La controversia que rodea a la decisión de las autoridades israelíes de colocar detectores de metales en los accesos al Monte del Templo evocan el famoso dicho árabe que dice: "Me pega y me hace llorar y luego viene y se me queja". La inversión de la realidad es un lugar común entre los victimarios que pretenden ir de víctimas.
La decisión de instalar los detectores se produjo luego de que terroristas árabes asesinaran allí a dos oficiales israelíes de policía el pasado día 14. Los tres terroristas –árabes israelíes de la localidad de Um al Fahm– usaron un subfusil y cuchillos. Las armas fueron fácilmente introducidas en el Monte del Templo gracias a que los fieles musulmanes no deben pasar por detectores o someterse a registros corporales.
Increíblemente, desde entonces los palestinos están celebrando protestas a diario por las medidas israelíes de seguridad y demandando que los detectores en los accesos al Monte sean desmantelados. En el marco de las protestas, los líderes palestinos han urgido a los fieles musulmanes a no acceder al Monte y, en su lugar, rezar ante los accesos.
La Autoridad Palestina (AP), Jordania y otros países árabes e islámicos están acusando a Israel de violar el statu quo en el Monte del Templo por instalar los detectores de metales. Uno puede esperar en vano una condena contra los terroristas que asesinaron a los dos policías israelíes: fueron ellos quienes profanaron un lugar sagrado. Tampoco se escuchan condenas del propio asesinato de los policías, que pertenecían a la minoría drusa de Israel y que tenían por cometido preservar la ley y el orden en el Monte. Estaban allí para velar por la seguridad de los fieles musulmanes.
Todo lo contrario: numerosos árabes y palestinos han ensalzado el ataque terrorista como una "operación heroica" contra el "enemigo sionista". Los tres terroristas, que fueron abatidos por policías israelíes en el curso del ataque, están siendo jaleados como "mártires" y "héroes" que sacrificaron sus vidas en defensa de la mezquita de Al Aqsa.
Lamentablemente, muchos árabes israelíes se han negado a condenar el ataque perpetrado contra tres de sus conciudadanos.
Los detectores de metales tienen un objetivo: impedir que los terroristas introduzcan clandestinamente armas en el Monte del Templo. Esto es, precisamente, lo que debería ser visto como una profanación de un lugar sagrado. Pero, en vez de respaldar los esfuerzos israelíes por impedir matanzas en ese lugar sagrado, los palestinos y otros árabes están culpando a Israel por tratar de proteger a todo el mundo –no sólo a los fieles musulmanes– con una serie de medidas básicas de seguridad.
Los gurús palestinos están tratando de desviar la atención del ataque terrorista haciendo que parezca que la crisis empezó cuando Israel instaló los controles de metales y no cuando fueron asesinados los dos oficiales de policía. Los palestinos y otros árabes están ahora clamando ante la comunidad internacional que Israel trata de alterar el statu quo del Monte del Templo por medio de esas medidas de seguridad. Asimismo, tratan de hacer como que Israel está impidiendo a los fieles musulmanes entrar y rezar en la mezquita de Al Aqsa.
Los hechos, sin embargo, cuentan una historia bien distinta.
En primer lugar: las medidas de seguridad, que incluyen la instalación de detectores de metales, no fueron una iniciativa israelí sino una respuesta necesaria a un ataque terrorista. El Gobierno israelí no tomó la decisión de instalar los detectores para alterar el statu quo o impedir rezar a los musulmanes.
En segundo lugar: fueron los palestinos los que tomaron la decisión de no acceder al Monte del Templo hasta que no se retiren los detectores. Los líderes palestinos y los funcionarios del Waqf (un fideicomiso religioso que gestiona el complejo del Monte) los que urgieron a los fieles musulmanes a no acceder al Monte y orar en las calles y plazas públicas en protesta por la instalación de los detectores. Los fieles musulmanes prefieren rezar en las calles y las plazas antes que entrar al Monte a través de los detectores. Pero ahora los palestinos y el Waqf mienten al mundo y dicen que los israelíes niegan a los musulmanes el acceso a sus lugares sagrados.
Unos 4.000 musulmanes palestinos oran a las puertas de la Ciudad Vieja de Jerusalén el 19 de julio de 2017, en protesta por la instalación de detectores de metal en el Monte del Templo. (Foto: Ilia Yefimovich/Getty Images). |
La maquinaria palestina de propaganda está funcionando a pleno rendimiento para generar la falsa impresión de que los detectores de metales son parte de un plan israelí para provocar una guerra religiosa con los musulmanes y destruir la mezquita de Al Aqsa. Sin embargo, parece que lo cierto es lo opuesto. La incitación de los funcionarios palestinos y del Waqf sugiere que son ellos los que quieren lanzar una guerra religiosa contra Israel y los judíos.
Esta incitación comenzó hace más de dos años, cuando los líderes palestinos y del Waqf empezaron a decir a su gente y al resto del mundo que Israel planea destruir la mezquita de Al Aqsa y que los judíos que visitan el Monte del Templo "profanan con sus sucios pies" un lugar sagrado del islam. El presidente de la AP, Mahmud Abás, fue el primero en difundir ese libelo de sangre, que desencadenó una oleada de apuñalamientos y atropellos contra israelíes que perdura hasta el día de hoy.
Los tres terroristas que perpetraron el ataque del pasado día 14 lo hicieron, precisamente, en concordancia con las instrucciones de Abás y otros líderes árabes y palestinos: es deber de los musulmanes defender de los judíos la mezquita de Al Aqsa. En este sentido, su ataque debería ser analizado en el contexto de la oleada terrorista contra Israel que empezó a finales de 2015 y que es conocida como Intifada de los Cuchillos.
Desde entonces, los palestinos han utilizado las visitas de judíos al Monte del Templo como excusa para el lanzamiento de ataques terroristas contra Israel. Los funcionarios palestinos y los medios de comunicación siguen describiendo esas visitas pacíficas como "violentas incursiones de bandas de colonos judíos en la mezquita de Al Aqsa". La verdad, sin embargo, es que ni un solo judío ha puesto el pie en la mezquita. Las visitas están restringidas al complejo del Monte, algo que los turistas no musulmanes vienen haciendo desde 1968.
En realidad, son los propios palestinos los que profanan la santidad del Monte del Templo utilizándolo para lanzar violentos ataques contra judíos, a los que apedrean cuando rezan en el Muro Occidental. Lo hacen también al introducir en él ilegalmente armas de varios tipos para, por ejemplo, lanzar piedras y bombas incendiarias contra los visitantes judíos y los policías. El liderazgo palestino y los funcionarios del Waqf han alentado a los musulmanes a acosar e insultar a los visitantes judíos y a los policías.
El año pasado los palestinos abortaron un plan jordano para instalar docenas de cámaras de seguridad en el Monte del Templo. Se supone que las cámaras iban a refutar o confirmar las acusaciones palestinas de que Israel está planeando destruir la mezquita de Al Aqsa. Los jordanos se echaron para atrás por la intimidación palestina, que incluía la amenaza de destruir las cámaras. ¿Por qué se comportaron así? Los palestinos temían que sus actos de acoso y violencia, su acaparamiento de armas para atacar a visitantes judíos y policías, quedaran registrados.
Actualización: los palestinos están retorciendo la realidad una vez más, sólo que esta vez con los detectores de metal. Les preocupa que los detectores les impidan introducir cuchillos y armas de fuego clandestinamente en el Monte del Templo.
Uno se pregunta: si se va a la mezquita de Al Aqsa a rezar, ¿a qué preocuparse por unos detectores de metal? Miles de palestinos pasan todos los días por detectores de metal en su camino hacia Israel, y lo único que sucede es que van a trabajar. De la misma forma, los palestinos y los israelíes pasan todos los días por detectores de metal en centros comerciales e instituciones públicas como las oficinas de correos y los hospitales. ¿Dónde están las quejas?
La oposición palestina a los detectores en el Monte del Templo sólo quiere decir una cosa: que los palestinos están determinados a convertir un lugar sagrado en un depósito de armas y una plataforma para perpetrar ataques terroristas contra Israel. Si la mezquita fuera de hecho destruida en el proceso, ¿a quién se debería culpar? Puede incluso que ese sea su auténtico plan.