El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, está tratando de hacer de Turquía un caso único de oxímoron político: estamos ante un aliado "inapreciable" de la OTAN que tiene además una alianza estratégica y militar con Rusia. Con la carta rusa en la mano, no dejará de regatear con Occidente mientras no tenga que pagar caro su romance con Moscú. En la imagen (fuente: kremlin.ru), Erdogan (derecha) con el presidente de Rusia, Vladímir Putin. |
Turquía es miembro de la OTAN desde 1952. El pasado 6 de octubre, el puerilmente ingenuo secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, lo ensalzó como "un importante aliado [que] desempeñó un papel importante en la derrota de Daesh". Ambas cosas son groseramente incorrectas: Turquía se está convirtiendo en un importante aliado no de la OTAN sino de Rusia, y las milicias irregulares con las que anda aliada en Siria son los restos yihadistas de Daesh (el Estado Islámico).
Como un amante despechado, profundamente ofendido por la negativa del presidente de EEUU, Joe Biden, a reunirse con él aprovechando la celebración de la Asamblea General de la ONU en Nueva York el pasado septiembre, el presidente islamista de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, acudió raudo a la localidad rusa de Sochi, ribereña del Mar Muerto, para mantener un cara a cara con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, el día 29 de ese mismo mes. En su viaje de regreso de Nueva York, Erdogan declaró a la prensa: "En las relaciones de Turquía con EEUU, las señales no son buenas".
En una entrevista con el programa de la CBS Face the Nation, Erdogan dijo que la negativa de EEUU a entregar a Turquía los cazas F-35 que había convenido adquirir y los misiles Patriot que quería comprar no dejaron a su país más opción que recurrir a Rusia y a su sistema misilístico de defensa antiaérea S-400. Este asunto fue objeto de disputa entre Turquía y la OTAN tanto en tiempos de Obama como en los de Trump.
"En el futuro, nadie podrá interferir en los sistemas defensivos que adquiramos, a qué país y en qué nivel. Nadie puede interferir en eso. Somos los únicos que tomamos esas decisiones", declaró Erdogan. Turquía planea comprar una segunda tanda de S-400 a Rusia, y exigir que EEUU le pague 1.400 millones de dólares por los F-45 que no recibió luego de ser expulsada del consorcio internacional –encabezado por EEUU– que construye dichos cazas.
Las apuestas están en todo lo alto. Erdogan juega la carta rusa para evitar nuevas sanciones por la compra de los S-400. Mientras, la oficina de Robert Menendez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, ha afirmado que la ley estipula que se sancione a "cualquier entidad que haga negocios significativos con los sectores militar y de inteligencia rusos". El Comité de Asuntos Exteriores del Senado norteamericano tuiteó: "Toda nueva compra turca implicará nueva sanciones", en alusión a la decisión norteamericana, adoptada en diciembre de 2000, de aplicar a Turquía la Caatsa (Ley para Contener a los Adversarios de EEUU por medio de Sanciones) por sus adquisiciones de S-400.
En Sochi, Erdogan se reunió con Putin sólo en presencia de los intérpretes (sin una delegación oficial), desafiando la jurisprudencia diplomática. Sonriendo a las cámaras, ambos líderes describieron el encuentro como "útil". Erdogan dijo que Turquía y Rusia acordaron cooperar tecnológicamente en sectores defensivos fundamentales como el de la aeronáutica, la maquinaria, el submarino y el espacial. Además, Ankara y Moscú tratarán de la construcción, por parte de Rusia, de dos plantas nucleares en Turquía, que se sumarían al reactor nuclear de 10.000 millones de dólares ya construido en la costa mediterránea turca.
Estos proyectos estratégicos aumentan aún más la dependencia turca de Rusia, que es también el mayor suministrador de gas del país euroasiático.
«El alejamiento turco de Occidente no cesa", apuntó Eugene Kogan, analista de defensa y seguridad radicado en Tiflis (Georgia), al Instituto Gatestone.
Putin y su Administración son bien conscientes de la debilidad turca: a) su economía va de mal en peor; b) [en Turquía] la pandemia no está controlada; c) los precios del gas suben pero Rusia está dispuesta a ofrecerle un descuento de amigo; 4) sus compras de material bélico tienen que hacer frente a un Senado norteamericano hostil.
Aykan Erdemir, exdiputado turco actualmente radicado en Washington DC, escribió en un email al autor de este artículo que la posición de Erdogan debería servir de alerta. Dice Erdemir:
Las declaraciones de Erdogan sobre la compra a Rusia de una segunda remesa de S-400 debería ser una llamada de atención para los funcionarios de la Administración Biden, que apenas el mes pasado se han referido a Turquía como un "socio inestimable" y un "importante aliado en la OTAN".
La insistencia de Erdogan en una segunda remesa de S-400 muestra que se siente impune desde que, el pasado junio, ofreció asistencia a la Administración Biden durante y después de la retirada norteamericana de Afganistán.
La impunidad de Erdogan también se explica por la demora con que Trump impuso las sanciones Caatsa a Ankara en el último mes de su presidencia, y sólo después de la presión bipartidista del Congreso, pues él prefería unas sanciones relativamente más suaves que no consiguieron una disuasión significativa.
El presidente turco seguirá desempeñando su papel de saboteador en la OTAN y brindando oportunidades a Putin para el socavamiento de la alianza transatlántica y sus valores.
Dada la dependencia que tiene la Administración Biden del Gobierno de Erdogan en Afganistán restringe severamente la capacidad de Washington para reaccionar ante las transgresiones de Ankara, se necesita una acción bipartisana en el Congreso para recomponer la disuasión norteamericana y de la OTAN ante los desafíos planteados por los presidentes ruso y turco.
Erdogan está tratando de hacer de Turquía un caso único de oxímoron político: estamos ante un aliado "inapreciable" de la OTAN que tiene además una alianza estratégica y militar con Rusia. Con la carta rusa en la mano, no dejará de regatear con Occidente mientras no tenga que pagar caro su romance con Moscú.