Tras otra noche de violencia en El Cairo, en la que 72 personas fueron asesinadas, The New York Times acusó al Gobierno militar de Abdul Fatah al Sisi de "radicalizar" a los Hermanos Musulmanes.
Pese a su declarado compromiso con la democracia y la no violencia, los únicos socios en los que ahora pueden confiar los Hermanos Musulmanes son otros grupos islamistas cuyos miembros están más predispuestos a recurrir a la violencia o a tácticas radicales; socios que matizarían la identidad de los Hermanos Musulmanes y los harían parecer un movimiento más pragmático y con una base más amplia.
¡Pobres Hermanos Musulmanes! Según el Times, parece que personas a las que no pueden controlar los están conduciendo hacia una violencia que no desean. Lo siento, pero ¿cómo se radicaliza a una organización cuyo credo es "Alá es nuestro objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la yihad es nuestro camino y la muerte por Alá es la más alta de nuestras aspiraciones"? Los Hermanos Musulmanes nacieron en la violencia y conocen el valor de la violencia y del martirio. Desde su derrocamiento, sus líderes han estado amenazando e incitando a la violencia, confiando en que el Gobierno secular acabe perpetrando matanzas.
Los Hermanos Musulmanes operan de manera parecida a Hamás, su franquicia palestina. Hamás sitúa sus recintos militares, sus almacenes y sus campos de lanzamiento en barrios civiles de Gaza. Utilizando como escudo a la población civil, dispara cohetes y misiles contra las ciudades israelíes, poniendo en alerta a un millón de personas que tienen exactamente 15 segundos desde que suena la alarma para encontrar un refugio. Cuando la situación se vuelve intolerable, Israel responde y Hamás gana. Si los israelíes son prudentes y no hay víctimas civiles, Hamás ha aterrorizado a Israel sin sufrir consecuencias. Si hay bajas civiles, Hamás también gana y lamenta ante la prensa occidental la brutalidad israelí.
Los lamentos de los cairotas sobre la muerte de la Hermandad resultan igualmente sospechosos. El hecho de que los Hermanos no hubieran recurrido a la violencia en Egipto durante décadas respondía directamente a que habían sido encarcelados y perseguidos por los Gobiernos seculares del país y a su convencimiento de que a través de la violencia no llegarían al poder. Lo que el Times denomina "el compromiso declarado con la democracia y la no violencia" de los Hermanos Musulmanes queda categóricamente desmentido por su violento y antidemocrático año en el poder y por su comportamiento desde que fueron derrocados.
Los coptos han sufrido la indiferencia de los Hermanos Musulmanes hacia las minorías en general y hacia los cristianos en particular. El Gobierno de Morsi negó ser culpable de una oleada de violencia registrada el 4 de abril, en la que murieron cuatro hombres y ardieron varias casas, una enfermería y una iglesia. Un vídeo del 7 del mismo mes recoge un ataque contra la iglesia de san Marcos en el que murieron dos coptos y 84 resultaron heridos; en él se puede ver cómo las fuerzas de seguridad no hacen nada contra quienes lo perpetran. Cuando todo terminó, los únicos detenidos fueron cuatro coptos. De hecho, los coptos están huyendo del país.
Es posible que, de cara a su propia preservación, la comunidad copta considerase apropiado apoyar el derrocamiento de Morsi y que el papa copto Tawadros II accediese a formar parte del Consejo Provisional. Los Hermanos Musulmanes, en cualquier caso, han estado buscando chivos expiatorios, y al menos nueve coptos han sido asesinados tras su denuncia por apoyar al Gobierno de Sisi.
Lejos de mostrarse conciliadores, los Hermanos Musulmanes han cargado contra los coptos, los liberales e incluso los salafistas que formaron parte de la coalición anti Morsi de 2011 y 2012. "¡Se atreven a mofarse de nuestra religión!", exclamó Safwat Hegazy, uno de los líderes de los Hermanos Musulmanes, tal y como recogió The New York Times. "Dios los castigará".
Los Hermanos Musulmanes consideraron que las urnas, en lugar de tener que ver con la democracia, eran un medio apropiado para que los partidos bien organizados alcanzaran el poder, en lo que entendieron más como un referéndum que como unas elecciones en las que se elige entre ideas distintas y partidos distintos. Un joven dijo a los periodistas:
No más urnas. Nosotros creíamos en el califato. La comunidad internacional nos dijo que debíamos utilizar las urnas y seguimos ese camino. Pero si no sirven para traernos justicia, haremos todo lo que esté en nuestras manos para reclamar el califato.
Ahí, en una frase, se resume no sólo el problema de Egipto, sino el gran problema del sueño americano de implantar la democracia en territorios hostiles a ella; como si las elecciones fueran lo mismo que la democracia: ésta tiene que ir de la mano de muchos otros elementos, como la libertad de expresión, la igualdad ante la ley, la libertad religiosa, el derecho de propiedad, etc., que deben ser implantadas antes de las elecciones, no después. Sin embargo, para muchos árabes la democracia es buena porque consideran que así pueden conseguir que los no democráticos Hermanos Musulmanes lleguen al poder de un modo que la comunidad internacional considere aceptable. Pero si a través de los votos no se consigue el propósito deseado –es decir, un Estado dominado por los Hermanos Musulmanes y en el que rija la sharia–, entonces se volverá a la revolución y al califato, y la democracia y Occidente se podrán ir al infierno. Los Hermanos Musulmanes son radicales desde su origen y su relativa moderación no ha sido sino un recurso temporal.
Esto coloca a la Administración Obama en una posición delicada. La violencia del Gobierno provisional hace complicado que Egipto avance hacia los cambios políticos y económicos necesarios para mantenerse, pese a las inyecciones de dinero de Arabia Saudí y los Emiratos. Y, tras haber perdido el poder y sin nada más que perder, los Hermanos Musulmanes están provocando al Gobierno. Ante este escenario, Estados Unidos debería dejar claro que apoyará al Gobierno provisional. Que Egipto caiga en la violencia ha de ser tan inaceptable para Washington como para El Cairo.