"Creemos en la importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación entre Estados Unidos y la RPC [República Popular China] para gestionar responsablemente la relación", declaró el general de brigada Pat Ryder, portavoz del Pentágono, en un comunicado del 7 de febrero. "Lamentablemente, la RPC ha declinado nuestra petición. Nuestro compromiso de mantener abiertas las líneas de comunicación continuará".
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, había intentado concertar una conversación telefónica con el ministro de Defensa chino, general Wei Fenghe, tras el derribo del globo espía chino el 4 de febrero, pero el funcionario chino se negó a atender la llamada.
Austin debe de estar acostumbrado a ser rechazado por Wei. En noviembre, en Camboya, en una reunión de ministros de Defensa, Austin propuso reabrir los canales de comunicación que Pekín había interrumpido tras el viaje a Taipei de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. De momento, los chinos no han respondido. "Dado que las irresponsables fechorías de EEUU no han logrado crear una atmósfera de comunicación entre los ejércitos de ambos países, China no acepta la propuesta de EEUU de convocar a los jefes de defensa", declaró el portavoz del Ministerio chino de Defensa, Tan Kefei, en palabras recogidas por el diario semioficial Global Times.
Bien. Estados Unidos debería dejar de intentar hablar con China.
Hay muchas cosas mal en los intentos de Austin de comunicarse con Wei. De entrada, el rango de Wei está muy por debajo del de Austin. Como ministro de Defensa, Wei es un funcionario del Gobierno central con poca o ninguna autoridad sobre el ejército chino. El Ejército Popular de Liberación no depende del Gobierno chino. Depende del Partido Comunista.
El funcionario del Partido Comunista con rango comparable al de Austin es Xi Jinping, en su calidad de presidente de la Comisión Militar Central. Nuestro secretario de Defensa debería insistir en hablar con los que están al mando.
A los estadounidenses les encanta hablar. "Espero que Estados Unidos y China puedan encontrar la manera de dialogar sobre estas cuestiones", le dijo Leon Panetta, secretario de Defensa durante la presidencia de Obama, a Andrea Mitchell el 9 de febrero en su programa de MSNBC, refiriéndose al incidente del globo espía. Como se desprende del comentario de Panetta, a los estadounidenses les gusta el diálogo. Creen, como artículo de fe, que debe haber comunicación para el mantenimiento de las relaciones. De hecho, la comunicación con China ha empeorado las cosas durante décadas.
¿Por qué? Los intentos estadounidenses de diálogo refuerzan a los peores elementos del sistema político chino, al demostrar a todos los demás que la mala conducta funciona. El ciclo es bien conocido en Pekín: China adopta una actitud beligerante y Estados Unidos intenta entonces aplacar al régimen hostil. Los intentos desesperados de hablar hacen que EEUU parezca un suplicante.
Por desgracia, Austin reforzó esa imagen tras el derribo. Como le dijo a Gatestone James Fanell, del Geneva Centre for Security Policy: si el secretario Austin iba a llamar a alguien en Pekín, no debería haberlo hecho después del derribo del globo, como si Estados Unidos intentara justificar su acción; sino cuando el artefacto se aproximó al espacio aéreo estadounidense, a finales de enero.
Los norteamericanos se centran en que todo el mundo se entienda. "Creo que es importante que intentemos evitar un error de cálculo", le dijo Panetta a Mitchell. "Es importante que Estados Unidos y China desarrollen al menos un procedimiento para intentar trabajar juntos en este tipo de cuestiones y evitar lo que podría ser un caso que nos llevara a una guerra".
¿Un "procedimiento"? Los estadounidenses ya tienen numerosos procedimientos consultivos con los militares chinos, como los consignados en un acuerdo de 2008 para el establecimiento de una línea directa entre militares y el Memorando de Entendimiento de septiembre de 2015 sobre el mismo tema. El Ejército Popular de Liberación ha seguido ignorando los mecanismos de comunicación. "No se puede confiar en que la República Popular China cumpla ningún acuerdo que firme", señala Fanell, capitán retirado de la Marina estadounidense y exdirector de Inteligencia y Operaciones de Información de la Flota del Pacífico.
Los dirigentes chinos no quieren mantener comunicaciones con extranjeros hasta que fijen sus posiciones tras negociaciones y deliberaciones internas. En palabras de Associated Press, se malician que los americanos quieran hablar "para librarse de las consecuencias de una provocación estadounidense". Ningún acuerdo puede conseguir que los funcionarios chinos dialoguen cuando consideran que el diálogo no redunda en su interés. En resumen, China sólo hablará cuando quiera.
¿Qué debe hacer Washington ahora?
Estados Unidos debería invertir la dinámica y romper la comunicación con China. Romper el diálogo podría intimidar a los dirigentes y funcionarios chinos. ¿Qué pensará Pekín cuando los americanos, normalmente deseosos de hablar, no llamen e incluso se nieguen a contestar al teléfono?
Además, Washington puede redoblar la presión ordenando a Pekín que cierre los cuatro consulados que le quedan en EEUU y que reduzca el excesivo personal de su embajada a sólo el embajador. Ordenar ahora esos cierres y expulsiones pondría de relieve, entre otras cosas, que Estados Unidos ya no está dispuesto a tolerar comportamientos peligrosos.
Si estas medidas no funcionasen, Washington podría romper otros vínculos –relacionados con el comercio, la inversión, la cooperación técnica– que Pakín necesita para su maltrecha economía, algo que EEUU debería hacer de todos modos.
¿Son arriesgados estos pasos? Sí, pero tras décadas de política errónea, cualquier opción es arriesgada; y la más arriesgada de todas es continuar con un planteamiento que creó esta peligrosa situación.
Los funcionarios chinos afirman que Estados Unidos ya no les disuade. Los americanos deben tomarles la palabra e intentar algo diferente para restablecer la disuasión.
La descarada intrusión del globo muestra la absoluta falta de respeto del régimen de Pekín hacia Estados Unidos. No sabemos por qué los chinos pensaron que podían salirse con la suya con semejante acto, pero los intentos de diálogo no pueden resolver el problema.
En cualquier caso, los estadounidenses pueden preguntarse qué sentido tiene hablar con un régimen que no está dispuesto a tratar con su país de buena fe.
Los chinos son maestros en el arte de conseguir lo que quieren sin hablar. Los estadounidenses también necesitan aprender esta habilidad.