Los iraníes se están manifestado contra un Gobierno que no ha cumplido su promesa de mejorar la situación económica y contra un régimen a cuya casta clerical desprecian.
La animadversión contra el orden existente que reflejan las protestas no es ninguna sorpresa. Sin embargo, algunos aspectos concretos de lo que estamos viendo invitan a que los observadores sobre Irán mantengan una actitud atenta.
Las protestas en curso comenzaron no donde es habitual que se produzcan, en la capital, Teherán; sino en Mashad, uno de los más ricos y poderosos bastiones religiosos del país. En un primer momento las multitudes se manifestaron por unos beneficios económicos largamente prometidos pero nunca cumplidos, que se suponía llegarían tras el levantamiento de las sanciones internacionales contra Irán, luego de que la Administración Obama entregara más de 150.000 millones de dólares a la República Islámica.
En la segunda noche de protestas, los manifestantes se volvieron más hostiles y empezaron a centrarse en cuestiones políticas. Así las cosas, el régimen habrá visto entonces con mayor inquietud la propagación de las manifestaciones.
Otras veces, las manifestaciones que empezaban en Teherán se extendían después a ciudades más pequeñas, a provincias con predominio de minorías no persas y a las regiones rurales. Esta vez, parece que los ciudadanos de las áreas rurales han estado en las calles desde el principio. Por otro lado, las protestas actuales no están comandadas por ni se nutren principalmente de estudiantes y profesionales de clase media del norte de Teherán. Según se ha informado, también están participado trabajadores del sur de la ciudad, normalmente el electorado de candidatos populistas como el expresidente Mahmud Ahmadineyad, que gobernó entre 2005 y 2013.
Manifestantes contrarios al régimen en Kermanshah, Irán, el 29 de diciembre de 2017. (Imagen: VOA News/Wikimedia Commons). |
Por su parte, el régimen, aunque desplegó rápidamente las fuerzas de seguridad y las contramanifestaciones, ha sido más lento a la hora de emplear medidas represivas letales. Con todo, elementos de seguridad como los agentes del Ministerio de Inteligencia y Seguridad (MIS) fotografían a los manifestantes, lo que permite a la Policía arrestar después a los líderes de las protestas, a los manifestantes más propensos a la violencia y a los que exhiben pancartas políticas y contrarias al régimen.
Las manifestaciones, como muchas erupciones previas en Irán, no están estrechamente coordinadas, carecen de un líder reconocido y de unos objetivos comunes. Por descontado, el régimen tratará de capear esta última ronda de protestas mientras arresta a los principales agitadores, y luego llegarán las torturas, las farsas judiciales con arrepentimientos y las ejecuciones.
Lawrence A. Franklin: Coronel retirado de la Fuerza Aérea estadounidense y antiguo agregado militar en la embajada de Estados Unidos en Israel. Ex-analista político-militar de la Junta del Estado Mayor.