El 25 de marzo, con ocasión de una reunión preparatoria de la 25ª cumbre de la Liga Árabe en Kuwait, el Gobierno libio abrió el debate sobre la restauración de la monarquía en el país. "La restauración de la monarquía [en Libia] es la solución que garantizará la vuelta a la seguridad y a la estabilidad. Ya se han realizado contactos, y estamos en comunicación con dignatarios y jefes tribales libios, y también con el sobrino nieto del rey Al Senusi, el príncipe Mohamed [Hasán al Rida al Senusi], que vive en el extranjero", declaró durante la reunión el ministro de exteriores libio, Mohamed Abdelaziz, que añadió: "Muchos jeques tribales que vivieron bajo la monarquía y la conocen prefieren un sistema de Gobierno así".
Tras la Primavera Árabe, la fragmentación de la sociedad libia ha sido particularmente grave, y las probabilidades de disolución del país son altas. El ministro Abdelaziz cree que el regreso de los Senusi al poder (la dinastía Senusi siempre ha sido considerada un símbolo de unidad nacional) podría estabilizar el país. Sidi Muhamad Idris al Senusi1, el último Rey de Libia, gobernó de 1959 a 1969, año en que fue derrocado por un golpe militar liderado por Muamar Gadafi, quien fuera dictador del país.
Después de derrocar al rey Idris en 1969, Gadafi impuso al país 42 años de dura e inestable dictadura que no construyó en lo más mínimo una necesaria unidad nacional. La caída de Gadafi no trajo consigo paz social alguna. Las tensiones en el seno del país van en aumento. Los enfrentamientos tribales, la delincuencia común y el extremismo islámico están desgarrando el país. El Dr. Mohamed Chtatou, profesor de la Universidad Mohamed V de Rabat (Marruecos), escribió que si Libia no logra una cohesión nacional se arriesga a convertirse en un Estado fallido como Somalia:
En Libia hay un Gobierno que, sobre el papel, posee una Policía y un Ejército, pero dicho Gobierno existe sólo en Trípoli [la capital]; fuera de la capital, el país está gobernado por milicias. En realidad, el ejemplo libio se acerca mucho a la experiencia somalí. Si en los próximos meses el Gobierno no logra asentar su poder sobre todo el territorio libio, el país se convertirá en una segunda Somalia de facto en la zona. En principio, Libia ya es otra Somalia: en algunas partes del país las milicias ya están vendiendo petróleo a compañías extranjeras y embolsándose el dinero. Pronto estas milicias (si es que ya no lo han hecho) tendrán un Gobierno propio que se enfrente a las decisiones del Gobierno de papel de Trípoli. La Libia post-Gadafi está abocada a convertirse en tres o más países si dicho Gobierno no hace nada. Los indicadores muestran que se está dividiendo lentamente en tres países: Cirenaica, Tripolitania y Fezán. La única iniciativa audaz que, en última instancia, podría invertir este curso, es la creación de un Gobierno federal que delegara los asuntos internos a Gobiernos locales. ¿Optará la clase política libia por ello, o seguirá el camino de una fragmentación irreversible?
En estas circunstancias, no resulta sorprendente que los líderes libios pensaran que la única vía para salir del caos actual era la reinstauración de la dinastía Senusi, la única institución que, en el curso de la joven historia libia, ha garantizado una especie de sentimiento nacional, de seguridad y de estabilidad.
Mientras, el Gobierno libio emitió recientemente un decreto que estipula que los herederos del rey Idris recobrarán la ciudadanía libia y podrán recuperar las propiedades confiscadas por el dictador Gadafi. Tras el golpe de 1969, la familia Senusi fue despojada de la ciudadanía libia y expulsada del país. El rey Idris murió en el exilio, en Egipto. El resto de la familia, incluido el sobrino nieto y legítimo heredero del difunto monarca, Mohamed al Senusi, obtuvo la consideración de exiliados políticos en el Reino Unido.
Sin embargo, el proceso de restauración de la monarquía no convence a la propia familia Senusi. En una reciente entrevista para la BBC, Mohamed al Senusi, el heredero natural, dijo que la monarquía no puede funcionar en la Libia postrevolucionaria, y añadió que no tiene el menor deseo de gobernar el país.
Según Mishari al Zaydi, columnista de Asharq al Awsat, el príncipe Senusi hace bien en abstenerse de responder a semejante llamamiento, "no porque la monarquía senúsida no sea la solución, sino porque no hay garantías de que tenga éxito y los tiempos han cambiado. (…) no hay pruebas de que esta nostalgia por la monarquía proceda de una convicción firmemente asentada".
Según Al Zaydi, "en el Irak posterior al derrocamiento de Sadam Husein hubo llamamientos similares [para restaurar la monarquía], y en Egipto surgen de vez en cuando".
En Libia parece improbable que la monarquía pueda ser una especie de varita mágica capaz de producir resultados instantáneos en el tejido social libio. Parece en cambio que, tras las muchas esperanzas suscitadas por la Primavera Árabe, Libia está de nuevo en la casilla de salida.
El Gobierno libio no sabe cómo acabar con la inestabilidad o detener la violencia, y los ciudadanos están perdiendo la esperanza en las instituciones que gobiernan el país y el respeto hacia ellas.
Un empleado del Ministerio de los Mártires, Alí al Huti, comentó al ser entrevistado por Magaharebia: "Por lo que a mí respecta, acepto hasta que la artista folclórica libia Nadia Astar gobierne el país, siempre que nos libremos de estos asesinatos, atentados y preocupaciones".
(1) El rey Idris heredó de su padre el título de Emir de la Cirenaica, la región costera oriental en la que nació. El abuelo de Idris fue Sayid Muhamad ibn Ali al Senusi, llamado también el Gran Senusi, que fundó en La Meca (Arabia Saudí) una orden sufí político-religiosa con el nombre de su familia. El Gran Senusi promovió su movimiento político-religioso por Libia, Egipto y otras partes del norte de África. El movimiento combatió la expansión colonialista francesa en el Sáhara y la colonización italiana de Libia. El propio Idris se enfrentó al dominio colonial italiano y apoyó a los aliados contra la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial. Tras la guerra, la Asamblea General de Naciones Unidas anunció que el futuro de las provincias libias (Cirenaica, Fezán y Tripolitania) debería decidirse por representantes de las tres zonas en una Asamblea Nacional. Dicha Asamblea estableció una monarquía constitucional y se alcanzó un consenso para ofrecerle el trono a Idris. El nuevo Rey declaró la independencia de Libia en diciembre de 1951.