Todo parece indicar que los palestinos están planeando intensificar sus esfuerzos para obligar a Israel a acceder a sus demandas. Pero como no están unidos, actúan en dos frentes para lograr su objetivo.
Una de las facciones, encabezada por la Autoridad Palestina, cree que, con la ayuda de la comunidad internacional, Israel se verá obligado a retirarse completamente tras las líneas anteriores a 1967, incluido Jerusalén Este, y aceptará el derecho de retorno de millones de refugiados y sus descendientes a sus antiguos hogares en Israel.
La otra facción, representada por Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos terroristas, sigue rechazando cualquier forma de compromiso e insiste en que la única solución es eliminar a Israel. A diferencia del otro grupo, éste cree que las negociaciones directas o indirectas con el enemigo sionista son una pérdida de tiempo y que el terrorismo es el único medio capaz de lograr que los palestinos logren su objetivo.
Ambas facciones palestinas, la AP y Hamás, llevan en guerra desde 2007, cuando el grupo islamista se hizo con el control absoluto de la Franja de Gaza y obligó a la Autoridad Palestina a huir a la Margen Occidental.
Pero mientras ambos rivales luchan, también actúan por separado para vencer a Israel.
El 19 de junio un grupo vinculado a Hamás reivindicó el atentado en el que murió Danny Gonen, un hombre de 25 años que estaba visitando la Margen Occidental.
Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos palestinos no tardaron en expresar su alegría por el asesinato del joven israelí, que, por cierto, no era un colono, sino que residía en la ciudad israelí de Lod, cerca del Aeropuerto Ben Gurión.
En declaraciones independientes, estos grupos terroristas explicaban que el atentado se cometió en el contexto de los intentos palestinos de mantener la resistencia contra Israel en la Margen Occidental. Afirman que ataques como éste son medios legítimos para alcanzar los derechos y aspiraciones de los palestinos.
Estos grupos han dejado meridianamente claro que su verdadero objetivo no es liberar la Margen Occidental, sino borrar a Israel de la faz de la Tierra. Como dijo uno de ellos:
Seguiremos apoyando cualquier acto de resistencia en la tierra de Palestina hasta que sea liberada, desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán], y quede limpia de todos los usurpadores sionistas.
Horas después del atentado en la Margen Occidental, uno de los altos cargos de Hamás, Musa Abu Marzuk, reiteró que su movimiento pretendía reemplazar a Israel con un Estado islamista:
Hamás quiere un Estado no sólo en la Franja de Gaza, sino en toda Palestina; no entregaremos nuestras armas y seguiremos luchando para liberar nuestra tierra.
Los comentarios de Marzuk desmienten las afirmaciones de algunos medios árabes y occidentales, que sostienen que Hamás ha avanzado hacia el pragmatismo y la moderación y que ahora está dispuesta, por primera vez, a reconocer el derecho a existir de Israel. Son muchos los que, en Occidente, a menudo no logran entender la verdadera postura del movimiento islamista palestino, porque no siguen sus declaraciones en árabe, dirigidas a los suyos. En ese idioma, Hamás no disimula su llamamiento a la destrucción de Israel. Hay que reconocer que repite a menudo ese mensaje en inglés y en otros idiomas.
Mientras Hamás y sus aliados colaboran para destruir a Israel mediante el terrorismo, la Autoridad Palestina parece más decidida que nunca a intensificar su campaña global de deslegitimación y aislamiento de Israel, con la ayuda de diversos grupos internacionales. como el movimiento antiisraelí de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).
A algunos altos cargos palestinos les gusta describir esta campaña como una guerra diplomática contra Israel. Sostienen que, hasta ahora, ha demostrado ser mucho más efectiva que los cohetes y los atentados suicidas. "Cuando lanzamos cohetes contra Israel no nos ganamos la simpatía de nadie", explicaba un representante palestino. "Pero toda la comunidad internacional apoya ahora nuestros esfuerzos diplomáticos. Por eso creemos que lo que está haciendo Hamás perjudica los intereses palestinos".
Poco antes de que Danny Gonen fuera abatido en la Margen Occidental, el negociador en jefe palestino, Saeb Erekat, reveló su plan para unir al mundo contra Israel, de forma que se vea obligado a someterse a las exigencias palestinas, sobre todo a una completa retirada tras las fronteras anteriores a 1967.
El plan de Erekat busca una estrecha colaboración con los países de la UE y los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para así aumentar la presión sobre Israel y que acepte las demandas palestinas. Además, pretende recabar apoyo mundial al reconocimiento de un Estado palestino, al que se le allane el camino para que se una a diversas organizaciones y tratados internacionales.
En su plan, Erekat advierte de que no se debe apoyar cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se reconozca a Israel como Estado judío o se ofrezcan concesiones al derecho de retorno de los refugiados. También reitera el rechazo de la Autoridad Palestina a cualquier intercambio de territorios entre el futuro Estado palestino e Israel. Además, hace hincapié en su oposición a la idea de crear un Estado desmilitarizado o a la de renunciar a parte alguna de Jerusalén.
La actual estrategia de la Autoridad Palestina consiste en negociar con la comunidad internacional, no con Israel, cómo alcanzar la paz en Oriente Medio. La AP sabe que no obtendrá de los israelíes todo lo que pide. Por eso los dirigentes palestinos han decidido negociar con Francia, Gran Bretaña, Suecia y Estados Unidos. Los palestinos esperan que esos países les concedan lo que Israel ni puede ni está dispuesto a ofrecer en la mesa de negociaciones.
Aunque quisiera ceder el 100% de todo lo que ganó en 1967, la realidad sobre el terreno no se lo permite. Desde ese año, tanto judíos como árabes han creado hechos irreversibles, como la construcción de decenas de miles de viviendas. Una retirada total implicaría que decenas de miles de árabes y de judíos perderían sus hogares tanto en la Margen Occidental como en Jerusalén.
El objetivo último de la Autoridad Palestina es obligar a Israel a ponerse de rodillas con ayuda de la comunidad internacional, a la que quiere unir para castigar y debilitar a los israelíes, no para hacer las paces con ellos. La AP quiere ver a Israel rebajado, aislado y convertido en un Estado indeseable. Pretende que los israelíes comparezcan ante la Corte Penal Internacional y que sean expulsados de todos los organismos internacionales que sea posible.
Si se habla con altos cargos de la Autoridad Palestina, uno se queda con la impresión de que su verdadero objetivo es ver a Israel rendido y derrotado. Su estrategia ya no busca la solución de dos Estados tanto como causar daño y sufrimiento a los israelíes. Pretenden más bien la venganza que vivir en un Estado vecino.
En muchos sentidos, la guerra diplomática de la AP contra Israel también ayuda a Hamás. Al acusarlo constantemente de crímenes de guerra y de atrocidades, está contribuyendo a que el movimiento islamista palestino justifique sus atentados contra los israelíes. La campaña de la Autoridad Palestina también contribuye a suscitar simpatía y comprensión ante esos ataques terroristas.
Por su parte, el terrorismo de Hamás ayuda a la Autoridad Palestina en su campaña internacional antiisraelí. Cada atentado le brinda una oportunidad de señalar lo urgente que es la necesidad de obligar a Israel a someterse a las exigencias palestinas para así "contener a los radicales".
Así es como Hamás y la Autoridad Palestina, pese a seguir siendo enemigos declarados, se complementan mutuamente contra Israel. Y son muchos los que en la comunidad internacional parecen estar ayudando a ambas facciones palestinas en su intento de minar y destruir a Israel.