles armenios, escoltados por soldados otomanos, marchando por Harput a la cárcel en la cercana Mezireh (actualmente Elazig). Abril de 1915. (Fuente: Cruz Roja de Estados Unidos/Wikipedia Commons). |
El 24 de abril se conmemoró el 104º aniversario del genocidio armenio perpetrado por la Turquía otomana. Los intelectuales y líderes comunitarios armenios fueron detenidos en Constantinopla y posteriormente asesinados. Se calcula que perecieron entre un millón y un millón y medio de personas.
Desde entonces, las autoridades turcas han negado con vehemencia que el genocidio tuviera lugar, o que los turcos lo llevaran a cabo, y castigado a quienes se han atrevido a decir otra cosa.
El Instituto Turco de Historia (TTK), financiado por el Gobierno, anunció recientemente que está preparando la publicación de 25 volúmenes que "refutan la implicación de Turquía" en el genocidio. El TTK ha producido asimismo un documental, La rebelión armenia contra el Estado otomano: terrorismo y propaganda, en el que se afirma que los armenios comenzaron a perpetrar "atrocidades" contra los musulmanes en 1915, a lo que los turcos respondieron "reubicándolos y reasentándolos". Como consecuencia, según el documental, la diáspora armenia procedió a difundir "mentiras sobre el denominado genocidio armenio".
Y si Ankara niega el genocidio, gran parte del pueblo turco trata de borrar todo rastro de la religión y la cultura armenias.
En Estambul, las iglesias armenias activas —pocas y alejadas unas de otras— han sido vandalizadas en varias ocasiones. Así, en febrero, en la iglesia de Surp Hreshdagabed, en el distrito de Balat, apareció una pintada con la advertencia: "Estáis acabar [sic]". El año pasado, en la iglesia de Surp Takavor apareció otra pintada que decía: "Esta es nuestra patria".
En 2016, en el colegio armenio Bomonti Mkhitarian aparecieron pintadas que llamaban a "torturar a los armenios".
Los templos armenios en desuso cuyos feligreses fueron asesinados o deportados a la fuerza durante el genocidio suelen ser presa de los cazatesoros dedicados al saqueo. Algunos incluso se graban excavando en terrenos eclesiásticos, cementerios incluidos, y publican los videos en las redes sociales para presumir. Una iglesia armenia de Kars ha sido saqueada tantas veces que variosde sus muros se han derrumbado.
La iglesia apostólica armenia de Surp Giragos, en Diyarbakir, que sufrió daños en unos choques entre militares turcos y milicianos kurdos hace cinco años, lleva cerrada al público desde entonces, y este año sus feligreses celebraron la Pascua en una cafetería.
En febrero, la casa donde se cree que vivió el difunto poeta armenio Yeğişe Çarents fue destruida. Según el periódico Agos, se cree que la demolición fue cosa del ayuntamiento o del Gobierno regional de Kars, puesto que varias viviendas de la zona corrieron la misma suerte.
La comunidad armenia de Turquía consta actualmente de unos 60.000 individuos, y está menguando como resultado de la violencia y el "tenso ambiente político" que se registra en el país. Un armenio turco que se mudó con su familia a Europa declaró a Agos:
Queríamos que nuestros hijos vivieran en un entorno más civilizado. No ha habido paz en Turquía desde hace al menos cinco generaciones. Turquía no consigue alcanzar el 'nivel de las civilizaciones contemporáneas' y no parece que lo vaya a hacer en los próximos 30 años.
Seguir negando el genocidio armenio, sobre todo en un momento en que los cristianos están siendo perseguidos y masacrados en todo el mundo, es una de las formas que tiene Turquía de seguir retrocediendo, barbarizándose y malogrando sus aspiraciones de convertirse en parte de Europa.
Como dijo hace poco el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan:
No vemos el reconocimiento del genocidio armenio en el estricto contexto de las relaciones armenio-turcas. Lo vemos en el contexto de la prevención global de los genocidios, y de la preservación de la seguridad global, porque es obvio que el reconocimiento y la condena de los genocidios son los instrumentos más eficaces para impedir que se sigan cometiendo.