Tras varios meses de negociaciones acometidas con reluctancia, Turquía ha decidido unirse fervorosamente a la lucha aliada contra los radicales islamistas que combaten bajo la bandera del Estado Islámico de Irak y Siria (o Estado Islámico, ISIS, EI). Aviones turcos han bombardeado bastiones del EI en Siria, y la Policía turca ha detenido a cientos de partidarios del EI –dos cabecillas incluidos– operativos en el país. Además, los ministros turcos han firmado apresuradamente un decreto que permitiría al Ejército de EEUU usar la crucial base aérea de Incirlik en sus ataques contra el EI.
Incirlik, en el sur de Turquía, próxima a la frontera siria, está cerca de numerosos bastiones del EI y acortará el tiempo de respuesta de los aviones norteamericanos, lo que incrementará la eficiencia de las operaciones bélicas.
Turquía dice que, de la mano EEUU, quiere una zona libre del EI en el norte de Siria. Bien está. Pero ¿quién ocupará ese vacío? Es una cuestión extremadamente importante que los aliados americanos de Turquía deben analizar con cuidado extremo. Turquía ve en la campaña internacional contra el EI una oportunidad para instalar un régimen islamista suní en las zonas ahora controladas por el EI.
Así es como el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, describe, con sus habituales eufemismos irreales, las milicias que aparentemente desea replacen a los brutales islamistas del EI:
Necesitamos apoyar a las fuerzas de la oposición moderada. Fuerzas de oposición moderada quiere decir todas las fuerzas tolerantes con los demás ciudadanos sirios, que no cometan crimen terrorista alguno ni colaboren con el régimen sirio, responsable de todas estas tragedias humanitarias de los últimos cuatro, cinco años.
La palabra clave ahí es moderada. En realidad, lo que quiere Davutoglu es reemplazar a los islamistas extremos por unos islamistas algo menos extremos. Y éstos se agrupan bajo una bandera, la del Ejército Libre Sirio (ELS), al que Turquía ha apoyado fervientemente en los últimos años, en la esperanza de que luchen contra y derroquen a su némesis regional, el presidente sirio Bashar al Asad.
El ELS se formó en Turquía en agosto de 2011 con desertores del Ejército sirio. Nada sorprendentemente, el 90% de sus combatientes son suníes, lo que explica su atractivo para el supremacista suní Davutoglu. Las milicias del ELS son una mezcolanza de rebeldes con una causa: erigir una Siria islamista suní, pero no salafista. El ELS no tiene una estructura digna de tal nombre, ni fondos ni armas sofisticadas para combatir ni a Asad ni al EI.
En la guerra civil siria no es infrecuente ver a los guerrilleros saltar de un grupo a otro. Así, en marzo, el grupo rebelde moderado Harakat Hazam, respaldado por EEUU, se disolvió y sus integrantes se sumaron a formaciones extremistas como el Frente al Nusra (FAN), una rama de Al Qaeda, y el Frente de Levante, coalición rebelde que también tiene lazos con Al Qaeda. Además, el FAN ha incorporado a sus filas a miles de hombres que antes habían luchado con el ELS.
Casi invariablemente, los grupos que combaten en Siria, con varios grados de violencia, son islamistas. Si Davutoglu puede vender el ELS a sus aliados americanos, nutrirá otro grupo islamista que potencialmente puede convertirse en otra banda de yihadistas. Davutoglu está tratando de hacer de Siria un apéndice de Turquía ganado para el islam suní de la Hermandad Musulmana.
En 2012 Human Rights Watch (HWR) dirigió una carta abierta a los grupos opositores sirios –ELS incluido– en la que les acusaba de perpetrar secuestros, torturas y ejecuciones. Una comisión de investigación patrocinada por la ONU documentó crímenes de guerra cometidos por esos grupos.
Algunas formaciones aliadas del ELS han sido criticadas por tener vinculaciones con islamistas radicales. El propio ELS ha sido acusado de perpetrar ejecuciones sumarísimas con numerosos prisioneros.
La ONU ha formulado acusaciones creíbles contra los grupos opositores –ELS incluido– de reclutar menores como soldados. El ELS aparece mencionado en un informe de HRW de 2014 en el que se detalla el extendido uso de niños soldado, justo igual que lo que hace el Estado Islámico. Todo esto resulta creíble cuando se tiene en cuenta que algunas brigadas alineadas con el ELS trabajan con grupos islamistas de línea dura como Al Qaeda y Ahrar al Sham.
Este el perfil de grupo rebelde moderado que apoya Turquía y que Turquía presenta a EEUU como los chicos buenos que luchan por la democracia en Siria.
En otras palabras: con la ayuda de EEUU, Turquía quiere erigir, en partes de Siria, un régimen islamista, en la esperanza de que se expanda a otras partes del país y finalmente se haga con Damasco. Puede que no sea un escenario realista, pero incluso su progresión puede generar nuevos frankensteins en Siria: esos moderados islamistas quitándose las máscaras se revelarían los radicales que de hecho son.