Desde que Israel declaró su independencia, una de las principales tácticas árabes ha sido explotar el talón de Aquiles de los judíos: su muy desarrollada cultura, que respeta y valora la vida, y su defensa de los derechos humanos.
Soy de origen árabe, y conozco desde hace tiempo el estereotipo árabe de Occidente e Israel: que son débiles porque les importan las vidas de sus propias gentes y por su afán de respetar los derechos humanos de sus enemigos. Se cuenta que Golda Meir dijo: "Podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos. Lo que no podemos perdonarles es que nos obliguen a matar a los suyos".
Hasta ahora, Israel se ha ajustado a ese estereotipo árabe –como en el caso de los golpes en el tejado en Gaza para advertir a los residentes que evacuen los edificios que son objetivos militares antes de que se apunte contra ellos–, pero conversando con sionistas observo que esa actitud parece estar cambiando. Aunque los judíos siempre darán valor a la vida, su determinación de minimizar las bajas del enemigo y respetar sus derechos humanos a casi cualquier coste podría estar debilitándose, y es probable que sean los palestinos quienes paguen el precio.
En la Guerra de Independencia, el bando árabe se aseguró de que no quedara un solo judío en su lado de las líneas de armisticio de 1949, pero los judíos permitieron a un gran número de árabes permanecer en el lado israelí. Hoy esos árabes constituyen el 20 por ciento de la población israelí.
El respeto de Israel por los derechos humanos de los árabes que viven en Israel ha sido utilizado por los árabes contra Israel. La idea de que viva un solo judío en el lado árabe es demonizada, y cualquier normalización con los judíos es vivamente rechazada.
En cambio, los árabes que viven en Israel cuentan sistemáticamente con parlamentarios árabes, incluso antisionistas que apoyan abiertamente a los terroristas palestinos. Si Israel expulsa a esos políticos de la Knéset –hay una proposición de ley al respecto–, es acusado por Occidente de antidemocrático, pero si no los expulsa los árabes lo ven como una debilidad.
Durante la Guerra de los Seis Días de junio de 1967 –una guerra defensiva en la que Israel repelió a las tropas árabes atacantes, que incluían a Jordania y Egipto–, Israel conquistó grandes porciones de territorio, como la Península del Sinaí, la Margen Occidental y Gaza. Israel ofreció inmediatamente devolver territorio a cambio de obtener reconocimiento y de la paz. Menos de tres meses después, el 1 de septiembre de 1967, llegó la respuesta en la forma de los famosos tres noes de la Conferencia de Jartum: no a la paz, no al reconocimiento, no a las negociaciones con Israel.
Israel podría haber hecho como los árabes y deportado a todos los árabes del territorio que ocupó, pero no lo hizo. Precisamente porque Israel respetó los derechos humanos de los árabes, y a pesar de que iba contra sus intereses, Israel dio a los palestinos una plataforma desde que se afanan en la destrucción de Israel.
Hoy, el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) sigue aplicando la misma e hipócrita doble moral en un claro esfuerzo por lograr la extinción de Israel. Sus líderes han proclamado sin ambages que no están interesados en una solución de dos Estados. Quieren que un único Estado árabe reemplace a Israel. Parten de la suposición de que, tarde o temprano, Israel se verá obligado a anexionarse la Margen Occidental y dar la ciudadanía israelí a todos sus habitantes. Después de eso, la destrucción de Israel como Estado judío podría ser sólo cuestión de tiempo.
La opinión predominante en el lado sionista es que la solución que la mayoría de los judíos ha aceptado como ética desde la década de 1940 –la solución de los dos Estados– no está funcionando. La inmensa mayoría de los sionistas culpa a la constante negativa de los árabes a aceptar dicha solución y al hecho de que, cuando se han celebrado negociaciones, los palestinos nunca han sugerido ni una contraoferta razonable. Incluso el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, supuestamente el líder más moderado de los palestinos, jamás ha aceptado una solución de dos Estados salvo que incluyera un derecho palestino al retorno, cuyo resultado sería un Estado plenamente árabe junto a un Estado con mayoría árabe, lo cual es otra forma de lograr la extinción del Estado judío.
Israel, de nuevo entre la espada y la pared, tendrá que elegir, antes o después, entre renunciar al Estado judío o rebajar los estándares de derechos humanos que aplica a los palestinos. Parece cada vez más claro que los israelíes no van a elegir lo primero. Yo tampoco lo haría, en su lugar. Un indicio es una proposición de ley para deportar a las familias de los terroristas. Otra proposición de ley pretende expulsar de la Knéset a quienes apoyen abiertamente a los terroristas.
El abogado estadounidense especializado en derechos humanos Alan Dershowitz ha advertido repetidas veces de que el movimiento BDS está destruyendo la posibilidad de una solución de dos Estados negociada, al hacer creer a los líderes palestinos que no necesitan comprometerse a nada. Dershowitz no ha aventurado qué pasaría si el movimiento BDS sigue su actual rumbo. Sólo ha predicho, de forma general y obvia, que eso produciría "más guerras, más muertes y más sufrimiento".
Si persiste esta táctica de los árabes y el BDS, los israelíes podrían situarse a la derecha de su actual primer ministro, Benjamín Netanyahu, y elegir un Gobierno para el cual los derechos humanos de los palestinos sean una prioridad menor. Dicho Gobierno sería mucho menos reacio que Netanyahu a ampliar los asentamientos en toda la Margen Occidental y a responder con el uso aplastante de la fuerza a los ataques terroristas, haciendo por tanto las vidas de los palestinos mucho más difíciles y perjudicando gravemente el sueño de la estatalidad palestina.
Los defensores del BDS parecen apoyarse en la creencia de que Israel nunca haría tal cosa, pero se equivocan por varios motivos:
- Los judíos de Israel no se suicidarán. Hasta ahora, cada vez que se han negado a adoptar enfoques contrarios a los derechos humanos, dichas decisiones no fueron fatídicas para Israel. La solución de un solo Estado con igualdad de derechos para todos, en cambio, sí sería fatídica para Israel, y la mayoría de los judíos de Israel no la aceptaría.
- Israel puede ver cómo el resto de Oriente Medio ha participado incurrido impunemente en operaciones de limpieza étnica, contra los judíos, los cristianos, etc. También ven que Occidente no toma serias medidas contra ello.
- Los israelíes saben que los árabes han estado maltratando a los palestinos durante casi 70 años, así que los Estados árabes no van a arriesgarse a perder más guerras contra Israel en pro de los palestinos, a los que ya de por sí desprecian (asumiendo que los divididos árabes puedan siquiera formar una coalición viable contra Israel).
- Uno de los factores que está refrenando a la derecha de Israel es el riesgo de perder el apoyo de Occidente. Sin embargo, con el creciente movimiento BDS, Israel podría sentir que ya ha perdido ese apoyo de todos modos y que no le queda nada que perder.
Durante casi 70 años, los árabes han jugado a un juego muy peligroso, contando con los escrúpulos de los judíos para convertir cada derrota en una victoria parcial. A lo largo de la historia, los perdedores de las guerras, y sobre todo si las empezaron, se han visto obligados a vivir bajo las normas del ganador, mientras que los árabes se han negado a vivir bajo las normas de Israel e incluso han rechazado sistemáticamente las soluciones intermedias de dos estados que habrían sido razonables para ambas partes. Sólo cabe esperar que, como Egipto y Jordania, decidan pronto vivir en paz con un vecino que ha resultado tratar mucho mejor a los palestinos que sus propios hermanos árabes, y que, al fin y al cabo, no está tan mal. Sólo cabe esperar que los líderes palestinos empiecen a promover una cultura de la paz en lugar de una cultura del odio.
Fred Maroun: Periodista canadiense de origen árabe.