Alexander Stevens es abogado en un bufete de Múnich especializado en delitos sexuales. En su último libro, Sex in Court, describe algunos de los casos más extraños e impactantes. Uno de ellos plantea una pregunta: ¿Qué se hace cuando los intérpretes que trabajan para la policía y los tribunales mienten y manipulan? Como nadie vigila a los traductores, es probable que, en muchos casos, no se detecte su falta de honestidad. El libro de Stevens da cuenta de los efectos devastadores que tuvo sobre un caso la deshonestidad de una intérprete.
Los padres de una chica siria, "Sali", habían comprometido a su hija con un hombre llamado Hasán que, por entonces, seguía viviendo en Siria. El arreglo se veía como beneficioso por ambas partes: los padres de Sali recibirían dinero y Hasán podría entrar en Alemania. Sali jamás se habría casado voluntariamente con un hombre 34 años mayor que ella, pero el honor de la familia lo exigía. Sin embargo, Sali no recibió ninguno de los beneficios de este arreglo. El interés de Hasán en Sali se limitaba a su cuerpo. Obligó a Sali a realizar toda clase de prácticas sexuales varias veces al día, y abusó brutalmente de la chica en el proceso.
Sali no pudo ocultar el hecho de que no disfrutaba de las violaciones y cayó enferma, así que Hasán se lo recriminó y "la amenazó abiertamente con exigir una cuantiosa compensación económica a su familia, por el coste del banquete de boda y los placeres amorosos perdidos". Sali buscó ayuda en un centro de protección para mujeres, donde un empleado la llevó a un abogado. En el centro, Sali explicó su tormento, pero se cuidó de defender constantemente a su marido. Estaba más preocupada por el honor de su familia –si Hasán decidía divorciarse– que por ella misma.
"Tras dos horas de minuciosas descripciones de abuso sexual, castigos físicos y humillación psicológica –escribe Stevens–, no tengo dudas de que todo ocurrió realmente como ella cuenta".
Al día siguiente, Stevens intentó fijar una cita para ser interrogada por la policía con una intérprete. Pero se llevó una sorpresa al llegar al centro para mujeres. Sali parecía una persona diferente. De repente, no quería saber nada de él ni del empleado del centro.
Algún tiempo después, el centro de mujeres le hizo llegar al abogado una carta que Sali había dejado para él. Decía:
Estimado Sr. Stevens:
Lamento mucho haberle causado tantas molestias. Por favor, créame cuando le digo que no era mi intención. Todo lo que le dije entonces era cierto. También quería contarle a la policía lo que le había contado a usted. Pero la intérprete me dijo que una mujer fiel no debe utilizar palabras como "sexo" y "violación". Ese tipo de palabras deshonraban a mi marido y a nuestra familia. También me llamó blasfema porque había ido a la policía. No sabía qué hacer, señor Stevens. Porque creo que ella tiene razón. Jamás debería haber deshonrado a mi marido y a mi familia. Por lo tanto, le ruego que no se lo cuente a nadie. No quiero crearle más problemas a mi familia y a la familia de mi marido. Por favor, perdóneme. Usted se ha portado bien conmigo.
Sali
Para entonces, Sali ya estaba muerta. Según el empleado del centro de mujeres, la policía sospechó que se trataba de un suicidio.
Los intérpretes deciden sobre el asilo
Los refugiados no musulmanes, en especial, se quejan de la presión que ejercen sobre ellos los intérpretes musulmanes. Como ya ha reportado el Gatestone Institute, los cristianos y otros no musulmanes reciben palizas, amenazas y acosos en los centros para refugiados alemanes. Una de las razones de que no intervengan las autoridades alemanas tiene que ver con los intérpretes musulmanes, dice Paulus Kurt, jefe de los grupos de trabajo del Comité Central de Cristianos de Oriente en Alemania (ZOCD, por sus siglas en alemán):
Los intérpretes que profesan la religión islámica se suelen poner de parte de los acusados. Me consta de varias testificaciones donde los intérpretes supuestamente han presionado y dicho a los cristianos, de camino a la policía o de antemano: "Si os quejáis, ya os podéis olvidar de vuestra solicitud de asilo". He visto a menudo cómo se retractaban de las declaraciones porque los cristianos habían sido amenazados.
Los efectos de estos abusos de poder son devastadores: los intérpretes en Alemania influyen mucho en quién recibe el asilo. En noviembre de 2015, los empleados de la Agencia Federal para la Migración y los Refugiados (BAMF, por sus siglas en alemán) señalaban en una carta abierta a Frank-Jürgen Weise, el director de su institución, los problemas potenciales de este sistema en su agencia:
Sirio es quien se identifica a sí mismo como sirio por escrito (marca la casilla correspondiente en el cuestionario), y el intérprete (normalmente no jurado, o de Siria) lo confirma. Los intérpretes ni están contratados por la Agencia Federal, ni son jurados de acuerdo al sistema legal de la República Federal de Alemania. En última instancia, el análisis de la solicitud de asilo queda en mano de los intérpretes, en tanto que implica la verificación de la nacionalidad y, por lo tanto, del país de persecución. A nuestro juicio, un proceso de decisión como este, que se lleva a cabo a escala masiva, no se está realizando de manera apropiada.
Reportajes televisivos
En mayo de 2016, la cadena de la televisión pública alemana Bayerischer Rundfunk emitió un reportaje sobre los intérpretes musulmanes que mienten. El reportaje, titulado: "Traición en el centro de refugiados: cuando los traductores distorsionan", revelaba varios casos sobre el mismo problema:
Moderador: Con el creciente número de refugiados, la demanda de intérpretes también ha crecido rápidamente. Al final, los traductores desempeñan un papel fundamental en los procesos de asilo, por ejemplo. Como hay escasez general de intérpretes cualificados y jurados, la Agencia Federal para la Migración y los Refugiados se ha anunciado a los traductores con este folleto [título: "Buscamos intérpretes"]. En el interior dice: "Ustedes asumen una gran responsabilidad en su trabajo, y esperamos que lo hagan de manera neutral y fidedigna". Pero a menudo hay un abismo entre lo que se espera y la realidad.
Reportero: Acosado y amenazado por otros refugiados. Una pesadilla, es lo que nos cuenta este refugiado iraquí. Le pidió ayuda a uno de los traductores, pero él [el traductor] se puso de parte del agresor.
Hasán: "Querían pegarnos, nos insultaban. Y el intérprete lo pensó todo mientras traducía, y dijo que no había ocurrido nada de eso".
Reportero: Hasán, como llamaremos a este joven, pertenece a una pequeña comunidad religiosa de yazidíes. Los musulmanes suníes radicales desprecian a los yazidíes, incluso en Alemania. En lugar de transmitir el mensaje, el traductor le engañó.
Hasán: "El intérprete tradujo que simplemente habíamos discutido en la calle".
Reportero: Era una mala traducción deliberada, no un incidente aislado, dice Gian Aldonani. Ella era una joven yazidí cuando huyó a Alemania. Siendo estudiante de Colonia ayudó en el trabajo con los refugiados. En ese proceso, pudo comprobarlo una y otra vez.
Gian Aldonani: "Se traducía mal a propósito. Al principio, pensábamos que eran casos aislados de Colonia y los alrededores. Pero al documentar todos los casos, vimos que los traductores de toda Alemania estaban traduciendo mal a propósito. [...] Los trabajadores sociales dependen de los traductores, y los traductores se aprovechan de la situación. Están haciendo aquí lo mismo que hacen con las minorías en sus países de origen".
Más "casos aislados"
Se encuentran constantemente casos parecidos –siempre etiquetados como "casos aislados"– en los periódicos alemanes y austriacos.
En Austria, el pasado mes de junio, el tribunal regional de Salzburgo sentenció a un yihadista a dos años de prisión. Había luchado con el Frente Al Nusra en Siria. Por casualidad, se acabó sabiendo que "el individuo de 29 años había llegado a Salzburgo como refugiado en octubre de 2015 y que había ayudado en el paso fronterizo de Freilassing como intérprete".
El periódico Hamburger Morgenpost, refiriéndose al "intérprete y mediador cultural Besnik S.", escribió:
"Besnik S. también hizo de intérprete para los jóvenes refugiados, hasta que uno de sus compañeros empezó a sospechar de él. Besnik S. traducía mal de forma sistemática. En lugar de facilitarles la comunicación a los jóvenes, intentaba aproximarlos a su ideología".
Especialmente grotesco resulta el caso de la intérprete chechena, en marzo de este año, que trabajó como traductora judicial en Graz (Austria):
"La intérprete ya había traducido varios testimonios. Cuando se suponía que correspondía interrogar a otro testigo, la mujer [la intérprete] explicó que el testigo en cuestión era su marido. Y afirmó que ese día no podía ir, y se excusó porque estaba en Rusia en ese momento y ya había informado al juzgado al respecto. El hombre fue inculpado en otro proceso parecido. [...] Los observadores ya habían advertido que, durante los recesos en los procesos, la intérprete había hablado con unos veinte chechenos del público presente en el juzgado".
Alexander Stevens, el abogado de Múnich, le cuenta al Gatestone que tiene a menudo la impresión de que existe una "solidaridad fraternal" entre los intérpretes y los acusados. Por su propia experiencia y por sus conversaciones con los jueces, fiscales y colegas, sabe que en particular los intérpretes musulmanes suelen incumplir su deber de neutralidad:
"Mi impresión personal es que no sólo los acusados [sino también los intérpretes] de la sociedad islámica son astutos, arteros y a veces taimados. En esta sala se trata frecuentemente con el crimen organizado, las bandas violentas, el robo y el fraude. Suelen ser muy listos, y hay una cohesión enorme dentro de sus respectivas comunidades culturales y religiosas, especialmente las albanas, turcas, sirias y marroquíes. El denominador común es, posiblemente, el condicionante islámico. Están muy unidos, casi como si fuesen familia, pero sin tener vínculos sanguíneos".
La negligencia de las autoridades
Los jueces y abogados de la defensa conocen muy bien este problema, dice Stevens: "Empieza en cuanto los jueces dicen: 'Diga su nombre'". En lugar de limitarse a traducir esas tres palabras, el intérprete no para de hablar.
En cambio, el intérprete dice sólo una frase cuando esperas un testimonio largo. Muchas veces, no sabes muy bien sobre de qué están hablando el intérprete y el acusado.
Stevens dice que la negligencia por parte de las autoridades alemanas agrava el problema. Mientras que existen requisitos de admisión estrictos para los intérpretes judiciales de inglés o español, en Alemania no ocurre lo mismo con muchas otras lenguas. Señala que la Ley de Intérpretes Judiciales del estado alemán de Baviera estipula claramente que: "El reconocimiento de las titulaciones extranjeras es responsabilidad del Ministerio de Educación de Baviera", lo que significa que incluso los candidatos con titulaciones dudosas pueden ser contratados si el Ministerio considera que hay escasez de intérpretes de una determinada lengua.
Stevens critica la ingenuidad de los alemanes:
El proceso por el cual se presta juramento es el siguiente: el juez les lee en alto la Ley del Poder Judicial, anunciando que él [el intérprete] traducirá de forma fidedigna y diligente. ¡Y ya está! Con eso, ya es traductor jurado, y según la ley alemana, es totalmente creíble.
Stevens apunta que, aunque este problema existe desde hace mucho tiempo, se ha vuelto aún más nocivo desde el inicio del "problema de los refugiados, porque hay por medio todo un batiburrillo de delitos, incluidas las agresiones sexuales".
"No se puede confiar en los traductores musulmanes", dicen activistas pro derechos humanos
Karl Hafen, durante mucho tiempo presidente ejecutivo de la filial alemana de la Sociedad Internacional para los Derechos Humanos (ISHR, por sus siglas en inglés), está preocupado por la situación a la que se enfrentan los no musulmanes en los centros de refugiados de Alemania, donde los intérpretes parecen ser cómplices. Le dijo al Gatestone:
La mayoría de las denuncias que nos llegan tienen que ver con amenazas de no traducir si las víctimas afectadas culpan a musulmanes de sus desgracias, o con que los intérpretes intentan remarcar que lo ocurrido es lo que manda el Corán.
A muchos musulmanes ya les intimida la mera presencia de un intérprete musulmán.
Algunas víctimas se quejan de que ya no pueden hablar abiertamente cuando una intérprete hacer ver que es musulmana llevando velo. Otras nos dicen que temen ir al médico con una intérprete musulmana, porque, por lo que les han hecho, no pueden confiar en ella.
Hafen no quiere etiquetar a esos intérpretes como islamistas: son musulmanes normales, conservadores.
De nuevo, hay un fuerte retorno a las reglas islámicas, una especie de des-integración. También depende de cómo vivan los propios intérpretes; de si viven solos o en una familia que practique el islam. Los intérpretes musulmanes se niegan a creer que lo que se describe haya ocurrido de verdad. Y, entre otras cosas, esta práctica se fomenta porque algunos de nuestros medios –pero especialmente los políticos y los obispos– minimizan las brutalidades y se niegan a reconocer que las personas que se han convertido en víctimas, o que han visto crímenes con sus propios ojos, ya no se fían de los musulmanes.
No podemos permitir que los traductores sigan representando de forma distorsionada y manipulando a una población de refugiados que ya vulnerable de por sí. Las autoridades alemanas tienen que reformar el sistema por el que se contratan a los traductores para los juzgados, la policía y los organismos gubernamentales, para que los refugiados reciban el proceso justo que merecen.