Si Obama y el resto de los que firmaron el catastrófico acuerdo nuclear con Irán en vísperas de Layla al Qadr, la Víspera del Destino, poco antes del fin del Ramadán, hubieran estudiado un poco de historia, sabrían que la Batalla de Qadisiya (año 636), en la que los persas sufrieron una estrepitosa derrota a manos de los árabes, no ha terminado. Sabrían, de hecho, que el islam se impuso al Imperio sasánida por la fuerza y que, como protesta, los persas adoptaron el islam chií, una forma desviada del islam de los árabes, como forma de rebelión y para proseguir la lucha.
Si Occidente hubiera estudiado ese importante acontecimiento de la historia islámica, entendería que está permitiendo a Irán conseguir la bomba atómica y acelerando la guerra etno-religiosa entre nosotros, los árabes, y los iraníes chiíes. Los mulás iraníes concebirán el choque en términos apocalípticos.
En este sentido, el acuerdo suscrito por los poderes mundiales, liderados por EEUU, y los gobernantes de Irán es un hito en el camino por el que éstos han venido rezando. Desde hace mucho, el deseo de los ayatolás es derrotar definitivamente a los divididos árabes –en estos momentos en su punto más débil desde el inicio de la denominada Primavera Árabe–, y después a Israel y, el mayor de los trofeos, al "Gran Satán", los Estados Unidos.
El régimen chiita de los ayatolás iraníes y sus satélites están unidos. Y, desgraciadamente, también son radicales. Con sus peones terroristas y su influjo en Oriente Medio y más allá, los ayatolás son vívidamente francos en su determinación de derrotar a los árabes y alcanzar la hegemonía religiosa y nacional. Imponerse al resto del mundo es parte central de la revolución islámica de Jomeini.
El presidente norteamericano, Barack Obama, ha perjudicado a los árabes al renunciar a sus propias líneas rojas –contra el enfático consejo de sus asesores militares– y aceptar un acuerdo que en realidad da a los chiíes vía libre para construir su arsenal nuclear a nuestras expensas y, más demencialmente, permite a Irán que desarrolle misiles balísticos intercontinentales que podrían alcanzar América.
Peor aún: al parecer hay un acuerdo lateral –clasificado para los americanos pero no para Irán– que permite a Teherán procurar ella misma las muestras que se le demanden a la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), a la que viene engañando durante décadas. En otras palabras: se ha puesto al gato a guardar la leche.
Todavía peor: se requiere a las partes del acuerdo que ayuden a Irán a proteger sus instalaciones nucleares si alguien trata de atacarlas o sabotearlas –incluso, presumiblemente, algún signatario desencantado–. No es de extrañar que el Líder Supremo de Irán haya publicado un tuit en el que se ve a Obama apuntando una pistola a su propia cabeza.
Si tratamos sacar algo positivo del acuerdo, es posible que Obama mire a los Estados suníes, fracturados y a la gresca, a los despiadados grupos terroristas que operan en la zona y los conflictos que la devastan y, viéndonos demasiado atomizados, decida protegernos.
Ahora, un minuto antes de que los iraníes colapsaran bajo el peso de las sanciones económicas, EEUU les ha dado nueva vida y, gracias a la llegada de miles de millones de dólares, permitido retomar sus vastas actividades terroristas internacionales, así como continuar desarrollando sus armas nucleares y los misiles balísticos intercontinentales sobre los que montarlas.
No sólo se beneficia Irán, también los turcos, los chinos y los rusos, que ya se habían apuntado a apoyar a Teherán económica y militarmente.
América será marginada, igual que sus aliados. Lo que le espera a América es obvio para quien escuche el discurso de odio del Líder Supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. Que sigue prometiendo que seguirá luchando contra América e Israel, y que Irán no detendrá su desarrollo nuclear ni se rendirá.
En lugar de levantar las sanciones, los Estados Unidos deberían haberlas incrementado.
Cuando Irán se sume al mercado energético global y refuerce su control sobre las rutas marítimas del Golfo, los árabes colapsaremos enseguida. Las recientes visitas del ministro saudí de Exteriores a los americanos y del secretario de Defensa americano a Israel no ayudan. En cuanto el embargo de armas y las sanciones se levanten, el dinero inundará Irán. Que desarrollará misiles capaces de alcanzar primero Israel y los Estados árabes suníes, luego Europa y finalmente EEUU. El terrorismo global hará eclosión. Irán completará secretamente su programa nuclear antes de lo previsto.
Como el acuerdo prohíbe a las agencias vinculadas con América, y ahora aparentemente a las "foráneas", acceder a las instalaciones nucleares iraníes, la industria armamentística de la República Islámica florecerá e Irán será recompensada por violar el Tratado de No Proliferación, y se le pondrá alfombra roja para que construya rápidamente una bomba atómica.