Los palestinos que viven en campos de refugiados en el mundo árabe se están enfrentando a la limpieza étnica, el desplazamiento y la muerte, pero al parecer sus líderes en la Margen Occidental y la Franja de Gaza están demasiado ocupados despedazándose para darse o cuenta o que les importe demasiado.
Parece como si la Autoridad Palestina (AP) y Hamás estuviesen compitiendo por quién lo hace peor. Claramente, a ninguno de los dos regímenes les importa un bledo el sufrimiento de su gente en el mundo árabe.
El presidente de la AP, Mahmud Abás, que tiene previsto viajar a Washington en las próximas semanas para mantener su primera reunión con el presidente de EEUU, Donald Trump, pasa la mayor parte del tiempo en el extranjero. Casi no hay país en el mundo que no haya visitado desde que llegó al cargo, en enero de 2005.
Hamás, por su parte, está demasiado atareada dando caza a los palestinos sospechosos de colaboración con Israel, y armando a sus militantes todo lo que pueda para la guerra contra Israel, como para dedicar mucho tiempo al bienestar de los dos millones de personas que viven bajo su férula en Gaza. Hamás tiene recursos, pero los destina a excavar túneles hacia Israel y a introducir armas ilegalmente en la Franja.
El trotamundos Abás, al que se le extiende la alfombra roja dondequiera que aparezca, no tiene tiempo de atender a su deprimido pueblo en los países árabes. Abás dedica más del 90% de sus discursos a acusar a Israel, apenas murmura una palabra sobre las atrocidades cometidas contra su gente en Siria, el Líbano, Libia e Irak. El presidente de la AP, de 82 años, está, como siempre, enteramente ocupado en su supervivencia política.
Los verdaderos enemigos de Abás son sus críticos, como el expatriado líder de Fatah Mohamed Dahlán y Hamás. Abás se está concentrando en debilitar a Dahlán y evitar que Hamás se haga con el control de la Margen Occidental. En los últimos años, también ha mostrado obsesión con aislar y deslegitimar a Israel en el ámbito internacional. Para él, esta misión es más sagrada que salvar vidas palestinas.
Significativamente, ni la Autoridad Palestina de Abás ni Hamás se atreven a criticar a los países árabes por su maltrato a los palestinos. Esto, cuando menos, sí lo han captado bien: los críticos en los países árabes pagan un precio desorbitado por su franqueza.
Detengámonos un momento en la agenda de la más reciente cumbre de la Liga Árabe, celebrada en Jordania. En este fastuoso encuentro se guardó un ostensible silencio sobre el sufrimiento de los palestinos en los territorios árabes. A los jefes de Estado y monarcas árabes no les gusta que se les recuerde lo mal que tratan a los palestinos, cómo los someten a leyes discriminatorias y de apartheid. Tras el apoyo público árabe a los palestinos sólo hay una despiadada política de opresión que es en buena medida ignorada por los líderes palestinos, la comunidad internacional y los principales medios occidentales.
Esta apatía ha convertido a los palestinos que se encuentran en los países árabes en una presa fácil.
El campo de refugiados de Yarmuk, próximo a Damasco, que en el pasado albergó a más de un millón de palestinos, está prácticamente vacío tras seis años de guerra civil siria. La mayoría de las viviendas han quedado dañadas o destruidas como consecuencia de las luchas entre el Ejército sirio, las facciones palestinas, los terroristas del ISIS y los grupos de oposición sirios. Desde el inicio de la contienda han muerto más de 3.400 palestinos en Siria. Se cree que varios miles de palestinos están retenidos en las cárceles del régimen sirio. Otros 8.000 han huido de Siria a los países vecinos.
En el cercano Líbano, las condiciones de los palestinos no son mejores. Los campos de refugiados palestinos, en los que viven cerca de medio millón de personas, fueron hace mucho tiempo convertidos en guetos cercados por las fuerzas de seguridad libanesas. En los últimos años se han convertido en campos de batalla para bandas rivales palestinas y otros terroristas, muchos de los cuales están asociados a Al Qaeda o el ISIS.
Hace unos diez años, el campo de refugiados de Nahr al Bared, en el norte del Líbano, fue bombardeado por el Ejército libanés; la mayoría de las casas quedaron destruidas. Decenas de miles de palestinos tuvieron que huir del campo; cientos fueron asesinados y heridos después de que un líder terrorista palestino, Shaker al Absi, y sus hombres lanzaran una serie de ataques mortíferos contra objetivos libaneses y el Ejército libanés asaltara el campo. Antes de ser atacados por el Ejército libanés, Al Absi y sus hombres se habían atrincherado en del campo, utilizando a los civiles como escudos humanos.
El escenario de Nahr al Bared se está repitiendo ahora en otro campo de refugiados palestinos en el Líbano, el de Ain al Hilweh. Como en el caso anterior, un líder terrorista, Belal Bader, ha encontrado refugio dentro del campo, que alberga a más de 50.000 palestinos. Como Al Absi, Bader está asociado a organizaciones islámicas radicales como Al Qaeda y el ISIS. La presencia de Bader en el campo ha desencadenado una guerra de bandas entre facciones palestinas. Hace unos días murieron al menos ocho palestinos y cuarenta resultaron heridos.
Una celebración popular en el campo palestino de Ain al Hilweh, julio de 2015. (Imagen: Geneva Call/Flickr) |
Los residentes del campo temen ahora que puedan correr la misma suerte que los de Nahr al Bared.
El Ejército libanés no ha intervenido para detener el derramamiento de sangre. Para las fuerzas de seguridad libanesas, los campos de refugiados palestinos son no-go zones. Lo único que les queda hacer a las autoridades libanesas, para evitar que la violencia se filtre al exterior de los campos, es sitiarlos y restringir los movimientos de los palestinos.
Los temores de los residentes de Ain al Hilweh no son injustificados. El Gobierno libanés se está enfrentando a una presión cada vez mayor para que entre en los campos y desarme a las bandas que han estado operando en ellos durante muchos años.
En general, en los últimos años, los palestinos que antes vivían en Siria, Irak y Libia han abandonado estos países a causa de las guerras civiles y la opresión de los distintos regímenes y milicias. No es cómodo ni seguro ser palestino en un país árabe. Las escenas de desorden y anarquía en el interior de los campos de refugiados palestinos en la Margen Occidental también han llevado a muchos residentes a trasladarse a las ciudades y pueblos aledaños. La mayoría de los refugiados de la Margen ya no viven en los campos dirigidos por la UNRWA [la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos].
Acabemos por donde empezamos: por el (no) liderazgo palestino. ¿Qué ha hecho para ayudar a su gente en los países árabes? Nada. Ningún líder palestino pedirá una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para dar cuenta de la limpieza étnica y el asesinato de palestinos en los países árabes. Ningún líder palestino exigirá a los medios internacionales y las organizaciones de defensa de los derechos humanos que investiguen las atrocidades perpetradas por los árabes contra sus hermanos palestinos. Sin duda, volveremos a ver más de ese silencio criminal cuando Abás se reúna con el presidente de Estados Unidos.