Ivan Cerejsnes, arquitecto que reside actualmente en Jerusalén, fue presidente de la comunidad judía de Sarajevo en la época de aquella guerra. También era vicepresidente de la Federación Yugoslava de Comunidades Judías.
Ivan Ceresnjes. |
"En tiempos de guerra, las comunidades judías se convertían a menudo en chivos expiatorios y víctimas de los combatientes. En la guerra civil de Bosnia-Herzegovina de principios de los años 90, ocurrió justo al revés. La comunidad judía de Sarajevo, la capital del país, prestó servicios humanitarios indiscriminadamente a todas las personas de todas las religiones, y era respetada por los tres bandos en guerra: los musulmanes, los ortodoxos serbios y los católicos romanos croatas.
"La ofensiva militar serbio-bosnia para hacerse con el control de Sarajevo empezó el 6 de abril de 1992. Sus soldados abrieron fuego contra la ciudad desde tres lados. Tres semanas después, se completó el asedio a la ciudad. En marzo, ciudadanos de diversas religiones seguían marchando unidos en Sarajevo por la paz en Bosnia.
"Asistí a una reunión de varias ONG, en representación de la comunidad judía, de todas las religiones donde había representantes de la Cruz Roja. En 1990, habíamos reactivado la asociación benéfica de la comunidad, La Benevolencija, que se fundó en 1892. En 1946 la prohibió el gobierno comunista yugoslavo.
Después de esa reunión, sólo reaccionó una ONG extranjera: el American Joint Distribution Committee (JDC). Habían ayudado a la comunidad judía yugoslava desde 1920 como parte de su actividad habitual, que habían proseguido. Aunque el JDC no estaba preparado para el posible estallido de las hostilidades, actuó con rapidez.
"El 1 de mayo de 1992 estalló la batalla de Sarajevo, que ya estaba totalmente rodeada. Hubo muchos incendios en la ciudad. La gente se disparaba unos a otros desde el otro lado del río. Había cadáveres por todas partes. Junto al río, el cuerpo de un joven soldado serbio yació durante semanas en un vehículo del ejército porque nadie se atrevía a retirarlo.
"Uno de los lugares desde los que los serbios bosnios disparaban contra la ciudad era el viejo cementerio judío, que quedó dañado durante la guerra. Se encuentra en un terreno inestable sobre una colina, y podría desaparecer del todo en las próximas décadas.
"Conseguimos un coche para recoger a los voluntarios judíos en la parte nueva de la ciudad y los llevábamos al centro de nuestra comunidad cada día. Había un caos tremendo, y sin embargo los proveedores de alimentos se quedaron en la ciudad y, con dinero del JDC, compramos comida y medicamentos. La Benevolencija abrió una farmacia en el centro de la comunidad, donde quienes lograban llegar podían conseguir medicinas gratis. La presión se volvió enseguida muy fuerte, y contactamos con el propietario musulmán de una herrería que ya no estaba operativa al otro lado de la carretera, para preguntarle si podíamos trasladar la farmacia allí. Nos dejó usar su local gratis.
"La Benevolencija abrió dos farmacias gratuitas más en otras partes de la ciudad. Luego empezamos también con el reparto de alimentos gratuitos a quienes venían, fuesen del bando que fuesen. Las asociaciones benéficas católicas romanas cuidaron exclusivamente de los católicos, salvo que estuvieses dispuesto a convertirte. Las organizaciones benéficas musulmanas se preocuparon sólo de los musulmanes. Nadie cuidaba de los serbios ortodoxos porque se les consideraba el enemigo. A nosotros nos venía sobre todo gente de la Ciudad Vieja, que era rechazada en todas partes. Otros no se atrevían por los disparos. En el centro de la comunidad judía, había colgado un cartel que decía que allí no se debía hablar de política.
"Pasado algún tiempo creamos los "Amigos de La Benevolencija", organizaciones de apoyo en el extranjero. La primera fue en los Países Bajos, donde el Gobierno también hizo donaciones. También hubo organizaciones como estas en Suiza, Alemania y Francia. El mayor problema, sin embargo, era el transporte. Sólo en raras ocasiones recibimos alguna ayuda del destacamento de Naciones Unidas en la ciudad.
"Normalmente contratábamos a camioneros privados con los que creábamos un convoy. Durante la batalla de Sarajevo, que duró desde abril de 1992 hasta noviembre de 1995, logramos traer 100.000 toneladas de suministros. También era difícil encontrar gasolina, que era el producto más importante por allí y todo el mundo lo robaba. Casi siempre empezábamos los convoyes en el lado bosnio-croata. Utilizamos dos veces el territorio de los bosnios-serbios como punto de origen.
"Para que estos convoyes pasaran los controles, teníamos que informar a las partes en guerra que los camiones sólo llevaban alimentos y medicinas. También teníamos que darles una lista de todas las mercancías transportadas. Prohibieron artículos muy gravados como chocolatinas, café, cigarrillos y cosméticos. Pronto nos dimos cuenta de que no teníamos alimentos ricos en proteínas, como carnes, sólo pasta, judías y aceite. Los franceses trajeron dos camiones de agua embotellada porque pensaron, correctamente, que se cortarían los suministros de agua".
Cerejsnes termina mencionando otra importante contribución del JDC. "Nos dieron una estación de radio donde todos los que estaban atrapados en Sarajevo podían comunicarse con sus familiares en el extranjero. La JDC también pagó las facturas de teléfono".