Son días difíciles para Hamás. Tras perder el apoyo militar y económico de Irán y de Siria, ahora ha perdido a sus principales aliados en Egipto.
La caída del régimen de los Hermanos Musulmanes es un duro golpe para Hamás, cuyos dirigentes están ahora estudiando posibles formas de evitar una revolución que pudiera acabar con su dominio de la Franja de Gaza. Pero pese a que ha sufrido un duro revés tras el derrocamiento de Mohamed Morsi, resulta prematuro hablar del comienzo de la cuenta atrás para el colapso del régimen del Movimiento de Resistencia Islámico; la Franja de Gaza no posee ni una oposición organizada ni un Ejército que pueda ayudar a expulsarlo del poder.
Uno de los mayores temores es que, si Hamás cae, quienes lo sustituyan no sean mejores. Esto es especialmente cierto en vista de la creciente popularidad de diversos grupos islamistas que operan en la Franja, algunos de los cuales están afiliados a Al Qaeda.
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Los partidarios de Hamás fueron los primeros en celebrar la caída del anterior presidente egipcio, Hosni Mubarak, y los primeros en salir a las calles llenos de alegría por la victoria del candidato de los Hermanos Musulmanes, Morsi, en las elecciones generales de hace un año. Su ascenso al poder fue considerado por el movimiento y por otros musulmanes como "una victoria divina": el regalo de Alá a sus creyentes.
Morsi adoptó una política respecto a Hamás completamente diferente de la de Mubarak. Mientras éste primero consideró al Movimiento y a la Franja una cuestión de seguridad, Morsi trató de legitimizar a aquél ante los ojos del mundo. Por primera vez, y para consternación de la Autoridad Palestina (AP), con Morsi los líderes de Hamás se conviertieron en invitados habituales y bienvenidos en el palacio presidencial egipcio.
El ascenso al poder de Morsi envalentonó al movimiento islamista palestino y le permitió reforzar su férreo control sobre la Franja de Gaza. Para Hamás no había nada mejor que tener el pleno apoyo político de Egipto, el país más grande e importante de la región.
Durante la última guerra entre Israel y Hamás, y de nuevo para consternación de los líderes de la AP en la Margen Occidental, Morsi envió al primer ministro egipcio, Hisham Qandil, a la Franja, en una muestra de solidaridad con su régimen carente de precedentes. La visita de Qandil fue seguida por una serie de visitas mutuas, a la Franja y El Cairo, de ministros y altos dignatarios de Hamás y del Gobierno egipcio.
Pese a que en público los líderes del movimiento islamista palestino han quitado importancia al golpe en Egipto, informaciones procedentes de Gaza indican que algunos están muy nerviosos. Al parecer, los nuevos gobernantes egipcios han emitido una orden por la que se prohíbe a los dirigentes de Hamás entrar en el país. Otra información afirma que las fuerzas de seguridad egipcias han arrestado a varios miembros de Hamás residentes en El Cairo y en el Sinaí, por estar involucrados en ataques terroristas contra egipcios.
Varios dirigentes de Hamás que trataron de contactar con altos cargos del Gobierno egipcio en los últimos días afirmaron que sus llamadas telefónicas fueron ignoradas por completo.
La crisis egipcia también parece haber tenido un impacto negativo en la vida cotidiana de los palestinos de la Franja: por lo visto hay una grave escasez de combustible, gas natural y productos de primera necesidad como consecuencia de las severas restricciones impuestas por las autoridades egipcias a lo largo de la frontera común.
Los miembros de la AP y otros palestinos confían ahora en que la revolución egipcia acelere o facilite la caída del régimen de Hamás. Algunos representantes de la Autoridad Palestina han instado incluso a los habitantes de la Franja a que sigan el modelo egipcio y se alcen contra el movimiento islamista.
Puede incluso que los nuevos gobernantes de Egipto resulten ser extremadamente hostiles a Hamás, sobre todo si se tienen en cuenta las denuncias de que los islamistas palestinos enviaron gente a El Cairo y a otras ciudades egipcias para ayudar a los partidarios de Morsi a aplastar a la oposición.
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¿Significa todo esto que ha comenzado la cuenta atrás para el colapso de Hamás? No necesariamente. A diferencia de lo ocurrido en Egipto, los palestinos de Gaza no tienen un Ejército que pueda acudir a su rescate. Por otro lado, los partidarios de Al Fatah en la Franja no tienen armas suficientes para lanzar un golpe contra Hamás al estilo egipcio. En cambio, el Movimiento de Resistencia Islámico cuenta con un gran arsenal de armas y con miles de milicianos que están prestos a actuar contra cualquiera que desafíe a su régimen.
La Franja de Gaza tampoco tiene una oposición laica creíble, potente y bien organizada que pueda unir a miles de palestinos en torno a ella.
Hoy en día, la única elección posible en la Franja es entre Hamás y Al Fatah. El problema es que muchos palestinos aún no consideran que esta última sea una alternativa mejor.