Moscú, que ha tenido unas relaciones muy estrechas con el recientemente depuesto presidente Buteflika, sigue los acontecimientos que se están produciendo en Argelia con precaución. En la imagen, el presidente ruso, Vladímir Putin, y el argelino Buteflika en Moscú en 2008. (Foto: (kremlin.ru) |
La reciente revuelta en Argelia, que culminó a principios de abril y puso fin a veinte años de gobierno de Abdelaziz Bouteflika, se está publicitando en el norte de África como la tardía "Primavera Árabe" del país.
Está por ver cuál será el resultado del golpe militar, que se ha llevado a cabo sin derramamientos de sangre y ha tenido el apoyo de la población de jóvenes del país, cada vez más descontentos. Pero Estados Unidos debería prestar mucha atención a lo que haga ahora Rusia, con sus crecientes movimientos en África en general y en Argelia en particular.
Moscú, que ha disfrutado de unas estrechas relaciones con Bouteflika, está observando el desarrollo de los acontecimientos en Argelia con cautela, esperando que el cambiante paisaje político de Argel no afecte a la cooperación en materia de defensa que ha durado décadas, que se reforzó sobre todo en 2006. Ese fue el año en que el presidente ruso, Vladímir Putin, accedió a perdonar la deuda argelina, con la condición de que Argel comprara bienes industriales, incluido equipamiento militar, a Moscú.
Desde entonces, Argelia se ha convertido en el mayor importador de armas de Rusia en África. Sin embargo, este amplio acuerdo comercial, que ha incluido la venta de misiles balísticos tácticos, aviones de combate de tecnología avanzada, lanzacohetes, tanques, sistemas antiaéreos y submarinos, se vio amenazado el año pasado, cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, firmó la entrada en vigor de la CAATSA (Ley para Contrarrestar a los Adversarios de Estados Unidos a través de Sanciones), por la que se imponen sanciones a los países que compren equipamiento militar a Rusia, y que se creó para contrarrestar las actividades contra EEUU por parte de Irán, Corea del Norte y Rusia, ésta última por anexionarse Crimea, apoyar al presidente Bashar Asad contra los rebeldes en la guerra civil siria y por intentar interferir en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.
Para evitar las sanciones de la CAATSA, Argelia —que depende de la compra de armas rusas para su defensa nacional— pidió el año pasado a EEUU una exención. Mientras, sin embargo, hay señales de que Argel tiene interés en mejorar la relación militar con Estados Unidos.
La dependencia de Argelia de las armas rusas, según un reciente análisis en The National Interest:
surge de un oscuro periodo de la historia del país, cuando los extremistas islámicos asesinaron a alrededor de doscientos mil ciudadanos en una misión para crear un Estado islámico; el baño de sangre duró la mayor parte de la década de 1990. Para Argelia, fue vital una relación de ejército a ejército con Rusia fue vital en esa coyuntura.
El embajador de Argelia en EEUU, Madjid Bouguerra, explicó:
En los noventa, cuando nos enfrentábamos a la agresión terrorista, ninguno de los países occidentales aceptó entregar equipamiento militar a Argelia para ayudarnos a combatir a los terroristas. Todos pensaron: "Es una guerra civil, y no tenemos que interferir ahí". Así que los únicos países fueron China y Rusia. Así que tuvimos que comprarles a ellos por nuestro bien, por el bien de nuestra propia seguridad nacional.
El actual cambio de régimen de Argelia podría darle a EEUU la oportunidad perfecta para cambiar el equilibrio de poder en la región y alejarlo de Rusia (o quizá no).
Hasta ahora, debido a la Ley Leahy de 1999, "el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa tienen vetado el suministro de ayuda militar a países que tengan en su historial violaciones de derechos humanos". Argelia tiene un expediente muy grave en este ámbito.
Hoy, sin embargo —sólo si esta inaceptable situación cambia de forma significativa— Estados Unidos podría prestar mucha atención y actuar en consecuencia.