Envalentonado por su acuerdo nuclear con las potencias mundiales, Irán trata de acoger bajo sus alas toda la región árabe e islámica.
La capacidad intrusiva de Irán se había mantenido a raya por años de sanciones. Ahora, con el levantamiento de las mismas, el apetito invasor de Teherán se ha avivado de nuevo, y su objetivo es la Margen Occidental.
De hecho, Irán lleva muchos años inmiscuyéndose en los asuntos internos de la región. Ha tomado parte en las guerras civiles del Yemen y Siria y, a través de los chiíes allí residentes, sigue socavando de manera activa la estabilidad de muchos Estados del Golfo, incluidos Arabia Saudí y Baréin. Las vidas de libaneses y palestinos también dependen de las ambiciones de la República Islámica, que llena las arcas de grupos como Hezbolá y la Yihad Islámica.
Hasta hace poco, Irán se enorgullecía de ser el principal patrón de Hamás en Gaza. Gracias al apoyo iraní, el movimiento islamista palestino pudo mantener como rehenes a cerca de dos millones de gazatíes. Además, ese apoyo permitió al grupo introducir de contrabando todo tipo de armas en la Franja, incluidos cohetes y misiles que fueron dirigidos y lanzados contra Israel.
Pero la luna de miel entre Irán y Hamás concluyó hace unos años, cuando el movimiento palestino se negó a apoyar al mayor aliado de Teherán en Oriente Medio, el presidente sirio Bashar al Asad, frente la oposición de su país. Desde entonces los iraníes, perdida la confianza en sus otrora aliados de Hamás, han buscado unos amigos más leales entre los palestinos. Y parece que los han encontrado: Al Sabirín ("Los Pacientes").
Al Sabirín, el nuevo aliado de Irán, surgió en la Franja, donde reclutó a cientos de palestinos, muchos de ellos antiguos miembros de Hamás y de la Yihad Islámica. Según fuentes palestinas, este grupo habría logrado enrolar a muchos activistas descontentos de Fatah, que se sienten traicionados por la Autoridad Palestina y por su presidente, Mahmud Abás. Ese sentimiento de traición es consecuencia de que la AP no haya pagado los salarios de sus antiguos seguidores. Además, la incitación y el adoctrinamiento antiisraelíes en mezquitas, medios de comunicación y en el discurso público han radicalizado a los miembros de Fatah y los ha hecho caer en los brazos abiertos de los grupos islamistas.
Al Sabirín, respaldado por Irán, ya supone un quebradero de cabeza para Hamás. Ambos grupos terroristas comparten una misma ideología radical y ambos pretenden destruir Israel. Sin embargo, el nuevo grupo considera que Hamás es blando con Israel porque no comete atentados diarios contra sus ciudadanos. Los Pacientes buscan a los palestinos como grupo destinado a convertirse en peón de Irán en la región.
Reforzado por el acuerdo nuclear y el levantamiento de las sanciones que pesaban sobre Teherán, los miembros de Al Sabirín son optimistas. Hace poco el grupo calificó estos acontecimientos de victoria para todos los musulmanes y prueba de su orgullo y fortaleza. Ahora, según ellos, los musulmanes deberían unirse para hacer frente a "la arrogancia del mundo y eliminar a la entidad sionista del territorio de Palestina".
De hecho, Al Sabirín parece estar redoblando sus esfuerzos por eliminar a la entidad sionista y reemplazarla por un imperio islamista. Para lograr ese objetivo, pretende extender su control más allá de Gaza. El levantamiento de todas las sanciones contra Irán ha coincidido con informaciones de que Los Pacientes se han logrado infiltrar en la Margen Occidental, donde están tratando de establecer células terroristas para lanzar ataques contra Israel.
Según fuentes de la seguridad de la Autoridad Palestina, Al Sabirín ya habría encontrado palestinos de la Margen encantados de unirse a su yihad contra los judíos e Israel. Las fuerzas de seguridad de la AP descubrieron hace poco en Belén una célula terrorista perteneciente a Al Sabirín y detuvieron a sus cinco integrantes. Los sospechosos recibían dinero de miembros del grupo en Gaza para comprar armas con las que atacar a soldados y colonos israelíes en el territorio.
Al Sabirín no es el único peón iraní que tiene la mirada puesta en la Margen Occidental. El mes pasado, en la ciudad de Tulkarem, las fuerzas de seguridad israelíes descubrieron y desarticularon una célula terrorista a las órdenes de Hezbolá que planeaba atentados suicidas y tiroteos. Los integrantes palestinos de la célula habían sido adiestrados por Jawed Nasrala, hijo de Hasán Nasrala, el líder de Hezbolá, que les enseñó a cometer atentados suicidas, a fabricar chalecos explosivos, a recopilar información y a organizar campamentos de adiestramiento.
Todo esto suena extrañamente familiar. Así como ha extendido sus alas sobre Al Sabirín y Hezbolá, Irán ha hecho lo mismo con otros peones, como los huzis del Yemen y las comunidades chiíes de Arabia Saudí y Baréin, mientras fomenta la inestabilidad y se hace con bases de poder local.
Libre de las limitaciones impuestas por las sanciones, Irán ahora se ve libre para apoyar el terrorismo en toda la región. Es justo lo que está sucediendo en el Líbano, Siria, el Yemen, Irak, la Margen Occidental y Gaza.
La infiltración iraní en la Margen debería servir como señal de alerta no sólo para Israel, sino para Estados Unidos y otras potencias occidentales. De momento, hay poco que pueda hacerse para luchar contra la presencia de Irán en la Franja, pero Irán en la Margen, a las puertas de Israel, es algo bien distinto.
Una retirada israelí que conllevara la toma de la Margen por Hamás es algo que ha suscitado preocupación. Ahora, cada vez más israelíes y palestinos se preguntan si semejante vacío supondría una posibilidad de acceso para Irán.
El futuro de Oriente Medio y de Europa sería radicalmente distinto si un Estado palestino cayera en manos de los radicales islamistas iraníes y de sus aliados. Los palestinos y todas las partes interesadas deberían recordar que Al Sabirín es, si no otra cosa, paciente.