A lo largo de veinte años, el miedo siempre ha devorado partes importantes de la cultura y el periodismo occidentales. Todas ellas desaparecieron mediante un horrendo acto de autocensura: las viñetas de un periódico danés, un episodio de South Park, unos cuadros en la Tate Gallery de Londres, un libro publicado por Yale University Press; Idomeneo, de Mozart, la película holandesa Sumisión, el nombre y la cara de la dibujante estadounidense Molly Norris, la portada de Art Spiegelman para un libro y la novela La joya de Medina, de Sherry Jones, por citar sólo unos pocos. La mayoría se han convertido en fantasmas que viven escondidos, ocultos en alguna casa de campo, o retirados de la vida pública, víctimas de una comprensible pero trágica autocensura.
La revista satírica francesa Charlie Hebdo era la única que no aparecía en esa triste y larga lista. Hasta ahora.
La decepción ante en qué se ha convertido Charlie Hebdo la reflejaron las palabras de la periodista francesa Marika Bret: "Hemos recibido muchas amenazas desde Italia". No se refería a alguna célula yihadista italiana, sino a una portada de Charlie Hebdo de septiembre en la que se burlaba de las víctimas del terremoto en Italia. Parece que el semanario satírico, casi destruido por los islamistas franceses hace dos años, se ha "normalizado".
Veamos las últimas portadas de Charlie. ¿Contra los terroristas? No. ¿Contra los que les llamaron "racistas"? No. Contra Éric Zemmour, el valiente periodista francés de Le Figaro que ha encabezado un debate público sobre la identidad francesa. "El islam es incompatible con el laicismo, incompatible con la democracia, e incompatible con el gobierno republicano", escribió Zemmour.
Laurent Sourisseau, más conocido como "Riss", ahora director editorial y accionista mayoritario de Charlie, fue disparado en el atentado de 2015 contra la revista, y vive bajo protección policial. Retrataba a Zemmour en la portada con un chaleco explosivo, viniendo a compararlo con un terrorista.
Charlie Hebdo también hizo hace poco una sátira de Nadine Morano, crítica del islam, retratándola como un bebé con síndrome de Down.
Riss también publicó recientemente un cómic donde atacaba a otro blanco fácil de los conformistas sumisos, titulado "El lado oscuro de Marine Le Pen". Le Pen es la líder del partido francés Frente Nacional, cuyo programa defiende la soberanía nacional y la identidad judeocristiana europea. En Charlie, la líder política de la "derecha" francesa aparece vestida como Marilyn Monroe.
Para el primer aniversario de la masacre en la redacción de Charlie Hebdo, Riss lanzó una portada en la que no aparecía Mahoma, sino un dios judeocristiano asesino, como si los compañeros de Riss no hubiesen sido masacrados católicos y no por islamistas. Lo cierto es que Riss ya había anunciado que la revista "dejaría de dibujar a Mahoma".
El primero que capituló en Charlie fue "Luz", famoso humorista gráfico. Se rindió diciendo: "Ya no volveré a dibujar a Mahoma".
"El trasplante que peor funciona –dijo Jeanette Bougrab, la pareja del difunto director del Charlie, Stéphane Charbonnier– es el trasplante de pelotas". Bougrab acusaba a los supervivientes de doblegarse al terrorismo y las amenazas traicionando el legado de la libertad de expresión por el que esos hombres auténticos fueron asesinados.
Tras la masacre del 7 de enero de 2015, el dibujante "Luz" lloraba ante las cámaras tras presentar una portada en la que habían dibujado a los supervivientes, y a Mahoma diciendo: "Todo está perdonado". Luz apareció después en Le Grand Journal junto a Madonna y, en un gesto de lamentable voyerismo, mostraba sus genitales cubiertos con el logo "Je suis Charlie".
La "normalización" de Charlie también se reflejaba en la reciente y drástica decisión de poner fin a la relación de la revista con otra superviviente, la intelectual y periodista franco-tunecina Zineb el Rhazui, que también tiene que vivir ahora con protección policial por sus críticas hacia los extremistas islámicos.
"El periódico ya no es el mismo. Charlie está sometido ahora a la asfixia artística y editorial", le dijo a Le Monde. Rhazui es autora de un nuevo libro, Détruire le Fascisme Islamique ("Destruyendo el fascismo islámico").
"Debemos seguir retratando a Mahoma y Charlie; no hacerlo significa que ya no hay más Charlie", dijo Patrick Pelloux, otro dibujante que abandonó la revista.
Había siete dibujantes en Charlie Hebdo. Cinco fueron asesinados el 7 de enero de 2015: Charb, Cabu, Honoré, Tignous y Wolinski. Los otros dos, Luz y Pelloux, dimitieron tras la masacre. El titular de la publicación mensual Causeur recogía el ambiente: "Charlie Hebdo se hace el Hara-Kiri", un juego con la palabra japonesa para el suicidio y el anterior nombre de Charlie (que era Hara-Kiri). Entre los asesinatos, las deserciones y la autocensura, la historia de Charlie ha llegado casi a su fin.
¿Qué está ocurriendo? Por desgracia, las amenazas y los atentados de los islamistas están dando resultados. Una crisis similar afectó al Jyllands-Posten, el periódico danés que publicó originalmente las 12 viñetas de Mahoma y que Charlie Hebdo, en señal de solidaridad, reprodujo inmediatamente. "El honor de Francia lo salvó Charlie Hebdo", escribió Bernard-Henri Lévy cuando la revista reprodujo las viñetas danesas, mientras que muchos medios "biempensantes" condenaron la "islamofobia" de dichas caricaturas.
"Lo cierto es que sería totalmente irresponsable por nuestra parte publicar hoy las viñetas", dijo el director del Jyllands-Posten, Jorn Mikkelsen, para justificar su autocensura. "Jyllands-Posten tiene una responsabilidad hacia sí mismo y sus empleados". Como Kurt Westergaard, autor de la caricatura de Mahoma con una bomba en el turbante, que ahora vive en una fortaleza con cámaras y ventanas de seguridad y guardias armados en la puerta.
Mucho antes del ataque, se había producido un choque ideológico interno en Charlie Hebdo. Zineb el Rhazui llegó al semanario a través del director, Stéphane Charbonnier, "Charb", el valiente periodista que encabezó la batalla contra la intimidación islamista en Europa. Firmó, incluso desde su tumba, una "Carta abierta a los charlatanes de la islamofobia que le hacen el juego a los racistas". Pero, como escribe Libération, "Riss era distinto a Charb; se significa menos políticamente, es más introvertido que él".
Charbonnier pertenecía a la generación de Philippe Val y Caroline Fourest, la periodista libertaria decidida a criticar el islam que, de 1992 a 2009, dio forma a la revista semanal.
"¿Charb? ¿Dónde está Charb?", gritaron los terroristas en la redacción de Charlie Hebdo, para asegurarse de que encontraban al periodista al que responsabilizaban de la polémica de las viñetas de Mahoma.
Philippe Val, que cuando era director de Charlie Hebdo fue llevado a juicio en París por publicar esas viñetas, es autor de un libro titulado Malaise dans l'inculture ("La enfermedad de la incultura") donde ataca "el muro de Berlín ideológico" que está erigiendo la izquierda.
En 2011, tras las bombas incendiarias que destruyeron las oficinas de Charlie Hebdo, unos periodistas asustados e intimidados anunciaban en un comunicado su decisión de no apoyar la postura de la revista sobre el islam. Dos años más tarde, uno de los firmantes, Olivier Cyran, exdirector de Charlie Hebdo, acusó a la revista de estar "obsesionada con los musulmanes". También lo hizo un antiguo periodista del Charlie, Philippe Corcuff, que acusó a sus colegas de la revista de fomentar un "choque de civilizaciones".
Los ataques prosiguieron con otro exdibujante de Charlie Hebdo, Delfeil de Ton, quien en Le Nouvel Observateur, tras la masacre de 2015, acusó vergonzosamente a Charb de "arrastrar" a los trabajadores a la matanza por no dejar de hacer sátiras con Mahoma.
Después de que los hermanos Kuachi asesinaran a los trabajadores de Charlie Hebdo, salieron corriendo a la calle y gritaron: "Hemos vengado a Mahoma. Hemos matado a Charlie Hebdo". Dos años después, parece que ganaron. Lograron silenciar a la última revista europea que aún seguía dispuesta a defender la libertad de expresión frente al islamismo. Y lanzaron una advertencia especial a todos los demás. Porque, después de Charlie Hebdo, escribir artículos críticos con el islam, o firmar una viñeta, te convierte en objetivo de intentos de asesinato y campañas de intimidación.
La feminista y filósofa Elisabeth Badinter, testigo en el juicio de los dibujantes franceses que aparece en el documental Je suis Charlie, dijo: "Si nuestros colegas en el debate público no asumen una parte del riesgo, entonces habrán ganado los bárbaros".
La revista Paris Match le preguntó a Philippe Val si concebía la desaparición de Charlie Hebdo. Val respondió: "Sería el fin de este mundo y el comienzo del mundo reflejado en Sumisión de Michel Houellebecq". Después de los atentados viene la autocensura: la sumisión. Si Charlie Hebdo se cansa y elude sus responsabilidades, ¿quién puede culparls? ¿Pero qué pasa con los demás, con el resto?