La Unión Europea ha emprendido acciones legales contra la República Checa, Hungría y Polonia por no acatar una polémica orden de aceptar a miles de migrantes de África, Asia y Oriente Medio.
El denominado procedimiento de infracción, que autoriza a la Comisión Europea, el poderoso brazo ejecutivo de la Unión Europea, a demandar a los países miembros de los que se considere que han incumplido sus obligaciones según la ley europea, podría conducir a importantes sanciones económicas.
La disputa se remonta a septiembre de 2015, cuando, en el pico más alto de la crisis migratoria de Europa, los países miembros de la UE votaron por un estrecho margen a favor de reubicar a 120.000 "refugiados" provenientes de Italia y Grecia a otras partes del bloque. Esta cifra se sumaba a un plan de julio de 2015 para redistribuir a 40.000 migrantes de Italia y Grecia.
De los 160.000 migrantes a "repartir", se mandó a nueve países de Europa Central y Oriental que aceptasen a aproximadamente 15.000 migrantes. Aunque la República Checa, Hungría, Rumanía y Eslovaquia votaron contra el acuerdo, se les sigue exigiendo que lo acaten.
Desde entonces, varios países centroeuropeos miembros de la UE se han negado con vehemencia a aceptar las cuotas de migrantes que les han sido asignadas. Polonia, por ejemplo, tiene una cuota de 2.691 migrantes, de los cuales sólo se han aceptado doce. Hungría tiene una cuota de 1.294, de los cuales no se ha admitido a ninguno.
En la UE en conjunto, sólo se ha reubicado hasta la fecha a alrededor de 20.000 migrantes (6.896 de Italia y 13.973 de Grecia), según el último informe sobre reubicación y reasentamiento de la UE, publicado el 13 de junio de este año. De los 28 países miembros de la UE, sólo Malta ha aceptado su cuota íntegra: 131 migrantes.
Muchos de los denominados solicitantes de asilo se han negado a reubicarse en Europa Central y Oriental porque los beneficios económicos allí no son tan generosos como en Francia, Alemania o Escandinavia. Además, cientos de migrantes que han sido reubicados en Estonia, Letonia y Lituania —que se sitúan entre los países más pobres de la UE—, han huido desde entonces a Alemania u otros países más ricos del bloque.
Entretanto, los guardianes de la "unidad" europea han tratado de avergonzar a los centroeuropeos que se resisten a acatarla apelando a conceptos tan nebulosos como los "valores" europeos y la "solidaridad". Por ejemplo, el presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió hace poco:
Los países europeos que no respeten las reglas deberían asumir todo el coste de las consecuencias políticas. Hay una doble traición. Deciden abandonar los principios de la UE, le dan la espalda a Europa, y tienen una visión cínica de la unión, que les da dinero, sin respetar sus valores.
Los líderes de la Europa Central y Oriental se han mantenido firmes. En Polonia, la primera ministra, Beata Szydło, dijo que su país no sería chantajeado por los funcionarios de la Unión Europea. En un discurso en el Parlamento el 24 de mayo, dos días después del atentado yihadista en Mánchester, donde murió una pareja polaca, dijo:
No vamos a participar en la locura de la élite de Bruselas [...]. Dejen de arrodillarse y despierten de su letargo, o llorarán por sus hijos cada día. [...]
Si no pueden verlo, si no pueden ver que el terrorismo tiene ahora mismo el potencial de herir a todos los países de Europa, y creen que Polonia no debería defenderse, van de la mano de los que apuntan este arma contra Europa, contra todos nosotros. [...]
Es necesario decirlo de forma clara y directa: esto es un ataque contra Europa, contra nuestra cultura, contra nuestras tradiciones. ¿Queremos políticos fuertes que puedan ver el peligro y puedan luchar eficazmente contra él?
En un discurso del 24 de marzo, la primera ministra polaca, Beata Szydło, dijo que su país no sería sometido a chantaje por los funcionarios de la UE: "No vamos a participar en la locura de la elite bruselense... Esto es un ataque a Europa, a nuestra cultura, nuestras tradiciones". (Foto: Parlamento Europeo//Flickr) |
El ministro de Interior polaco, Mariusz Błaszczak, dijo que aceptar las cuotas de la Unión Europea sería "ciertamente peor" que cualquier penalización infligida por Bruselas:
No debemos olvidar los atentados que se han producido en Europa Occidental, y cómo —en los mayores países de la UE— son desgraciadamente un hecho cotidiano. Recordemos que las ya muy numerosas comunidades musulmanas en Europa Occidental empezaron contándose en cifras relativamente pequeñas [...].
Les digo a mis homólogos en Europa Occidental que la estrategia de reubicación sólo intensifica la inmigración ilegal porque los traficantes consiguen aún más clientes cuando los posibles migrantes escuchan que a la gente que llega a Europa se les da refugio en países de la UE que no son Italia y Grecia.
Henryk Kowalczyk, diputado polaco, dijo:
Polonia contribuye a la UE [...]. Estamos haciendo lo que dice el bloque, lo que dicen los tratados. Si el presidente francés estaba pensando en los refugiados, en fin, ese problema no se mencionaba en los tratados y cuando entramos en la Unión Europea no estábamos asumiendo ese compromiso.
El ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Konrad Szymański, añadió: "No hay un conflicto de valores entre la Comisión y Polonia, sino en cómo interpretar esos valores".
En la República Checa, el primer ministro, Bohuslav Sobotka, dijo que "dado el deterioro de la seguridad en Europa y la disfunción del sistema de cuotas, el Gobierno checo no va a participar en él". Y agregó: "Estamos dispuestos a defender nuestra postura en la UE y en las instituciones judiciales pertinentes".
El ministro de Asuntos Exteriores checo, Lubomír Zaorálek, dijo que la UE debería concentrarse en "la convergencia económica y social entre los países de la UE, en vez de intentar distribuir a los migrantes con cuotas obligatorias". Señaló que en algunos países de Europa Oriental "los habitantes más vulnerables son a menudo más pobres que los propios migrantes que llegan".
Zaorálek añadió que "la gente que está viniendo no tiene verdadero interés en integrarse", y quieren vivir con "compañeros con similares orígenes culturales, étnicos o religiosos". Dijo que la gente en Europa Central y Oriental no quiere "repetir el error de los países occidentales" que tienen "barrios enteros llenos de miles y miles de personas que viven en condiciones de vida imperfectas", y que son "muy peligrosos, no sólo durante la noche, también durante el día". Señaló que "no hay terroristas suicidas entre los ucranianos o los vietnamitas", dos comunidades consolidadas desde hace mucho tiempo en la República Checa.
En Eslovaquia, el primer ministro, Robert Fico, dijo que la migración masiva y el multiculturalismo forzoso cambiaría la esencia de su país:
Creo que es el deber de los políticos hablar de estas cosas de forma muy clara y abierta. No quiero ver una comunidad musulmana en Eslovaquia. No quiero que haya varias decenas de miles de musulmanes que empiezan poco a poco a promover su ideología. No queremos cambiar las tradiciones de este país, que están construidas sobre la tradición cristiana. Ha sido así durante siglos. La soberanía y el orgullo nacional deben ser parte de nuestra coalición de gobierno.
Fico añadió que el 95% de los llamados refugiados eran en realidad migrantes económicos:
No contribuiremos a este disparate con los brazos abiertos, con la idea de que los aceptaremos a todos, al margen de si son migrantes económicos o no. Debemos empezar a decir la verdad sobre la migración.
En Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán ha advertido de las "explosivas consecuencias" de un choque de culturas entre Europa y los migrantes del mundo musulmán:
Para comprender lo que debemos hacer, tenemos que entender la verdadera naturaleza de la situación a la que nos enfrentamos. Europa no está en medio de un "problema de refugiados" o "una coyuntura migratoria", sino que el continente europeo está amenazado por una creciente ola de migración de la era moderna. El movimiento de personas se está produciendo a una enorme escala, y desde una perspectiva europea, el número de posibles inmigrantes futuros parece ilimitado.
Cada día que pasa vemos que han aparecido cientos de miles clamando en nuestras fronteras, y que hay millones más con la intención de partir a Europa, llevados por motivaciones económicas.
Debemos reconocer que la desnortada política de inmigración de la Unión Europea es responsable de esta situación. La irresponsabilidad es el sello característico de todo político europeo que sostenga la promesa de una vida mejor para los inmigrantes y los anime a dejar todo atrás y arriesgar su vida en su marcha a Europa. Si Europa no vuelve a la senda del sentido común, se verá postrada en la batalla por su destino.
No olvidemos que los que están llegando crecieron en otra religión, y representan una cultura radicalmente distinta. La mayoría de ellos no son cristianos, sino musulmanes. Esta es una cuestión importante, porque Europa y la identidad europea radican en el cristianismo. ¿No es preocupante en sí que el cristianismo europeo ya no pueda casi ni mantener a Europa cristiana? Si perdemos de vista esto, la idea de Europa podría convertirse en el interés de una minoría en su propio continente.
Refiriéndose a la ocupación de Hungría por el Imperio otomano entre 1541 y 1699, Orbán dijo:
Creo que tenemos derecho a decidir que no queremos que un gran número de musulmanes vivan en nuestro país. No nos gustan las consecuencias de tener a una gran comunidad musulmana que vemos en otros países y no vemos ninguna razón para que ningún otro nos obligue a crear formas de vivir juntos en Hungría que no queremos. Se trata de una experiencia histórica para nosotros.
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York. Síguelo en Facebook y en Twitter.