Nuevas pruebas indican que algunos de los manifestantes favorables a Morsi que, al parecer, habían muerto a manos del Ejército egipcio tras el derrocamiento del presidente, miembro de los Hermanos Musulmanes, en realidad fueron asesinados por compañeros que se manifestaban a favor del expresidente. Lo hicieron, según los informes, para incriminar a los militares, incitar a más violencia islamista y desórdenes públicos, y ganarse las simpatías de América, que ha sido extremadamente crítica con el Ejército, especialmente en el contexto de la violencia producida después de la destitución de Morsi.
El programa de la televisión árabe por satélite Al Dalil ("La evidencia") mostraba recientemente dichas pruebas, que consistían fundamentalmente en grabaciones de vídeo.
Uno de los vídeos registra acontecimientos del 8 de julio, durante las manifestaciones a favor de Morsi ante el edificio de la Guardia Republicana en El Cairo, donde estaba retenido el expresidente, y donde comenzó el enfrentamiento entre los militares y los Hermanos Musulmanes. La grabación muestra a un hombre joven con la cabeza rapada y barba de estilo salafista que se acerca a la barrera de la Guardia; es alcanzado por un disparo, cae al suelo y muere -mientras otros manifestantes estallan de ira contra los militares. Tal y como lo reproduce el vídeo, parece claro que fueron éstos quienes le dispararon.
Sin embargo, si se ve el vídeo a cámara lenta y con zoom, se observa claramente que alguien de detrás de él, entre la multitud de partidarios de Morsi, le disparó. Durante todo el tiempo de la caída, a cámara lenta, sigue mirando hacia la Guardia Republicana. Pero, cuando la cámara se acerca, se ve que la herida de bala y la sangre están en la parte de atrás de su cabeza; la de delante, que apunta hacia los militares incluso mientras cae, no parece tener ni un rasguño. Teniendo en cuanta que los guardias estaban frente a él, parece evidente que uno de sus compañeros partidarios de Morsi le disparó por detrás.
El mismo día que murió, entre otros, el hombre que aparece en el vídeo, Muhamad Mahsub, un político y antiguo miembro de los Hermanos Musulmanes, tuiteó lo siguiente:
La Hermandad sacrifica a sus jóvenes en las calles, incluso mientras los hijos de sus líderes están en resorts de playa… Alá maldiga a los hipócritas [cita un versículo del Corán] (…) Advertí repetidamente a Al Baltagi contra su plan de provocar a los militares para implicarlos en un ataque contra los manifestantes, pero insiste en su plan…
Baltagi es un dirigente de los Hermanos Musulmanes que ha sido particularmente elocuente sobre "vengarse" de los militares; al parecer también goza de una estrecha relación con la muy detestada embajadora estadounidense en Egipto, Anne Patterson.
Otro vídeo que ha aparecido en Al Dalil es aún más evidente. Un vehículo blindado aparece circulando lentamente junto a un grupo de manifestantes pro Morsi, algunos de ellos fácilmente reconocibles por sus barbas de estilo salafista. Se escucha un disparo, y el hombre que está más cerca del vehículo cae al suelo. De nuevo, parece que hayan sido los hombres del blindado los que le disparan.
Sin embargo, si se vuelve a reproducir el vídeo a cámara lenta, se distingue que es el hombre del gilbab (túnica larga de estilo musulmán) que está justo detrás del hombre asesinado, en realidad, quien le dispara, y que luego camina hacia otro hombre que se encuentra cerca, le entrega el arma y, rápidamente, desaparece de la escena. Incluso se oye cómo preguntan al hombre que graba la escena desde el tejado: "¿Disparó el coche [el vehículo blindado]?" y que éste responde: "No, no".
Aún así, el efecto perseguido por los Hermanos Musulmanes con todos estos sacrificios humanos se ha conseguido: como en el caso del otro hombre, al que dispararon frente a la Guardia Republicana, muchos otros manifestantes corrieron hacia el caído, profiriendo proclamas islamistas y jurando guerra implacable a los militares que, supuestamente, "dispararon primero".
Este segundo incidente hizo que el Partido de la Libertad y la Justicia, el brazo político de los Hermanos Musulmanes, llamara a "un levantamiento del gran pueblo de Egipto contra aquéllos que tratan de robar su revolución con tanques".
Para muchos islamistas, matar a un aliado para dar más poder al islam es legítimo, especialmente en el marco de dos ideas: 1) la yihad [guerra al servicio del islam], en la jurisprudencia musulmana (en su función de hacer supremo al islam bajo Mahoma), es considerada la cúspide del islam; y 2) el concepto jurídico islámico global de que "la necesidad hace que lo prohibido sea permisible" – en otras palabras, que un fin piadoso, como fortalecer al islam, justifica el uso de medios prohibidos. Todo lo que importa es la intención que tenga uno, la niya.
Así, matar a correligionarios musulmanes, la mentira, la prostitución, hasta la sodomía: todo se vuelve permisible, mientras se consideren formas de hacer que el islam avance y sea más poderoso. Quienes cometen o promueven incluso los crímenes más horribles son exonerados, y aquéllos que son sacrificados en pro del islam -como esos partidarios de Morsi asesinados por los Hermanos Musulmanes- son considerados mártires que alcanzarán el nivel más alto del paraíso. Desde un punto de vista islamista, es una situación en la que sólo se puede ganar.