Ostensiblemente, casi todo el mundo está feliz. Al cabo de seis años e infinitas rondas de negociaciones públicas y secretas, Turquía e Israel han alcanzado un histórico acuerdo para normalizar sus deterioradas relaciones diplomáticas y terminado su guerra fría. La distensión es una necesidad regional basada en intereses convergentes: los intereses divergentes pueden esperar hasta la próxima crisis.
El jefe de la ONU, Ban Ki Moon, ha celebrado el acuerdo diciendo que es "una señal de esperanza para la estabilidad de la región". El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, también: "Naturalmente, en la Administración nos sentimos complacidos. Este es un paso que queríamos que se diese", declaró. En cuanto al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cree que tendrá un impacto positivo en la economía de Israel. "También tiene enormes implicaciones para la economía israelí, y utilizo esa palabra a propósito", dijo Netanyahu, refiriéndose probablemente a los posibles acuerdos con Turquía de prospección y transporte de gas natural frente a la costa israelí.
Hace unos años, según el discurso oficial turco, Israel era un "Estado terrorista" y sus actos eran "actos terroristas". Hoy, en palabras del ministro de Economía turco, Nihat Zeybekci, Israel es para Turquía "un importante aliado".
Turquía ha sostenido durante mucho tiempo que no se reconciliaría con Israel hasta que el Estado judío no se comprometiera en firme a satisfacer estas tres demandas: una disculpa oficial por la muerte de nueve islamistas de la flotilla turca encabezada por el Mavi Marmara que en 2010 trató de romper el bloqueo naval a Gaza, una indemnización para las familias de las víctimas y la eliminación total del referido bloqueo. En 2013, Netanyahu, presionado por el presidente Barack Obama, se disculpó por los errores operativos cometidos durante el asalto al Mavi Marmara. Las dos partes también han acordado una indemnización de 20 millones de dólares. Ahora que se ha alcanzado el acuerdo, y a la espera de los respectivos vistos buenos del Gobierno israelí y el Parlamento turco, el discurso sobre la tercera condición parece complicado.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, dijo al anunciar el acuerdo que –como parte del acuerdo– un barco cargado con 10.000 toneladas de ayuda humanitaria saldrá de Turquía hacia el puerto de Ashdod, con destino a Gaza, este 1 de julio. Igualmente, un hospital turco-palestino de 200 camas entrará en funcionamiento lo antes posible. La agencia de vivienda turca también participará en un proyecto de desarrollo en Gaza. Y eso está muy bien.
Pero luego Yildirim dijo que, bajo el liderazgo turco, se iba a levantar buena parte del embargo a Gaza con la dirección de Turquía. Eso es completamente falso, una trampa para el consumo interno en Turquía. Equivale a decir de aquella manera a la inmensa masa de votantes islamistas: "Lo siento, no hemos logrado poner fin al bloqueo de Gaza, pero estamos intentando venderlo como si sí". Incluso antes del acuerdo, Turquía, como otros países, era libre de enviar ayuda humanitaria a Gaza por el puerto designado por Israel, el de Ashdod. Ahora enviará la ayuda por el mismo puerto, y no directamente a las costas gazatíes. De ahí la advertencia de Netanyahu de que "el bloqueo naval israelí de Gaza se mantendrá después del acuerdo".
Después de seis agotadores años de esfuerzos concertados para aislar internacionalmente a Israel hasta que Jerusalén levantara el bloqueo sobre Gaza, Turquía ha tenido que volver al punto de partida y, avergonzada, intentar vender el acuerdo como una gran victoria diplomática. Un columnista progubernamental tuvo la poca vergüenza de escribir que "Ankara ha abierto un pasillo humanitario a Gaza y cumplido la histórica misión de la flotilla".
Al mismo tiempo, la maquinaria propagandística del Gobierno que está difundiendo ahora el mensaje de que la gran potencia turca ha puesto a Israel de rodillas no termina de funcionar.
"Parece como si el Gobierno se hubiese rendido en la defensa de sus principios y valores. Y en consecuencia le hará perder apoyos", dice Ismail Bilgen, hijo de uno de los que murieron en el Mavi Marmara. "El Partido Justicia y Desarrollo [AKP, por sus siglas en turco] goza de gran apoyo por su decidida defensa de los principios, pero este paso lo contradice totalmente".
Y añadió:
Es inaceptable restablecer los lazos de esta manera. Los israelíes están actuando como si la indemnización fuese un acto de benevolencia por su parte, en vez de un castigo por sus crímenes (...) Mi padre y sus amigos murieron intentando llamar la atención internacional sobre el bloqueo inhumano impuesto a Gaza y que tiene que ser levantado. Ahora parece que su sacrificio ha sido en vano.
Cigdem Topcuoglu, cuyo marido fue asesinado a bordo del Mavi Marmara, dijo:
Nuestra lucha seguirá, pase lo que pase. Estoy totalmente en contra de ello [del acuerdo de normalización] (...) De ninguna manera se debe llegar a un acuerdo o establecer lazos de amistad con los sionistas que se hacen llamar Israel, y que tienen las manos manchadas de sangre (...) Cuando nuestro presidente [Recep Tayyip Erdogan] se reunió con nosotros, nos dijo que la sangre de los mártires del 'Mavi Marmara' era sagrada. Espero que nuestro presidente no ceda ante Israel en ningún punto y que no alcance un acuerdo.
Demasiado tarde, demasiado equivocado. El acuerdo saldrá adelante, y con la aprobación de Erdogan. Irónicamente, el vano intento de Turquía de terminar con el bloqueo naval de Gaza ha acabado tomando una dirección completamente distinta: ahora que Turquía ha accedido a enviar ayuda humanitaria a través del puerto de Ashdod, ha aceptado la legitimidad del bloqueo.
Burak Bekdil: Periodista turco. Escribe en Hürriyet Daily News y es miembro del Middle East Forum.