Se suponía que iba a ser un gambito turco: los días del presidente sirio Bashar al Asad en el poder estaban contados; el nusairi (alauita) sería derrocado por la mayoría suní de Siria en una revuelta popular. Los suníes implantarían en Damasco un régimen del estilo del de los Hermanos Musulmanes sometido a Ankara, y la frontera sur con Siria se convertiría en un espacio Schengen suní, sin fronteras; el comercio transfronterizo prosperaría gracias a la libre circulación de mano de obra y capital. La paz reinaría en los 900 kms de frontera, y los supremacistas turcos y sirios suníes harían avanzar sus planes para los países (no siempre tan suníes) de Oriente Medio.
Ahora, en cambio, en vez de mano de obra y capital, lo que circula libremente en la frontera son las bombas y las balas. La equivocada política exterior turca en Siria ha provocado la creación de un Peshawar (Afganistán) al otro lado de la frontera.
Los gobernantes islamistas turcos no estaban contentos de tener a Asad como vecino. Sus intentos de derrocarlo dieron pie, por desgracia, a que aparecieran unos vecinos aún más desagradables: un número desconocido de grupos yihadistas, el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) y radicales kurdos que combatían para crear un enclave autónomo.
El gambito turco ha hecho que, en vez de al predecible Asad, tengan como vecinos de al lado a un surtido de grupos extranjeros, impredecibles y violentos, demasiado difíciles de manejar y de mantener bajo control.
Cuando la milicia kurda siria PYD –vinculada el PKK de Turquía, el ilegalizado partido kurdo que lleva librando una violenta guerra desde 1984 para conseguir un Estado independiente– arrebató al ISIS la localidad de Tel Abaid, en el norte de Siria, Ankara no sabía si era una buena o una mala noticia. Para Turquía, el ISIS es oficialmente una organización terrorista, pero es un secreto a voces que la Administración turca la ha apoyado en su campaña para derrocar a Asad e imponer en Siria un régimen islamista.
Inmediatamente después de la caída de Tel Abaid en manos de los kurdos, a finales de junio, los yihadistas del ISIS llevaron a cabo ataques con bombas en los que mataron a más de 200 personas en Kobani, un bastión kurdo en el norte de Siria.
Figen Yuksekdag, uno de los líderes del Partido de la Democracia Popular (HDP), afirmó: "Hay una alta posibilidad de que Ankara facilitara el ataque". Añadió que Turquía llevaba años apoyando al ISIS, cosa que el Gobierno turco niega tajantemente.
Pero, con o sin implicación turca en el ataque a Kobani, la Turquía oficial revela dónde se coloca en la guerra multilateral siria. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lo dijo alto y claro:
Nunca permitiremos que se establezca un Estado [kurdo] en el norte de Siria y el sur de nuestro país. Seguiremos con nuestra lucha en este aspecto cueste lo que cueste (...) Quieren completar la operación para cambiar la estructura demográfica de la región. No haremos la vista gorda.
Una vez más, lo que los turcos consideran una amenaza diverge profundamente de lo que creen sus aliados occidentales. Ankara considera que la verdadera amenaza siria no son los yihadistas sino los kurdos laicos que luchan contra ellos. Hay noticias de que el Gobierno ha ordenado a las Fuerzas Armadas que se preparen para operaciones transfronterizas a fin de destruir el enclave kurdo. Con ello, se pondrán de parte del ISIS, que también pretende destruir el emergente enclave kurdo del norte de Siria.
El ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, dijo que cualquier operación transfronteriza en Siria se discutiría en el Consejo de Seguridad Nacional del 29 de junio. Tras estar reunido durante cuatro horas, el Consejo hizo pública un declaración en la que afirmaba que los intentos de realizar un cambio demográfico en Siria (a favor de los kurdos) eran muy preocupantes.
Una vez más, los turcos dicen abiertamente al mundo que consideran a los laicos kurdos una amenaza de seguridad mayor que los yihadistas.
Los militares turcos, famosos por seguir la línea dura en la cuestión kurda, se oponen, sorprendente y realistamente, a una aventura al otro lado de la frontera para aplastar el enclave kurdo. El 25 de junio un oficial de alto rango le dijo a quien esto escribe:
Hemos advertido al Gobierno de los posibles costes [de semejante operación]. Si nos ordenan llevar a cabo una operación, y ésta es considerada perfectamente legítima doméstica e internacionalmente, actuaremos. En cualquier caso, el Gobierno deberá ser responsable de cualquier infracción de la legislación nacional o internacional y de las consecuencias políticas.
Eso significa que el Gobierno turco está preparándose para una operación militar ilegítima en Siria, aunque probablemente no llegue a iniciarla por motivos legales y logísticos. ¿Contra quién lucharía el Ejército turco en un territorio tan disputado? ¿Quiénes son sus amigos y sus enemigos? ¿Qué apoyo logístico podría tener una operación transfronteriza? ¿Cómo justificaría el partido gobernante (AKP) las bajas turcas, especialmente cuando trata de llegar a acuerdos para formar una coalición de Gobierno tras haber perdido la mayoría parlamentaria por primera vez desde 2002 en las elecciones del 7 de junio?
Turquía se ha esforzado mucho por crear un Peshawar en Siria, al otro lado de la frontera, cuando lo que esperaba crear era una zona de los Hermanos Musulmanes. Y ahora tiene su propio Peshawar. Lo que pasa es que no sabe qué hacer con él.