El hundimiento de Libia en el caos, que está llevando a la desintegración del Estado y de su poder, parece haber alcanzado un punto crítico.
"La situación actual en Libia es una invitación permanente para que intervengan potencias extranjeras", según Alí Ibrahim, subeditor en jefe del periódico de propiedad saudí Asharq Al Awsat. Ibrahim escribe que las milicias armadas, que a menudo gozan del apoyo de sectores de población locales, están cometiendo abusos y violaciones de los derechos humanos, mientras que grupos radicales islamistas se están aprovechando del caos reinante en Libia para convertir el país en sede de campamentos de entrenamiento para radicales. "En otras palabras, Libia se ha convertido en una amenaza para la seguridad, cuyos efectos van, incluso, más allá de sus fronteras", afirma Ibrahim.
El exprimer ministro libio Alí Zeidan advertió recientemente de que Libia corre el peligro de convertirse en una base terrorista de Al Qaeda para cometer atentados contra países europeos, especialmente Gran Bretaña, Francia, Italia y España.
Según Zeidan, que fue derrocado cuando su Gobierno no logró impedir que los rebeldes exportaran petróleo de forma independiente, los islamistas están saboteando los intentos de reconstruir el país para convertirlo en un refugio para extremistas. "Estos [extremistas] no quieren que Libia sea un Estado civil, ni un Estado en el que impere la ley; quieren que nos sea más que otro Afganistán", afirmó el exprimer ministro.
El 24 de abril, el subsecretario de Estado estadounidense, William J. Burns, afirmó, durante su visita a Libia, que Estados Unidos reconoce la "gravedad" de la amenaza terrorista:
La creciente amenaza del extremismo violento, provenga de gente que emplea la violencia con fines políticos o de grupos terroristas, supone un enorme desafío, primera y principalmente para el pueblo libio, pero también para los socios internacionales de Libia.
A una pregunta relativa a una posible intervención militar multinacional o estadounidense respondió que Estados Unidos no tiene planes que vayan más allá de proporcionar ayuda y entrenamiento para la Fuerza Multiusos libia y para otros cuerpos militares y de los servicios de seguridad.
El pasado febrero, el ministro del Interior del vecino Níger, Masudu Hasumi, instó a Occidente a intervenir militarmente en Libia para hacer frente a la amenaza islamista en el sur del país. Afirmó que los países que acabaron con el régimen de Gadafi debían proporcionar también servicio postventa. Añadió que sería legítimo que los países de la OTAN erradicaran la "amenaza terrorista" en el sur de Libia.
Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius, rechazó ese llamamiento:
Tenemos que luchar contra el terrorismo en todas partes. Eso no significa que tengamos que tener a gente sobre el terreno; significa que debemos ayudar a los Gobiernos que quieren librarse del terrorismo, como es el caso del Gobierno libio.
Por supuesto, si los terroristas ya se han hecho con el control de parte del país ese consejo no resultaría de mucha ayuda.
No obstante, parece que la población libia está harta de la inestabilidad y de la inseguridad, y que se está desesperando. Los secuestros están a la orden del día. Trípoli se ha vuelto un lugar donde los diplomáticos son secuestrados o asesinados. Como consecuencia de ello, muchos países han retirado a sus representantes diplomáticos.
Para muchos, una intervención militar internacional parece la única forma de acabar con el caos y la violencia. El activista político Salah Mahmud al Aguri, por ejemplo, se cuenta entre quienes están convencidos de que "la única solución" para el país es la intervención internacional. Así, declaró al medio Magharebia:
Necesitamos una campaña militar internacional (…) para librarnos de estos parásitos que están amenazando la seguridad de toda la región.
Entretanto, organizaciones vinculadas a Al Qaeda están encontrando unas condiciones óptimas de crecimiento en toda Libia. Un grupo denominado Consejo de la Shura de la Juventud Islamista en Derna, armado con lanzagranadas propulsadas por cohetes, ametralladoras y armas antiaéreas, desfiló hace poco por las calles de Derna, una localidad del este del país. También en Derna, a finales de 2013, otro grupo islamista, Ansar Al Sharia, que también defiende la implantación estricta de la sharia en toda Libia, estableció una filial con el lema "un paso hacia la construcción del Estado islámico".
Las fuerzas de seguridad libias luchan por contener la violencia, pero carecen del tamaño y de la fuerza necesarios.
Occidente está dejando sola a Libia, pero hay otro Afganistán en camino.