Los ingenuos intentos de una serie de potencias occidentales por promover las relaciones con el recién instalado régimen talibán en Kabul se están viendo socavados por la intransigencia del propio movimiento islamista. En la imagen, tomada en la capital afgana el pasado día 11, talibanes armados organizan una manifestación protalibán con mujeres cubiertas por el burka a fin de mejorar la imagen del régimen ante los medios internacionales. (Foto: Aamir Qureshi/AFP, vía Getty Images). |
Los ingenuos intentos de una serie de potencias occidentales por promover las relaciones con el recién instalado régimen talibán en Kabul se están viendo socavados por la intransigencia del propio movimiento islamista.
Tras la dramática conquista del poder por parte del Talibán, prominentes líderes occidentales manifestaron su disposición a trabajar con el nuevo régimen afgano, luego de que algunos dirigentes talibanes dijeran que querían establecer una forma de gobierno más moderada que la que aterrorizó Afganistán a finales de los años 90 del siglo pasado.
En su primera conferencia de prensa tras hacerse con el control del país, los líderes del movimiento islamista prometieron proteger los derechos de las mujeres y garantizar la libertad de los medios, y ofrecieron una amplia amnistía para los altos cargos y los militares del Gobierno del presidente Ashraf Ghani, que colapsó tras la decisión del presidente de EEUU, Joe Bien, de poner fin a la asistencia militar norteamericana.
Zabihulá Muyahid, portavoz del Talibán, dijo que el grupo armado quería establecer relaciones pacíficas con otros países, y que no se permitiría a ninguna organización utilizar el territorio afgano para perpetrar ataques contra ningún país.
"Querría asegurar a la comunidad internacional, incluido EEUU, que no se dañará a nadie", afirmó Muyahid. "No queremos enemigos internos ni externos".
El tono más moderado adoptado por los líderes del Talibán ha llevado a una serie de dirigentes occidentales a mostrar su disposición a trabajar con el recién establecido Emirato Islámico de Afganistán, lo que ha suscitado el temor a que los talibanes consigan pronto su meta de obtener el reconocimiento de las potencias mundiales.
Aunque Biden se ha mostrado ambivalente y declarado que es algo que está en manos del Talibán, varios aliados clave de Washington han expresado un mayor entusiasmo por el establecimiento de relaciones con Kabul.
La última vez que controlaron Afganistán, en los años 90 del siglo pasado, los talibanes recibieron el reconocimiento de sólo tres países: Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos. En la actualidad, sus expectativas de obtener un amplio reconocimiento internacional han mejorado considerablemente luego de que una serie de prominentes políticos europeos manifestaran su disposición a trabajar con el nuevo régimen.
En una rueda de prensa celebrada tras la toma talibán del poder, Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la UE, dijo que la Unión estaba considerando seriamente establecer relaciones con el Emirato Islámico. "Los talibanes han ganado la guerra, así que tendremos que hablar con ellos", declaró. "No es una cuestión de reconocimiento oficial, sino de tratar [con ellos]".
El aparente entusiasmo de la UE por establecer relaciones con el Talibán tuvo eco en Alemania, donde Armin Laschet, el candidato de la Unión Democrática de Angela Merkel que aspira a suceder a ésta como canciller, advirtió de que "el arte de la buena política exterior" consiste en encontrar soluciones con Estados cuyos ideales y objetivos rechazan otras sociedades.
En cambio, Francia y el Reino Unido han sido más ambiguos. Así, el portavoz del Ministerio de Exteriores galo aseveró que el reconocimiento del Talibán "no es asunto de relevancia para Francia en estos momentos", mientras que el primer ministro británico, Boris Johnson, advirtió de que "sería un error para cualquier país reconocer un nuevo régimen en Kabul de forma prematura o bilateral".
Sea como fuere, la estrecha cooperación entre el Talibán y las fuerzas occidentales en el aeropuerto de Kabul durante la reciente evacuación de los extranjeros significa que habrá destacados políticos europeos que seguirán con la idea de que quizá sea posible procurar pronto reconocimiento oficial al nuevo régimen.
Los planes europeos para forjar lazos estrechos con Kabul están sin embargo siendo severamente socavados por la conducta del Talibán, que, en vez de cumplir su promesa de corregirse, parece volver por sus viejos fueros.
Tras nombrar a una serie de destacados combatientes para cargos de primer nivel, los talibanes están siendo acusados de mandar escuadrones de la muerte a capturar y matar a antiguos miembros de las fuerzas de seguridad afganas.
Informaciones recientes dicen que al menos cuatro agentes de las fuerzas antiterroristas de élite han sido cazados y eliminados en las últimas tres semanas. En uno de los casos, a la víctima le arrancaron las uñas antes de tirotearla.
Se dice que las víctimas habían pertenecido a las unidades 011 y 041, fuerzas adiestradas por EEUU y GB y responsables de buscar e interrogar a los talibanes. Su sede estaba en el cuartel general de los servicios de inteligencia afganos, el Directorio Nacional de Seguridad.
Lo implacable de la persecución talibán contra sus antiguos enemigos ha llevado al exconsejero norteamericano de seguridad nacional HR McMaster a advertir a las naciones occidentales contra el establecimiento de relaciones diplomáticas con el nuevo régimen de Kabul.
"Debemos dejar de pretender que el Talibán ha cambiado", escribió McMaster en el Sunday Times británico. "Nuestro autoengaño ha llevado a muchos a abrazar una inversión orwelliana de la moralidad en la que ven a los terroristas yihadistas como socios".
Sabemos quiénes son, cómo han sido reclutados y por qué son peligrosos. El Talibán está determinado a imponer una brutal forma de la sharia al pueblo afgano y están relacionado con terroristas igualmente determinados a seguir librando la yihad contra quienes no estén conformes con su pervertida interpretación del islam.
Ciertamente, a juzgar por su actitud cada vez más intransigente, hay pocas pruebas que sugieran que los talibanes están listos para adoptar un enfoque más conciliador sobre la manera de gobernar al pueblo afgano, lo cual ha de ser tenido en cuenta antes de que los líderes europeos cometan el desastroso error de brindar legitimidad internacional al nuevo régimen islamista afgano.