"[Turquía] me recuerda a la República de Weimar. No tendría inconveniente en aceptar que las lógicas de ciertas posibilidades se están elaborando de forma que parecen evocar en líneas generales el pensamiento de derechas de la República de Weimar, especialmente después de 1930". Así habla Geoff Eley, un historiador británico que ha investigado el nacionalismo radical en la Alemania imperial y el fascismo en Italia.
Es una analogía poderosa que muestra cómo la teóricamente democrática Turquía se mueve en la misma dirección en que lo hizo la República de Weimar después de 1933.
Los historiadores a menudo se refieren como República de Weimar al sistema republicano, federal y democrático que sustituyó al Imperio alemán en 1919. Tras un periodo de relativa democracia liberal, el presidente Paul von Hindenburg asumió en 1930 poderes dictatoriales de emergencia para apoyar las Administraciones de tres cancilleres; y finalmente llegó Hitler.
El año 1933 marcaría el ascenso al poder del Partido Nazi; sus primeras medidas incluirían leyes inconstitucionales. Ese sería el comienzo del Tercer Reich.
El 1933 turco tuvo lugar en 2011, cuando el primer ministro (ahora presidente) Recep Tayyip Erdogan ganó las elecciones por tercera vez consecutiva desde 2002, con un triunfo aplastante del 49,5%. La analogía turco-alemana de Eley no es infundada.
Poco antes de las elecciones parlamentarias de 2011, un conocido diputado de la oposición visitó Sakaria, una provincia no lejana de Estambul. Muharrem Ince, de la principal formación opositora, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), se subió a un minibús y dio un discurso de unos 15 minutos a los lugareños. Posteriormente supo que un fiscal le había acusado de "bloquear el tráfico de la ciudad por hablar desde un minibús y tratar de desgastar al Gobierno".
El fiscal solicitó al Parlamento que revocara la inmunidad de Ince para llevarlo a juicio. Probablemente Ince haya sido el primer diputado de todo el mundo acusado por las autoridades judiciales de intentar desgastar al Gobierno. Ese mismo año, en un discurso ante el Parlamento, Ince dijo: "En realidad no intento desgastar al gobierno. ¡Intento derrocarlo!".
Se envió al Parlamento una acusación para que Ince fuera sometido a juicio por su "ofensa", pero no ha sido así gracias a su inmunidad parlamentaria.
Casi cuatro años después, el islamismo turco, con sus prácticas autoritarias, ya no disimula.
Recientemente, el consejo regulador de la radio y la televisión turcas (RTUK) multó a un canal privado con 311.000 liras (cerca de 180.000 dólares) porque en una de las series que emite un actor apareció bebiendo un botella de cerveza con la marca visible. El RTUK remitió a la legislación pertinente, pero lo cierto es que no se aplica el mismo rasero a los productos que no están prohibidos por el islam. Por temor a las fuertes multas, los canales de televisión turcos desenfocan la imagen si, por ejemplo, en una escena aparece James Bond bebiendo su champán rosado preferido.
Pero no se trata sólo de bebidas que vulneran las leyes islámicas. La República Islamista Weimar prohibiría cualquier cosa que pudiera considerar inapropiada. Los componentes de la banda de rock izquierdista y antigubernamental Grup Yorum se sintieron consternados al acudir a una sala de conciertos para preparar su actuación del 12 de abril en Estambul. Tenían todos los permisos necesarios del Gobierno, pero se dijo a los fans que el concierto se había cancelado, así que fueron allí a protestar por la cancelación. Los antidisturbios llegaron con cañones de agua para dispersar a los miembros de la banda si se negaban a obedecer sus órdenes. Se enteraron por la Policía de que el permiso para su actuación se había cancelado con la excusa de que "en momentos en los que el país está pasando por un periodo tenso [políticamente hablando], el concierto podría causar incidentes no deseados".
Frente a lo que sucede en cualquier país sensato, el 12 de abril la Policía de Estambul usó cañones de agua y balas de goma contra los fans de Grup Yorum y detuvo a varios de ellos por protestar por la cancelación del concierto. Varias horas antes de que los seguidores se concentraran en el lugar, la Policía había bloqueado los accesos a la plaza donde iba a producirse la actuación. Los manifestantes se dispersaron por las calles adyacentes perseguidos por la Policía. Helicópteros policiales sobrevolaron la zona. Esas fueron las escenas que dejó un concierto que no se celebró porque los dirigentes de la Turquía islamista de Weimar así lo quisieron.
Parece que Turquía no tiene límites en lo que se refiere a ridiculez antidemocrática. El pasado mes la emisora estatal TRT prohibió el anuncio de campaña del CHP porque "apunta directamente contra el Gobierno". Indignados, miembros de la oposición acusaron a la TRT de "abuso de autoridad". La compañía estatal se ha negado hasta ahora a explicar cómo puede prohibirse en una democracia un anuncio electoral pagado. El dirigente del CHP Bulent Tezcan declaró: "Al decidir no retransmitir el anuncio, la TRT ha originado un nuevo escándalo. La principal misión de la televisión estatal en todos los países democráticos es la imparcialidad".
Quizás estén por llegar días peores para el CHP –y para cualquier otro partido de la oposición–. En 2011, uno de sus miembros fue acusado de hacer propaganda en contra del Gobierno. Hoy, su anuncio televisivo está prohibido por "apuntar directamente contra el Gobierno". En 2019, puede que el propio partido quede proscrito por arrebatar millones de votos al Gobierno.