El siempre indignado presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, debería tranquilizarse por un momento y preguntarse por qué es, probablemente, el presidente más insultado del mundo.
Desde su elección en agosto de 2014, Erdogan ha demandado a al menos 1.845 personas por insultarle. Ahora, sus cuitas judiciales se han extendido a Europa.
Hay una oscura ley alemana de 1871 que se empleó para silenciar a los disidentes iraníes críticos con el sah Mohamed Reza Pahlevi y a quienes criticaban al dictador chileno Augusto Pinochet en los años 60 y 70 del siglo pasado. Ahora Erdogan, después de ser satirizado de forma burda por un popular cómico alemán, se ha convertido en el tercer líder extranjero que se aprovecha de ella.
La ley en cuestión permite que quien insulte a un dirigente extranjero pueda ser sometido a juicio, pero sólo con el consentimiento del Gobierno. La canciller Angela Merkel concedió su autorización para que se procesara al cómico Jan Böhmermann, aunque prometió que la ley que permite estos procesamientos se derogará en 2018.
Todo esto sería una noticia carente de interés en Turquía, donde últimamente los periodistas suelen medir más sus palabras, diversos periódicos han sido intervenidos o cerrados en los últimos meses, a los locutores de radio les cortan la emisión cuando están en el aire y destacados periodistas son procesados acusados de insultar, de pertenecer a una organización terrorista o incluso de ser espías. Pero la decisión de Merkel de permitir el procesamiento de Böhmermann no encaja precisamente con la cultura europea de libertades civiles.
Rebecca Harms, copresidenta del Grupo Los Verdes/Alianza Libre Europea del Parlamento Europeo, dijo que, tras el visto bueno de Merkel al proceso judicial], "los periodistas y artistas turcos sufrirán más".
El respaldo de Merkel a la personalidad cada vez más susceptible de Erdogan se produce tras la publicación de dos importantes informes en los que se pone el foco sobre la inquietante autocracia turca. Al otro lado del Atlántico, el Informe por Países sobre Derechos Humanos publicado anualmente por el Departamento de Estado proporciona una clara imagen de las crecientes violaciones a los derechos humanos en Turquía. En él se afirma que las interferencias del partido en el poder, el AKP, en la libertad de expresión, la arbitraria aplicación de las leyes y la inadecuada protección a los civiles en el sudeste del país suponen una grave amenaza para los derechos y libertades civiles. El informe señala asimismo que "la impunidad y la débil administración de justicia" son "otro motivo de preocupación", ya que ciertas leyes son aplicadas "de manera excesivamente amplia e inconsistente". "La gran libertad de acción concedida a jueces y fiscales contribuyó a [diversas] investigaciones por motivos políticos".
De vuelta en el Viejo Continente, el Parlamento Europeo criticó duramente a Ankara y advirtió claramente de que Turquía, candidato a ser miembro de la UE, estaba "retrocediendo" en democracia, derechos humanos e imperio de la ley. La ponente del Parlamento Europeo Kati Piri afirmó tras el informe anual de progresos de Turquía: "El ritmo general de reformas no sólo se ha ralentizado, sino que en algunas áreas clave, como libertad de expresión e independencia del Poder Judicial, ha habido una regresión, lo cual resulta especialmente preocupante".
Erdogan tiene como rehenes a los líderes europeos, pues amenaza con romper un reciente acuerdo entre Turquía y la UE en materia de refugiados según el cual Ankara se ha comprometido a readmitir a miles de refugiados a cambio de dinero, de la promesa de avances en las conversaciones para su ingreso en la Unión y de la supresión de la necesidad de visados de viaje para los turcos que visiten la zona Schengen.
Para muchos países europeos, y especialmente para Alemania, donde la crisis de los inmigrantes ha hecho descender drásticamente la popularidad de Merkel, la Turquía de Erdogan se ha convertido de pronto en un aliado necesario. La UE se encuentra en una situación difícil en la que tiene que sopesar el nuevo valor que Turquía tiene para ella y los principios de la cultura democrática consagrados en su legislación. Piri añade:
Y no podemos decir simplemente que como ahora tenemos una crisis de inmigración no discutimos las otras cuestiones. Ésa es la señal que el Parlamento Europeo quiere enviar con este informe. Con Turquía como país candidato también tendremos que observar los acontecimientos internos y discutirlos abiertamente con el Gobierno.
Los dirigentes europeos necesitarán mayores habilidades diplomáticas para poder hacer unos malabarismos cada vez más difíciles con el reflejo de la autocracia de Erdogan en sus respectivos países, por una parte, y su necesidad de que Turquía ayude a contener la peor crisis de refugiados de la historia del continente, por otra. El problema es que, cuanto más consciente sea Erdogan de que su chantaje funciona, más querrá exportar su pobre cultura democrática a Europa. Merkel ha sentado un precedente equivocado y ha dado al susceptible sultán justo lo que quiere.
Burak Bekdil: Periodista turco. Escribe en Hürriyet Daily News y es miembro del Middle East Forum.